miércoles, 3 de abril de 2019

LAS AGRESIONES MÉDICAS


LAS AGRESIONES MÉDICAS

A estas alturas, a finales de mi vida profesional, me gustaría, como comprenderán, cantar alegremente sobre las excelencias de mi Colegio de médicos, como ente capaz a lo largo de sus años de haber hecho cosas útiles tanto en nuestra defensa personal como profesional, pero por muchas vueltas que le doy a la cosa, sólo soy capaz de encontrar migajas y lamentos como los que siguen.
Así es que antes que las telarañas de mi presbicia me lo impidan, y viendo lo visto, no quiero dejar pasar más mi silencio cómplice, mirar para otro lado ante este creciente y alarmante problema de las agresiones a sanitarios tan en auge.
De sobra sabemos, como bien apunta Andrés Trapiello en su último libro, que en España se ha maltratado secularmente a los libros, a los niños y a las mujeres, ante la indiferencia de todos. Pero, por el contrario, los padres, médicos, policías y profesores, hasta los años ochenta, aún vivíamos como en una burbuja respetable, como en un cerrado paraíso, un hortus  conclusus, que diría un clásico, en donde nuestro esfuerzo y mérito eran socialmente debidamente considerados y respetados, casi sagrados, vamos.
Pero llegó la mala política, la peor educación y la degradante Tv con el corruptor mensaje de que la norma moral de los nuevos tiempos, debería de ser el que casi no hubiera normas morales y comenzó la confusión mental, cuando no el enfrentamiento y el encono social entre lo políticamente correcto imperante(…lo del dejar hacer, lo del amiguismo con los hijos, y lo del aquí nadie es más que nadie, entre otras muchas lindezas) .Entre eso y lo políticamente incorrecto de los viejos valores aprendidos y heredados de siglos y siglos de pulimento cultural, filosófico y moral: las cosas que nos habían venido ayudando a mantener unida tanto nuestra coherencia e identidad individual como colectiva, librándonos de la desintegración personal y nacional, como F. de Azúa tiene sabiamente dicho.
La consecuencia del choque de trenes social, está a la vista: una degradación de la convivencia tanto a nivel personal como regional, cada día más preocupante.
Y, ¿donde podía conducirnos lo expuesto anteriormente, de forma sucinta y simplista, tras haber fallado tan estrepitosamente tanto la buena educación como la nefasta Tv y su peor influencia?
En la India, por ejemplo, las vacas son sagradas y todos sabemos, y ellos mejor, lo que hay que hacer con ellas, mientras que en España tenemos que convivir aterrados cada día con una ascendente violencia que traspasando lo doméstico, se va extendiendo como mancha de aceite a todos los ámbitos, hasta haber llegado a nuestro ejercicio profesional.
Así es que ahora, y a toro pasado, como suele hacer la Iglesia ( aunque ella, bien es verdad, ha sabido pedir perdón por haber preferido mirar para otro lado durante siglos), vemos con tanta rabia como pena, el que nuestro Colegio de médicos y sindicatos, hayan decidido, al fin, denunciar y alertar a la sociedad sobre la nueva infección sufrida por los sanitarios españoles en el ejercicio de su dura, abnegada y cada día menos respetada profesión.
Y lo hace mediante la simpleza de una pancarta en su fachada colegial, sin ninguna autocrítica elemental previa sobre su continuado mirar para otro lado a lo largo de todas las agresiones que sus colegiados hemos venido sufriendo a lo largo de años, tanto de la Administración, como del entramado político impuesto, denostador y  ninguneador de toda la fabulosa Sanidad pública que habíamos sabido construir entre todos sus auténticos artífices, médicos, enfermeros y personal auxiliar.
¿O es que acaso recuerda alguien a nuestra estructura colegial batiéndose el cobre y denunciando, por ej. el escaso tiempo/paciente que dicen tener nuestros queridos, sufridos y quemados médicos de cabecera…o que cada Autonomía haya hecho de su capa un sayo en materia sanitaria…etc, etc? Por contra, algo que, lamentablemente, podemos recordar algunos y no hace tanto, es ver haciendo a nuestro  patético colegio campaña por la sanidad pública, contra los intereses estatutarios de todos nosotros, médicos de asistencia privada.
