miércoles, 23 de diciembre de 2015

VUELTA AL COLE POR NAVIDAD



Vuelta al cole, a Getafe, por Navidad
…silenciosas y calladas, nada sabemos de las almas nuestras           (Machado)

¿Y porqué ahora, porqué al despertarnos hace unos días decidimos que hora era de desandar el camino de la vida para volver a la patria de la niñez y la adolescencia, la única patria verdadera?
Porque posiblemente hemos necesitado los pasados años para liberarnos de todos aquellos dogmas-drogas que nos había inoculado el padre Borruel y que por su dañino efecto, nos había distanciado, separado. Por eso, tal vez, y por toda la ansiedad que nos provocaba Mediavilla, aquél matoncete repartidor de sopapos de algún curso superior, además y fundamentalmente de tener que soportar  la cara y maneras del padre Súarez,  q.e.p.d, cuya sola visión nos paralizaba y que nos ha ocasionado mil pesadillas a lo largo de nuestras vidas. El padre Superior, al que alguien algún día vió  sonreír y nos hizo pensar a todos que debería de estar volviéndose gravemente loco. Cosas compensadas, sobradamente, por las miradas y el trato siempre compasivo, envolvente y cariñoso de los padres Isidro, Clemente o Enrique, entre otros, auténticos “caballeros con sotana”.
Ahora ya, hemos vuelto como triunfadores de la vida, mirando hacia atrás sin ira, convencidos como estamos a estas alturas de que el auténtico triunfo de la vida consiste en haber creado una fantástica y unida familia , a la vez que pasado por ella sin haber herido voluntariamente a nadie.
El reencuentro del pasado once de diciembre lo necesitábamos todos, sin haberlo acordado previamente. Lo anhelábamos para refrescar y poner en su debido sitio durante los próximos cincuenta años todos aquellos recuerdos que nos han venido perfumando y acompañando incluso en los momentos más duros de nuestras existencias.
Reunión que hemos hecho en la edad justa, en el momento en que podíamos volver con las mochilas personales bien aprovisionadas, tanto física, como familiar, profesional y espiritualmente hablando, y convencidos de que el gran sentimiento cósmico es la amistad , de que en la vida no hay nada más sincero ni más emocionante que ver a varios amigos cruzando el país para ir a comer  con otros amigos a los que hace la barbaridad de años que no se ven.
Los médicos, queridos amigos, sabemos muy bien eso del efecto placebo (del latín…yo te satisfaré), y a toro pasado, puedo asegurar, con vuestro permiso, que la reunión fue como una auténtica medicina capaz de quitarnos cualquier tipo de jaqueca o malestar, algo digno de reconocimiento a nuestra procelosa edad, en que hemos pasado de las soñadas amantes a otro sueño más prosaico…el de los calmantes de cada momento.
 El día de marras se nos pasó, en suma, casi como aquél otro en que varios de nosotros, por los sesenta, en pleno fervor adolescente, salieron al kiosko de la esquina próxima a comprar, para romper a continuación en las narices del pobre kiosquero, alguna revista con la Elke Sommer en bikini.. ¡Menudo chutazo de morfina católico-nacional-sindicalista nos dimos! ¿os acordáis?.
Y nos faltaban ojos para ver; ojos como de arqueólogo desempolvando mentalmente cada centímetro de cada rincón de nuestro querido colegio escolapio, tan preñado de recuerdos y emociones.
Acabamos preguntándonos como pudimos sobrevivir de internos, tan niños y tan alejados de afectos y familia, obligados a desarrollar, por imperativo vital, el sexto sentido, como dicen los neurólogos…el de la propiocepción, posiblemente el más importante que todos los demás juntos. Algo que nos ha marcado, al extremo de que aún nos cuesta a algunos de nosotros establecer vínculos afectivos, integrarnos en la sociedad por completo, e incluso tener fé desmedida en los demás. Cosas de la más pura y honda psicología profunda.
