domingo, 11 de septiembre de 2016

XXXI Promoción de Sanidad Militar


Academia de Infantería – Toledo 

       Queridos compañeros: brotan del alma estas líneas al hilo de nuestro pasado encuentro en los días del 14 al 16 de abril, conmemorando el 40 aniversario de haberla dejado. Metidos allá, en el túnel del tiempo, toda la memoria y la dureza de aquellos días se nos hicieron presentes. Sí, porque a los “aspirinos”, nombre genérico de nuestra subespecie militar y demás servicios, se nos consideraba como auténticos cuerpos extraños injertados contra natura entre vosotros, en aquel vuestro elitista mundo de “puratas”. Como meteoritos, llegados, caídos, sobre vuestro estrellado cielo, vamos. 

Un poco más añosos, queridos infantes y amigos, y sin vuestra preparación-motivación mental ni física, aún tuvimos que asumir fuera de ella una desgracia sobreañadida: el ser mirados como bichos raros por familia y compañeros de carrera civil, tras haber dejado atrás muchos de nosotros un mundo profesional pleno de satisfacción social, económica y profesional en la medicina general, pero que andábamos en búsqueda del acceso a una formación hospitalaria más excelente. Que la ambición humana es muy libre. 

 Disgresiones aparte, así y sin preparación física, tras meses sentados preparando la dura oposición… - D. Luis, se dice por el pueblo que se le ve a Ud. estudiar por las noches, y eso, se dice también que es muy mala señal, porque no se lo debe de saber todo, que los otros médicos no lo han hecho nunca, me decía el tío Bienvenido, mi confidente y cobrador de las igualas, allá por Sonseca. 

 Ingresamos en ella por el otoño del 75, para padecernos tres terribles meses física y espiritualmente hablando, con Franco en el lecho de muerte y la angustia de la Marcha Verde de Marruecos cerniéndose sobre nuestro inmediato futuro. Mi amigo José María, el chicarrón de La Roda, muy forjado también en batallas cívico-sanitarias previas y vecino de formación, sudoroso y jadeante, al borde siempre del angor animi, recuerdo como tenía siempre por cantinela diaria, tras habernos pasado por la piedra algún joven cadete instructor de pista americana, o por encima de la piscina o por donde existiera algún rincón parecido al infierno… - Joé, joé…estos tíos nos van a matar. ¿Es que no se dan cuenta?que parece como si les hubiéramos hecho algo, mecagoen! 

Aquellos cadetes a los que luego con los años e inevitablemente, tuvieron que pasar por nuestras manos quirúrgicas, dicho sea con insano regusto, y que salvo honrosísimas excepciones, nos trataban con frialdad, reprimendas y desdén, como supremas formas del desafecto hacia el subordinado, tan prusiano, tan en boga por aquel entonces. Cosas del disco duro, debidamente archivadas en la carpeta del haber de la vida, y que precisamente por no habernos destruido, nos acabaron construyendo una cabeza más resistente, más vacunada y preparada para los golpes que luego irían viniendo de la puñetera vida. Pero en fin, estábamos en la flor de la edad y como buenos galenos hemos sabido cicatrizar aquellas heridas, poniendo a cada cosa y a cada uno en su contexto y función. 

Hemos sabido olvidar, en suma, para poder ser felices, como hemos venido aconsejando a nuestros pacientes todos los días de nuestra vida profesional. Por eso, y sin ánimo de ajustar cuenta alguna con nadie, al enterarnos de nuestro pasado encuentro, no dudamos en ir ni un solo instante.

