domingo, 25 de abril de 2021

TRIBULACIONES DE UN ASEGURADO DE AMA (La Mutua de los profesionales sanitarios)

 Tribulación: Dícese de la aflicción, pena o congoja que padece quién ha pasado o está pasando por un evento desafortunado).

Por si los sanitarios no teníamos bastante, no soportábamos poco en estos pandémicos tiempos, ahora uno tiene que luchar contra su aseguradora AMA, dividiendo las defensas de su sistema inmunológico entre el bicho y lo inesperado. Pero los médicos de sobra sabemos que las quejas, como la sangre tragada tras una cirugía de vías altas, deben de ser necesariamente vomitadas, para que no quedándose dentro, no prolonguen el malestar, la calidad de vida.

Así es que atrapado entre la última y complicada reclamación contra AMA, recurro a esta catarsis : la liberación de contarlo, para dejar constancia, tras verme obligado a escarbar en la evidencia, cuando enterrados y pisoteados mis derechos, una vez más , tanto mi colegio como “sus daños colaterales” me obligan a salir a la palestra pública.

El Colegio de médicos, una casa tan capaz de albergar estatutariamente la defensa de nuestros intereses y derechos como de alquilar uno de sus rincones para que alguien, vendiéndonos seguros, luego, en situaciones como las que relato, sea tan capaz de maltratarnos como de pretender hacernos comulgar con sus acostumbradas milongas. La vulgar, injusta y odiosa realidad.

Hasta sería posible que al aceptarla como inquilina, la Junta Directiva entendiera en su día que la aseguradora iba a ser educada, compasiva y misericordiosa con todos nosotros, los arrendadores de su espacio de productividad. Y, para que las matemáticas de la vida colegial nos cuadraran mejor, no para que en ocasiones como las que describiré, la suma de dos más pudieran quedársenos en tres, como ha venido ocurriéndome con AMA, lamentablemente, en puntuales ocasiones.

Una verdad útil que por haberme perjudicado y herido tanto moral como económicamente, debo de comunicarlo a todos mis compañeros sanitarios, para que como yo mismo voy a hacer, tomen las medidas que crean más procedentes. Y lo hago porque “uno no es responsable sólo de lo que hace, sino de lo que deja de hacer, o de lo que le ocurre y no lo comunica a los demás”, según nos advierte tan sabiamente Javier Cercas en su última obra.

La gran verdad de las tomaduras de pelo que han ido quedando grabadas en mi personalísima memoria a lo largo de muchos años y hasta el día de hoy en que escribo esto, para decir BASTA, que hasta aquí hemos llegado. El momento de hacer sobre mis relaciones comerciales con dicha empresa una enmienda a su totalidad aseguradora , de la que por otra parte, nunca hemos esperado bisoñamente que fuera milagrera para con todos nosotros, colegiados en posibles apuros, faltaría más.

Pues bien, les decía que los médicos, gentes más bien acomodaticias con lo que la vida nos va presentando, por encontrarnos algo así como una entidad hermanada, nos podía resultar como increíble aquello que nos estaba pasando ante alguna reclamación fallida en su resolución…y, seguíamos asegurados, y mirando para otro lado, prefiriendo pensar en nuestra mala suerte, antes que en litigar, para acabar obteniendo, tal vez, lo comido por lo servido.

Así me ocurrió hace años, cuando tras sufrir un siniestro en un coche de gama alta, el perito de mi aseguradora, al que recurrí, consideró que soldándole el chasis, la cosa quedaría resuelta. Opinión curiosamente simétrica al perito de la compañía contraria y responsable del accidente. Pueden imaginarse el “hoy por ti y mañana por mí”, del mundo asegurador, sin mucho esfuerzo. Tuve que recurrir, finalmente, a la peritación mucho más cualificada de un ingeniero industrial, para ser justamente atendido mediante la instalación de un muy caro chasis nuevo.

Fue la primera estación de este peculiar Vía Crucis, si me lo permiten, ahora que escribo en días de cercana Pasión. Viví la segunda estación, y siguiendo con el eclesial recuerdo, cuando un buen día el tejado de la casa apareció desprendido tras un vendaval. Y AMA en lugar de mandarme como perito a un arquitecto superior o técnico, para la reclamación al patético constructor, me envió a un ingeniero técnico industrial, que sólo me ocasionó problemas ante dicha reclamación.

Y llegó la tercera estación: Una gran jaula, llena de pájaros en el jardín y destrozada por algún malnacido y problemático adolescente vecino. Eso sí, fui  indemnizado con “el chocolate del loro”. Con unos pocos euros para su chocolate.

A la cuarta llegamos tras romperse una gran persiana con motorcito incorporado y tras invitárseme a que buscara a alguien para que lo resolviera para luego presentar su factura, una vez presentada, se me ha acabado diciendo que es que el motor no entraba, aunque por lo demás tampoco se haya hecho pago alguno. Ya ven, primero Digo y luego Diego.

Y, por si no cabíamos en casa, ya saben…llegamos a esta Quinta estación de todo este doloroso misterio, de nuevo con perdón. Verán, antes de la pandemia tuve la desgracia de vivir una personalísima tragedia. Ocurrió en un viaje de triste recuerdo cuando tuve que ser ingresado en un hospital en el fin del mundo y en donde fuí tratado por manos inexpertas; así es que tras una noche terrible de UCI, solicité como pude el alta voluntaria para poder continuar con el grupo otros tres mil km hasta la capital del país, en donde en un hospital debidamente especializado se me estabilizó clínicamente, y se me dio la opción, dada mi condición de médico, de quedar ingresado u hospedado en un hotel cercano para tener los diarios controles hasta poder asegurarme el adelantado y posible regreso.

Pues bien, ahora se me pagan los servicios de dicho hospital, pero no así los días de hotel, dado que , y aunque pudiera salirles mucho menos gravoso, según ellos cometí el “gran pecado” de no comunicarles dicha decisión para su valoración posible. Como si uno, pasándolo tan mal e incluso creyendo que era la opción más económica para su cuenta de resultados, estuviera en aquellos instantes para pensar en todos los flecos del momento.

Reclamación que, incluso y para más Inri, desde aquí, oficina de Huesca, se me ha venido invitando, sin vergüenza alguna y aunque sin conseguirlo ante mi indignación y negativa, a que yo debía de pelear la gestión contra la empresa de reaseguro en Barcelona con la que ellos tenían concertados mis dos referidos aseguramientos…cuesta creerlo ¿verdad?. Pues ya ven, la realidad pudiera superar a cualquier ficción. Cosas de AMA, en suma.

 

Luis Manuel Aranda