Y en cuanto al colegio físico ¿qué decir?. Quedamos asombrados ante su metamorfosis, ante su sabia reconversión de crisálida(internado salvador de almas) a mariposa volando libremente, incardinando una feliz mezcla de bachillerato concertado y una formidable formación profesional, salvando así a ciudadanos para el futuro y para todas sus necesidades humanas más elementales. Enhorabuena, padres Escolapios.
Para terminar, al saber que el querido padre Isidro estaba felizmente retirado en el Colegio mayor Calasancio, allá nos dirigimos sin dudarlo. Fue la auténtica guinda del pastel. Verlo y estar disfrutándolo durante dos largas horas, a él, un auténtico amante del deporte y experto en el arte de la motivación y la humanidad bien ejercida, nos dejó tan boquiabiertos con su elefantiásica memoria como con su eterna y joven sonrisa, mucho más reluciente que todos los árboles de Navidad juntos. Que el buen Dios nos lo siga conservando por muchos años, ahora que lo hemos encontrado y que ha pasado a formar parte de nuevo de nuestras vidas.
Así es que ahora, cuando los hijos han volado, la casa se nos ha quedado grande y la mujer empieza no sólo a no darnos nunca la razón, como siempre, sino además y también a recordarnos en demasía y machaconamente, por aquello del mayor tiempo compartido, todas las cosas que no hemos hecho todo lo bien que se esperaba de nosotros en la vida, y sabiendo como sabemos sobradamente de que no hay cosa que corroa más al alma que el vino solitario, no nos va a quedar más remedio que desempolvar, reivindicar el viejo colegio para construirnos un nuevo grupo de amigos en el que todos podríamos seguir entendiéndonos, lejos de las preocupaciones personales, familiares o profesionales. Hacer de salmones, biológicamente hablando, para cumplir fielmente con la vida, remontando hacía el rio de nuestros años jóvenes, el que nos vio nacer tanto moral como intelectualmente.
Podéis creerlo, me despedí de todos vosotros, Juan A., Santiago, Emilio y padre Isidro, con auténtica pena, mientras me acordaba de un viejo dicho de los rabinos…considerándoos como cuatro de los “36 hombres justos ocultos” cuya bondad y vida es y ha sido capaz de sostener el mejor de los mundos posibles.
Gracias a todos por el maravilloso día, un adelantado y grandioso regalo de Reyes, ahora ya que …”jodidos adultos”, tenemos la desgracia no ya de no creer solamente en ellos, sino también en la democracia y en tantas y tantas otras cosas. Que algunos, como dicen por la Málaga de mi señora, ya no creemos ni en  ”la paz de los sepulcros”.
Un abrazo y feliz navidad, así como mejor año nuevo para vosotros y todos los vuestros.
Un deseo ultimo: Que ojalá este haya sido el primero de otros muchos años venideros con vosotros y con todos aquellos escolapios que sepamos “reciclar”.
Un abrazo desde esta Huesca tan lejana
POSDATA: Y nuestro agradecimiento final hacía el acompañamiento y cariño de D. Alfonso Arcas, un profesor como deberían de ser todos los profesores, experto en ciencias marciales en nuestra jungla educativa española.
Al Padre Alejandro, el padre superior al que tuve la poca gentileza de tutear al principio. Mil perdones, D. Alejandro
Y por último, agradecimientos y sorpresa positiva por hacer conocido y sido conducidos por sus formidables talleres de formación profesional, a Paco Juberías, exjefe de estudios y un “hombre-árbol”, plantado, crecido y desarrollado en el mismísimo lugar donde le salieron sus primeras raíces, donde sus padres sembraron la primera semilla de su existencia, no como un servidor, extrusado por la caprichosa vida, lejos de afectos y amigos. Cochina envidia, D. Paco, sí señor.
         