No podíamos desperdiciar el privilegio de reunirnos con todos vosotros, los hombres de más prestigio y queridos en nuestro país, según las últimas encuestas CIS. Mientras bajaba en el AVE, tampoco podía dejar de recordar a lo que otro médico, Pío Baroja ponía en boca de uno de sus personajes, el Dr. Iturrioz, en “El Árbol de la Ciencia”… - En España, desde el punto de vista moral, hay dos tipos: el ibérico y el semita. Al primero le asignaban las cualidades fuertes y guerreras de la raza; al tipo semita, las tendencias rapaces, de intriga y de comercio. Una clasificación arbitraria, sin duda, pero clave para entender aún mejor nuestra eterna condena, las de las dos Españas que nos acaban helando siempre el corazón. Y en llegando a los Alijares, el entrañable y emotivo encuentro entre abrazados amigos, en exultante intercambio de achuchones y palmadas en la espalda. Como indicadores de amistad, de agradable sorpresa y de dolor por la separación de tantos años.

Que no hay nada tan sublime ni más útil para los hombres, alguien tiene sabiamente dicho, que ver como los demás pretenden conservar su amistad. Pero es que, además viendo como habíamos visto en días pasados a la Academia y su formidable patio en la telebasura, vía MasterChef, y cuando nos temíamos que podía también acabar, vía ajuste del déficit, para eso, para hacer buenos estofados, ahora recuperándola, in vivo, nos sentíamos aliviados, sintiéndola de nuevo como guardianas de las viejas esencias. Inmutable Academia y único pegamento nacional que nos queda ante tanto descosido patrio, tanto sectario como fanático y delicuescente. 

Ante la política del trapicheo y de todo el celtiberia show de nuestras presentes vergüenzas de todo género y de cada día. Academia que como el mar, sigue siendo la misma y sosegante cosa de siempre. Enseñoreado viernes día 15, gracias al regalo de su luminosidad hecho a la exquisita Comisión Organizadora por nuestra queridísima patrona de la infantería, sin duda alguna, y más sabiendo que contaríamos con la compañía inestimable de nuestro querido Rafael Villalobos, de intacta y conmovedora dignidad subida en silla de ruedas, condensando toda nuestra indignación, solidaridad y aprecio por su gallarda apostura, además de viva y terrible historia presente de todo lo que tanto malnacido ha pretendido y pretende hacernos olvidar. 

La parte más sublime del pastel emocional, junto al conocimiento de que nuestro “primeraco” S. G. Zorrilla, fue el primero en la vida y casi también en abandonarnos… y Albors, Marino Sastre, M. Frejo, Panadero, Del Pozo, Rodríguez Montero, Morán, Murillo y Trueba, el hermano de sus hermanos, entre tantos otros. Q.E.P.D. Con su recuerdo, recuperé lágrimas que creía perdidas para siempre. Acabada la reunión, todos salimos con la conciencia de que, ahora ya, con la casa pagada, jubilados, y con los hijos criados, casi desestabilizado y perdido el control de nuestro destino, debemos de quedar conjurados y emplazados para seguir encontrándonos, para saber desde ahora que vamos a estar un poco menos solos por la vida, hasta que los cielos decidan lo contrario. 

Que gran fin de semana, ¡Dios! Os confieso que en aquel emblemático lugar, frente al Alcázar y El Greco, estuve feliz y como fuera del mundo. Meditaba en todo ello, mientras recorríamos el Alcázar a la vez que me preguntaba porqué la Sanidad Militar, no había tenido la suerte de tener un remedo de General Moscardó cualquiera, que hubiera evitado su desmoronamiento casi total después de tanto y tanto asedio previo. Metafísica aparte, finalmente os miraba mientras recordaba, sin poder evitarlo también aquello de la carta 144 de Montesquieu, en sus “Cartas Persas”… - Hombres honestos, venid que os abrace: vosotros dais dulzura y encanto a la vida. Creéis que no tenéis nada y yo, os aseguro que tenéis todo. Y cuando os comparo, en mi imaginación, con esos hombres tan seguros de si mismos que veo en todas partes, los arrojo de mi tribuna y los pongo a vuestros pies. Un abrazo desde esta tan lejana como bonita Huesca. 

 Luis Manuel Aranda Médico - Otorrino

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