domingo, 9 de septiembre de 2018

A nuestra hija Kuka


 A mi querida hija Kuka
Querida hija: Ayer, tras llegar de Zaragoza, tu madre me pasó tu mensaje de voz y me dijo…toma, contéstale, que quiere saber unas cosas de su vida. Pero yo venía mal, algo debió de sentarme peor en la comida y acostándome sin cenar, hoy he podido volver al equilibrio y fuerza necesarios como para sumergirme en el túnel del tiempo y andar sobre las difíciles olas de la memoria.
Tiene guasa la cosa, ahora que tanto tu madre como yo, andamos mucho más preocupados por el futuro( piso, jubilación, salud, etc, etc) que por el pasado, nos obligas a pararnos un poco para reflexionar.
Ahora, en que nos encontramos un poco “imbéciles”( del latín imbecillem: débil en grado sumo) y sólo nos quedan apenas fuerzas para seguir luchando contra las preguntas e inquietudes que nos traemos entre manos.
Mira, Kuka, alguien tiene dicho dicho que lo mejor que se puede hacer con el árbol genealógico es, no moverlo, en previsión de que nos puedan caer sobre la cabeza frutos podridos que desconocíamos andaban colgados en alguna perdida rama. Pues bien, indagar sobre el vínculo familiar, de la misma manera y a estas alturas de la vida, es ponerse a navegar sobre una ola, que pudiera dejarnos aún más mojados y tiritando de lo que esperábamos…son las cosas del psicoanálisis (el intento Freudiano de creer que anestesiando a los demás, así comenzó él, hipnotizando, podría sacarles confesiones de su vida anterior que ayudarían a curar la histeria de sus primeras pacientes).
Pero en fin, aunque tú bien sabes que a mí me gusta mucho más leer que escribir, dejo unos minutos un libro sensacional que me traigo entre manos…”Imperiofobia y Leyenda negra” y me pongo a reflexionar, a contestarte, una vez más, obedeciendo órdenes de tu madre, mientras ella, inteligencia práctica en estado puro, se ha ido a un campeonato de golf.
Te contesto, porque no queremos que el no hacerlo, pudiera añadir un posible cociente aún mayor de frustración con respecto a nosotros. Y porque sabemos que aunque en el sicoanálisis no puedan encontrarse todas las respuestas esperadas, la respuesta a tus preguntas sí que nos obligan como padres.
Egresar: salir de alguna parte( ¿a que no conocías esta bonita palabra castellana?), eso era lo que pretendía el padre del subconsciente, el buscar un posible hilo del ovillo, del que tirar hasta poder encontrar el fin de la madeja.
Pero resumo, que acabaré perdiéndome en disquisiciones que no te interesan:
Creo que nos esforzamos por daros una infancia feliz. Aquí, en Huesca, desterrados tu madre y yo, desde nuestra querida Andalucía de la que procedíamos, y tras aprobar una dura oposición en Madrid, tuvimos que abrirnos camino luchando más solos que una almeja. Tu madre dedicada íntegramente a vuestra niñez, mientras yo, entre hospital militar, consulta de la Seguridad Social y medicina privada, me encargaba de que .físicamente, no os faltara nada. Afortunadamente, ella supo suplir todas mis carencias de padre. Era el viejo reparto de papeles de aquél entonces. Y como tanto ella como yo, proveníamos de una familia numerosa, decidimos que su reproducción era lo deseado…y llegaste tú, la tercera de la saga, en un parto que fue el más fácil hasta entonces, proveniente de una joven y deportista madre que no paró de jugar al tenis hasta su avanzado embarazo.
Y, ya de bebé, no te ¨llevábamos¨, como preguntas, nos ¨llevabas”. Desde tu más tierna infancia, te rebelaste con un endiablado carácter capaz de darnos los mejores…y los peores momentos de nuestra existencia.
Recuerdo como ya, en tu preadolescencia, y no sabiendo que hacer, recurrimos a los servicios de un amigo psiquiatra infantil de Zaragoza que entre otras lindezas, te recetaba como “placebo”, un agua imantada en un frasco para reconvertir tu coco; frasco al que te faltaba tiempo para tirar por la ventanilla a la salida de la ciudad, mientras decías…”se ha creído este tío que soy tonta”.
Luego, ya no debo seguir por espacio, nos dejaste, para irte con la Selección nacional de un deporte de invierno por esos mundos de Dios, mientras nosotros seguíamos rezando y recordando, desde entonces y aún, hasta ahora, el viejo aforisma…tener hijos, es como jugar a la ruleta rusa. Eso, y aquello otro de San Agustin…Ama, ama siempre…que ya saldrá el sol!
Un abrazo muy fuerte, hija entrañable del alma.

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