martes, 3 de febrero de 2015

A COMIENZOS DEL SIGLO XXI





Articulo publicado en El Diario del Altoaragón

El siglo XIX, el siglo idiota de Flaubert, acabó con la certidumbre del Desastre del 1898 y el XX acabó como el siglo de las Ciencias y el de Internet, pero también como el tiempo en que quisieron matarnos física y espiritualmente, por lo que también ha sido llamado el siglo asesino: el de las masas, el de las dos Guerras Mundiales, de nuestra Guerra Civil, del nihilismo, el de los fundamentalismos de todo género y el de la democracia que aún no ha resuelto su gran drama... el de conciliar ética y política (Aranguren).
Sensaciones todas ellas tan depresivas como la del 1898.
Sin embargo, hasta hace unos pocos años, todo parecía estar codificado y las tragedias personales eran más llevaderas, y la vida una ecuación sencilla, de esas de A+B=C. Cada uno de nosotros, tenía unos pocos familiares y amigos que constituían un micromundo en donde se podía encontrar el bien, el mal, los esfuerzos, la nada y hasta los sobreesfuerzos titánicos y ejemplares para salir hacia otras escalas sociales, sin las ofensivas e hirientes políticas de atajos y pelotazos que todos hemos conocido posteriormente.
Las necesidades sociales llevaban aparejadas un auténtico valor añadido... la capacidad de soñar con mundos mejores. Y como estamos hechos del material del que están hechos los sueños, prevalecía una armonía psicosocial que ayudaba a sobrellevar la vida, a ir tirando. La felicidad de la pobreza.
Pero sin darnos cuenta y cual si de una epidemia se tratara, el mundo se nos fue llenando de contaminantes idiotas y de traficantes de deseos llenos de palabrería que han pretendido convencernos de que la auténtica felicidad debe pasar por estar siempre gastando, clónicamente informados y... uniformados.
Cómo si aquello que nos enseñaron, lo del soñar y ensimismarnos a título personal, fueran valores trasnochados, propios de cavernícolas ascetas.

El otro día oía que un jerifalte mediático le decía a un contertulio que hoy lo más "in" está en la acción, los viajes y los idiomas.
Oiga! déjeme "out", que Ud. es de los que quita la soledad y no da ninguna compañía, pensaba yo decirle, cual Unamuno, si hubiera podido contestarle. Qué elemento!
Acaba uno acordándose de aquel proverbio africano, que más que a proverbio huele a profunda profecía: "cuánto más ascienda el mono, más se le podrá ver el culo" .

Lo del espíritu, a este comienzo de siglo, no puede parecer más desastroso cuando uno hace balance. Vemos en auge el desarrollo de la cultura de la insatisfacción y del deseo en la que los psiquiatras no dan abasto, con sus consultas llenas de neurosis de amas de casa y de toda índole, pidiendo ayuda porque viven atormentados con problemas de identidad..." - doctor, creo que no me he realizado como persona o como mujer!". Y eso en la consulta de la mañana, porque por la tarde tendrán que llevar a sus anoréxicas hijas a las que la Tv. hortera de cada día les sugiere que no dan ni la mitad de las tallas de la Noami Campbell.

En casa queda mientras el atormentado padre intentando hacer un mal pan con las pocas hostias de su salario y lo que Hacienda, la Loto, la ONCE, el envío obsesivo de sus sms y las quinielas le dejan. Además, siguiendo pérfidas incitaciones no sabe si embarcarse en Canal Plus o en Vía Digital, acogerse al CECA o al MIBOR, a la renta fija o a la variable. Tiene además que operarse de la nariz y su médico le ha dado a elegir entre la técnica de Killian, la de Joseph o la de Cottle. Y un compañero de oficina le acaba de dar una nueva identidad, la www.tontoera@tonto.es, que le tiene mosqueado, mientras medita, el pobre, lo mal que está sobreviviendo al Euro, porque como es conservador de toda, eso de haberse transfugado, con tanta frivolidad, no como hicieron los ingleses, de una moneda a otra, le parece a estas alturas, que no fue lo correcto. Una infidelidad impropia de él, un hombre puro, de esos de patriotismo de copa de cognac y faria. ¡Menudo gazpacho mental!
Para colmo, leyendo la correspondencia de todos los días, encuentra nuevos motivos para su crispación, para su cabreo permanente. Le escriben pidiéndole un SOS y pretendiendo embargarle el alma los Médicos Mundi, la Ayuda al Tercer Mundo, la Asociación de la Lucha Contra el Cáncer, Unicef, Lesbianas sin Fronteras, los Amigos del Sepulcro del Cid, la Asociación contra las Recaídas de los que Nacieron Tontos y los Amigos del Perro del Rabo Amarillo, cartas todas ellas llenas de auténticas emociones perturbadoras. Y no sabe a quién dirigir sus ayudas, sabiendo como sabe que un amigo que tenía, vago pero listillo, está viajando mucho en clase preferente y engordando excesivamente a costa del hambre que dice paliar y el cáncer que ayuda a desterrar.

Risible, si no fuera patético, es verdad, pero son los auténticos palos con los que se está construyendo el mal sombrajo de nuestra presente civilización. Con mucha información alrededor, pero con más angustia cada día y más soledad que la de una almeja, que diría un catalán, aunque el portátil le sirva a veces para hacernos creer lo contrario mientras pasea por la calle.
Inventos neomodernos todos ellos y tábanos tan molestos y postizos como el del nacionalismo vasco, gallego o catalán, aunque estos sean aún mucho más inquietantes a efectos psicofísicos.


Y es que a lo peor habrá que concluir que quien añade información puede añadir dolor a su vida, en esta inacabada modernidad.
Sabíamos que vivíamos apoyándonos en un 70% de comunicación no verbal, y que era la inteligencia emocional con su correlato de miradas, contacto físico y elocuentes silencios lo que fundamentalmente nos redimía como personas, lejos de tanto frío y parlanchín medio electrónico, los mass-media, a pesar de que los psicólogos piensen y digan que hablando se puede arreglar todo, otro topicazo más.
Me acabo preguntando siempre si no querré tanto a mi perro por lo poco que me habla y lo mucho que me quiere. Es verdad que a veces ladra y entonces me inquieto tanto
- Como oyendo una tertulia radiofónica o televisiva.
- O cuando entro en una farmacia y me encuentro al Sr. farmacéutico tomando la tensión a un acongojado ciudadano mientras le habla de las cosas compensadas y descompensadas.
- O cuando leo que algún miembro de la Asociación para la defensa de la Sanidad Pública vaticina que fuera de esa cosa pública no habrá salvación... enemigos muchos de ellos en el fondo de sus almas de los dolores compartidos en inhumanas habitaciones comunes.
- O cuando oigo a algún galeno cursi hablar de la medicina basada en la evidencia.
Sin morirse de vergüenza ninguno de ellos.

¡Ah!, salvaría siempre a la palabra escrita, si se me permite la petulancia. La única compañera fiel en la vida. Sin ella no hubieran existido González Ruano, el Quijote ni Crimen y Castigo, el gran libro de la culpa y los remordimientos por las cosas mal hechas.