martes, 22 de diciembre de 2015

DE MÉDICOS Y MEDICINA



DE MÉDICOS Y MEDICINA

“Tengo lo que he dado”, es una vieja y sabia máxima. Viene al hilo de lo que sigue, porque los médicos preocupados y ocupados casi únicamente por la profesión y nuestros pacientes, tenemos lo que tenemos por haber mirado desde siempre hacia las cosas más trascendentes, que nada tenían que ver con los vulgares aspectos sindicales o económicos, convencidos con Hipócrates de que la medicina es una misión, no una mercancía.
Y ahora, enfrentados a nuestra patética realidad profesional, no deja de hacérsenos presente de continuo en la memoria aquél Boabdil al que sólo quedaban “ganas de llorar como mujer…”.
Verán, hace unos días recibí una carta certificada de ASISA, una compañía de seguro médico a la que he prestado mis servicios profesionales desde hace la friolera de treinta y seis años, e ingenuo de mí, la abrí  ilusionado, creyéndola una felicitación de Navidad o de acción de gracias por tanto y tanto año de servicio sin mácula ni queja alguna de nadie, convencido desde siempre, entre otros méritos y con perdón, de que listas de espera y dolor debían de ser en mi praxis cosas tan antitéticas como inasumibles. Pues bien, nada de eso contenía, sino una bajeza…me daba de baja, sencillamente, en su cuadro médico desde el próximo enero.
Sí, queridos pacientes y amigos, así como lo leen, sin causa alguna, haciéndome víctima de una decisión arbitraria y aún más, siendo como soy socio-cooperativista-accionista de “la Cosa”. Carta de cese sin previo aviso, como Franco cesaba a sus ministros, y enviada por su delegado provincial el Dr. Fierabrás( un hombre versátil, tan capacitado para el sindicalismo médico como para ejercer en la patronal) y que manifiesta elocuentemente como la ética médica, a veces, no siempre sabe distinguir entre los negocios privados y el hacerle un feo a un compañero. Ay, las viejas formas!. Bien es verdad que aunque me apartan de sus asegurados de Isfas y Muface, dicen seguir permitiéndome atender a sus pólizas privadas, algo así como el chocolate del loro y dejado a guisa de compasiva limosna, a la que al echármela sólo les ha faltado la apostilla final del …”que Dios le ampare, hermano”.
Pues bien, preguntado el Sr. Delegado, por cosas como la anterior y otras desafecciones anteriores, uno lo encuentra siempre y sin dimitir, echando balones fuera, hacía Madrid, recordándonos con su actitud aquello de un pobre concejal al que su mujer al enfadarse, solía decirle…”pintas aquí en casa, menos que en el Ayuntamiento”.
En este asunto personal referido, podría resumirse toda la tristísima y vergonzosa precariedad laboral en la que andamos sumidos los médicos. Y en estas cavilaciones propias andaba al recibir el detonante de todo lo dicho: una encuesta de la Organización Colegial que nos habla de que el 42% de los médicos españoles viven y trabajan con un trabajo precario (algunos incluso con contrato día/día), así como que el 27% de ellos en desempleo ni tan siquiera están apuntados al paro, tal es su falta de esperanza.
Es quizás políticamente incorrecto hablar de todo esto en público, pero así es realmente nuestra vida profesional, dentro y fuera de las Instituciones públicas. Y lo hago, además, porque el art. 26 de nuestro Código Deontológico me lo exige…”si el médico que trabaja al servicio de alguna entidad privada no dispusiera de toda su libertad…deberá informar de todo ello al paciente”. Que lo otro, lo de pensar que lo que le va bien al gallo (cía de seguros), le viene bien a la gallina (paciente), con perdón, no deja de ser un planteamiento que tiene que ver más con la veterinaria que con el mantenimiento y defensa de lo que debieran ser las libres y sagradas relaciones médico-paciente, cosa ya inventada por Hipócrates y vigente en la vecina Europa desde hace años. Algo que echamos de menos debería de haber luchado, en esencia, nuestra vieja y caduca Organización Médica Colegial. Tal vez, entonces, no habríamos quedado a los pies de los caballos.

Luis Manuel Aranda
Médico- Otorrino