lunes, 15 de enero de 2018

LA PATAGONIA O LA AGONÍA DE LA MALA PATA



LA PATAGONIA o la agonía de la mala pata


Si a Vd. le gusta viajar, le interesa, siga leyendo. Si no es así, mejor pasar de todo esto, porque está leyendo las palabras de un bicho raro, según mi señora. Alguien que desde hace años lleva “tuneándose” la casa, que diría un hombrecito moderno y parco en palabras, con los libros y música suficientes y necesarios como para atravesar el proceloso mar de la vida sin otras mayores necesidades.
Pero ella, que cree que como fuera de casa no se está en ningún sitio, de cuando en cuando ahorra para conminarme finalmente a salir, bajo su impiadosa reflexión de siempre ante los hijos…”miradlo, miradlo, va a acabar tan raro como acabó su padre, vuestro abuelo…hablando sólo a la tv y no queriendo saber nada con nadie”.
Así es que al final, la natural y consuetudinaria cobardía varonil acaba por imponerse y uno, a regañadientes, se pone a hacer la maleta, aún a sabiendas de que el mejor régimen para el gobierno de su propia vida, no pasa nunca por la timocracia de algunos viajes. Pero por aquellos días existían además, para no negarse, unas 155 poderosas razones que invitaban imperiosamente a escaparse un pequeño tiempo de la famosa matraca, la preocupante intoxicación catalana.
 En esta última ocasión la cosa iba, según se me advirtió previamente, de pingüinos, elefantes marinos, ballenas, cataratas gigantescas e hielos a granel, como si no tuviéramos por aquí, el Pirineo, nieves y naturaleza para dar y tomar…y hasta mucho más viento que por la inhóspita Península de Valdés, con sus Maras, sus gigantescas liebres y sus Guanacos, tan aprovechables para los nativos como nuestros cerdos. Una inmensidad de terreno como nuestros desérticos Monegros, pero a lo bestia, vamos.
Y ya saben que para ir, hay que subirse, inevitablemente, al avión, pero como a uno, les decía, le gusta mucho más leer que viajar, a los pocos minutos, abrió Plataforma de Mitchell Houellebecq, el terrible autor francés en cuyas páginas iniciales puede leerse…”coger un avión, actualmente, equivale a que a uno le traten como una mierda durante todo el vuelo. Encogido en un espacio insuficiente, cuando no ridículo…etc, etc”, mientras, segundos después, con los ojos cerrados, pedía al buen Dios sobrevivir al vuelo y recordaba aquello otro del gran Pascal a mitad del siglo XVII…”la mayor parte de las desgracias que les ocurren hoy día a las pobres gentes, son por no saberse quedar en sus casa y en su salón, leyendo tranquilamente”
Andaba sumergido en medio de semejante estado de ánimo y lecturas, cuando comenzó lo inesperado, un terrible dolor abdominal que precisó de atención médica a nuestra llegada a Ushuaia, allá por los confines del mundo. Y como cometí el impertinente desliz de decir que era médico, el temible Síndrome del recomendado se hizo presente, atendiéndoseme de forma negligente, incompleta, por un especialista que de sobra sabía que no volvería a encontrar otra asistencia especializada parecida en los siguientes tres mil km a la redonda. Pero había que seguir al guía, para llegar a El Calafate, mientras algunos colegas del grupo no escatimaban en darme “consoladores y cariñosos consejos”, tipo…vete inmediatamente para España, que he oído que nuestro fiscal general, acaba de morirse en Buenos Aires de una infección renal. Así es que llegados a la antedicha ciudad, patria chica de los Kirschner ,y viendo su nuevo y coqueto hospital, comenzamos a tranquilizarnos, hasta tan sólo un minuto después, en que  comprobé con dolor mayor aún, como al ver que no había el especialista oportuno, y que por tanto un cirujano de cuyo nombre prefiero no acordarme, con más amabilidad que pericia,  tuvo que intentar sondarme infructuosamente, mientras se le oía mascullar…creo que la “ejecución no va bien y puedo hasta estar haciendo una falsa vía “. La ejecución, la ejecución y sus mayores espinas para mi corona. Afortunadamente, abochornado, decidió solicitar ayuda de otro compañero, que más resolutivo, atendió la urgencia hasta el día siguiente, en que tras otros miles de Km, pude llegar al hospital Alemán de Buenos Aires, donde me reencontré con la medicina de excelencia que uno sueña y que siempre debería de tener a su lado cuando piensa  que lo necesita, y más sabiendo que lleva la curación en el bolsillo, que decían los clásicos. Allí, al verme tan afectado por lo padecido los dos días anteriores, con lacónico y tranquilizador saludo, oí las mágicas palabras por parte del especialista correspondiente…”tranquilo, Sr. que ahora no está Vd. en El Calafate”; para a continuación resolver la situación con una puntuación máxima tanto a nivel humano como profesional.
Viene todo el rollo anterior, tan personal e íntimo, ya perdonarán, por las líneas que siguen, por el afán ético-profesional de informarles, en la pretensión de que saquen sus propias conclusiones y provecho.
Verán, en cuánto comuniqué al Seguro de viaje en Barcelona mi preocupante situación, ellos, bien es verdad, me enviaron de inmediato a su asistente-espía. Me explico. Enviaron a un diligente comercial que extremó su celo hasta el límite de colarse en la consulta a que me condujo, a pesar de mi asombrada cara y pertinente observación. Y, uno, que dolorido, sólo imploraba alivio, no cayó en la cuenta de que estaba allí de notario de mis datos clínicos, para a continuación, utilizar en mi contra cualquier cosa que pudiera venir en la letra pequeña del contrato de seguro…cualquier enfermedad preexistente de “posible correlación” con sus intereses. Encontrar algo, en suma, como se dice en el mundo jurídico, que pudiera utilizarse a su favor…y en mi contra, obviamente, para poder decirte al día siguiente eso de …lo sentimos,dejamos de prestarle cobertura médica…búsquese la vida y vuélvase a nado desde Buenos Aires si es que sabe nadar; mientras uno, buscando soluciones posibles de regreso urgente, pueda ir acordándose del articulo 24 de nuestra Constitución…”todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin que en ningún caso pueda producirse indefensión”. Acordándose de eso, del principio que dice aquello de que quién acusa tiene primero y siempre que probar, y que la vulneración de la presunción de inocencia no debería ser cosa baladí.
Y, por acabar y resumiendo, de la misma manera que a través de leyes máximas se nos enseña a no decir nada que pudiera ir contra nuestros intereses de defensa, de igual manera, quedan informados con la mejor y sana voluntad, por un médico, un servidor, a no decir en cualquiera de sus próximos viajes, nada de su vida médica anterior, fuera del ámbito estrictamente médico, que pudiera ser correlacionado, unilateral, caprichosa y arbitrariamente con el padecimiento presente, porque podría acarrearle de inmediato un daño y agravamiento lesivo aún mayor .
Vdes, y hasta ese día, deberían decir siempre a los no profesionales, que han sido la salud andante, el paradigma de una vida tan sana como alejada de médicos y de boticas ¿entendido?
Finalmente, no quisiera ser agorero, sean felices, disfruten de sus viajes pero sean en suma, tan listos como el propio Cóndor Argentino, el Jote, ese buitre al que sus padres ya lo hacen nacer desprovisto de plumas en la cabeza, para no tener que mancharlas al comer carroña.
Feliz año.
Luis Manuel Aranda
Médico- Otorrino