martes, 22 de agosto de 2017

LAS RAMBLAS



LAS RAMBLAS

Escribo desde la estupefacción, el sobrecogimiento y toda la rabia que nos produjo tanto lo vivido el pasado jueves, día diecisiete, como por caer ahora en la evidencia de que aún no nos hemos dotado de medidas preventivas o disuasorias que nos pudieran proteger en el futuro, viviendo tan en enfilada como vivimos, en los desprotegidos y accesibles campos de batalla de nuestras ciudades, en donde el moderno terror yijadista nos tiene amedrentados, asustados, mientras que políticos y medios televisivos parlotean y parlotean sobre los viejos tópicos, tan enervantes como usados, los de no tenemos miedo, lo de recuperar la normalidad o aquél otro de que la ciudad está dispuesta a seguir viviendo. Qué remedio queda. La hueca palabrería de siempre y del mínimo esfuerzo, la de las frases hechas y del hablar por no callar. Los tics verbales de Pero Grullo.
Pero, si se han fijado, entre todos los entrevistados y parlanchines de toda catadura, jamás una respuesta/propuesta valiente, de inteligible e inteligente planteamiento. Ninguna solución capaz de comenzar a prevenir, a conseguir mediante contundentes técnicas de amedrentamiento posibles, el intentar vaciar de odio sus pobrecitas cabezas, llenas de una sola idea y sin hueco alguno para la compasión o el respeto ajenos.
¿De qué otra manera, sino, podremos controlar en el futuro a un imberbe o reprimido sexual chiquilicuatre, cuyo libro más sagrado le ordena y dice que si mata a un infiel y se autoinmola, va a ser colocado por tan peculiar INEM en un paraíso donde cientos de vírgenes de entreabierta pierna le van a estar esperando?
Por esta altoaragonesa tierra existen aforismos de profunda sabiduría. Las sabias soluciones para ir por la vida del sencillo pueblo llano y, uno cualquiera, puede ser aquél que nos dice el que a una zolle o corral de cerdos, nunca se debe de entrar diciendo buenas tardes en inglés, sino con un palo en la mano; la única forma de que cada bicho retroceda y se ponga en su sitio, sin más.
Pues bien, uno, como ciudadano que tiene la elemental costumbre de ejercer y opinar, propone el que deberíamos de recurrir a soluciones defensivas tan terribles como las suyas, y que podrían pasar por decirles el que si ellos se nos llevan por delante, como imprescindible requisito para ser recibidos en su sexuado paraíso, nosotros, a sus queridos familiares en la tierra les podríamos regalar un infierno: dejarles sin trabajo, subvenciones ni hogar alguno posibles. Soluciones tan viejas como la historia. Es la guerra, que le vamos a hacer.
Que la humanidad, en cuya natural evolución ha tenido que superar grandes problemas para llegar donde está, ha sabido y tenido que resolver muchas veces terribles problemas mediante soluciones aún más terribles, siempre justificados desde la noche de los tiempos mediante la teoría del mal menor y posteriormente, desde Maquiavelo, con la justificación del bien supremo de la protección y el interés del Estado y sus ciudadanos por encima de todo.
Hasta el gran Leonardo da Vinci, allá por el Renacimiento de nuestra humanidad, se molestó en legarnos una lucecita para alumbrarnos :”el que no respeta la vida ajena, no se merece la propia”, nos decía. Algo que políticos y medios deberían de haberse preocupado de marcar a fuego, vía escuela y educación general, en la conciencia de todos los ciudadanos, mientras que por el contrario, hemos visto como muchos de sus fundamentalistas próceres catalanes, han vivido mucho más ocupados por obsesionarse con la Eme de Madrid, que por la de su peligrosa Moreria yijadista ( la mayor de nuestro país), o sus otras Emes tan domésticas como vergonzosas, por ej. la de nuestro “Millet nos roba”. Los peligrosos descuidos que estamos viendo, los están dejando al borde de la bancarrota social y económica.
Constituye una atrevida propuesta, lo sabemos todos; que hasta pudiera conmocionar al buenismo ajeno, incluso provocarles ampollas al pensar más allá de lo que hay : las pobres soluciones sociales y penales que ni pueden ni han podido siquiera cortar de raíz la otra violencia terrible, la de género.
Alumbro todas estas palabras de rabia desde aquí, en la tarde del día 17 de agosto, jueves, encerrado en la sorprendente cafetería que diseñó Luis Domenech y Montaner, en el Palau de la música, ya con su concierto suspendido, y que parece ahora más diseñada para compartir un duelo por todos nosotros, hombres humillados por el terror, que para la gratificante ilusión musical.
Cafetería sin TV, plena de caras adustas, silenciosas y agarradas con miedo a los modernos salvavidas, los móviles cuyos whatsapp han sido el único cordón umbilical con la información del mundo exterior.
Y es que tras recoger a unos buenos amigos llegados desde Córdoba e invitados por su esforzada y talentosa hija, concertista felizmente incardinada en la notable Orquesta Sinfónica de Cadaqués, íbamos a asistir poco después a su concierto, pero llegados unas horas antes y tras aparcar en los aledaños de sus Ramblas, hacía ellas nos dirigíamos, como buenos turistas, cuando un inesperado y terrorífico tsünami humano, policial y sanitario pasó ahuyando, casi rozándonos, en tromba  por nuestro lado, obligándonos a refugiarnos, previa recomendación desde su interior, en el protegido y antedicho recinto musical hasta las ocho en que nos dejaron salir. Tiempo que aprovechamos para agradecer al buen Dios el que nos hubiera conducido hasta él, vía equivocado TomTom, por la aledaña vía Layetana y no por la calle lateral de sus Ramblas, por donde nuestros andaluces amigos hubieran preferido.
Y es que las balas, cuando en las batallas no vienen con tu nombre puesto, nunca te dan, que diría el gran Napoleón.
Posdata…En un viaje por Francia, hace unos días, pudimos encontrarnos con un nivel cinco de alerta, con el ejército en la calle y con bolardos protectores en el centro de cualquier ciudad, mientras nuestras queridas Ramblas, tan emblemáticas como rebosantes de turismo, no tenían  más que flores de paz y amor como único disuasorio de seguridad. La gran prueba persuasiva, que diría un abogado, que debería de mandar sobradamente a la calle a sus responsables políticos. A ellos, los ineficaces, los llenos de ideas propias y peculiares, del “fet diferencial” únicamente y que han demostrado no tener siquiera espacio en sus politizados cerebros para aplicar los consejos y recomendaciones al respecto de la seguridad pública de otros organismos nacionales e internacionales, no tan bisoños.
¿Por qué aún no habrá dimitido nadie?
Finalizo, y al hilo de todo lo anterior, recordando aquello que decía J. Pla en su biografía de Cambó…”Confundir la política con la poética no es únicamente un infantilismo: es un engaño”. Mientras nos queda una enorme tristeza y preocupación por todo lo catalán, lo del pasado jueves y todo su futuro.


Luis Manuel  Aranda
Médico- Otorrino