Brotan estas líneas, al hilo de mi personalísima memoria personal sanitaria, de las heridas aún sin cicatrizar y de los agravios recibidos. Verán, por los años ochenta era, cuando recién destinado uno a esta ciudad tras haber aprobado una dura oposición de carácter nacional en Madrid, tuve que compatibilizar un tiempo mi destino con una plaza de Urgencias móviles. Algo realmente terrible, la medicina que todo el mundo procuraba eludir, en que se trabajaba de cinco de la tarde a nueve de la mañana del siguiente día, asistiendo a toda la ciudad, aportando coche y combustible, sin móviles ni buscapersonas alguno que ayudara, en la más absoluta soledad y desamparo.
Pues bien, en aquellas circunstancias, una madrugada y por no querer hacer unas recetas a un personaje sin cartilla de la S. S , pero “con amistades políticas” según me daba a entender mientras me las exigía, fui agredido. Afortunadamente, mi corpulencia y preparación física, me libraron de una tragedia mayor. Pero aunque denunciado de inmediato el hecho, no pude evitar el que a los dos días apareciera una página entera en El Periódico, sin firma alguna, como firman los valientes, comunicando a los aragoneses poco menos el que algo así como un forajido-médico-pistolero andaba suelto por Huesca, mientras yo, echando mano de influyentes amigos de Zaragoza, llegué hasta la dirección del periódico, para enterarme por fin, que el libelo había sido escrito a instancias del entonces jefe médico provincial, un hombre cuyo sectarismo podía caber en un tonel, pero cuya ciencia médica, de sobra lo sabemos a estas alturas, nunca cupo más que en una pequeña Caja. Y escrito al dictado, según mi informador, por un escribidor, auténtico “chevalier servant” y  autotitulado periodista sin título, que aún, muchos años después, sigue dándonos la murga en prensa, sin pudor alguno, siempre que hay que limpiar de forma periódica, el polvo de las trincheras de alguna sierra cercana.
Pueden creérselo, pero es lo que puede llegar a dar de sí la miserable condición humana. Que eran tiempos de ir desmontando, decían, a la prestigiosa clase médica imperante, y todo mérito era poco, para el personalísimo alpinismo social y político tan en boga desde entonces.
Pues bien,¿creen Vdes que el Colegio de médicos en aras de la solidaridad y el más básico humanismo para con sus colegiados , tuvo la elemental cortesía y justicia como para llamarme, consolarme e informarse de lo ocurrido? Faltaría más. Algo habrá hecho!, debieron de pensar, en aquellos tiempos en que no podía caber en cabeza alguna el que “un médico casi sagrado” pudiera ser agredido…A mí se me pudo humillar, pero lo terrible es que no se hizo medicina preventiva alguna, como para evitar que por aquellos polvos, pudiéramos llegar a todos los lodos actuales.
¡Ay, los pecados de acción y por omisión de nuestro pobre Colegio de médicos! En el tintero dejo, otros varios de acción/omisión, por si se precisase en alguna defensa y respuesta futura sobre lo antedicho. Que meter la mano en estos asuntos colegiales, créanlo, es como meter la mano en un cesto de cerezas…que tira uno de un ramo y te pueden salir tres.
Así es que, cuando con los recuerdos sangrantes aún, a pesar del tiempo pasado, el Colegio me concedió hace unos años unos 300 euros por su convocado premio literario Miguel Servet, decidí no recogerlos, sino dejarlos en forma de unos diez ramos de flores para los compañeros que pudieran estar ingresados por algún padecimiento. Por aquello de no hacer aprecio de alguien que no ha hecho mérito previo alguno. Sintiéndome sólo entonces, vengado por tanto desprecio suyo anterior. Caprichos del alma .
Posdata: Me pasa con el Colegio de médicos de Huesca, lo que siempre me acaba ocurriendo con la lectura del descubrimiento de América…que tras estudiar su proceder y evaluar sus conquistas, suelo quedar estupefacto.

Luis Manuel Aranda
Médico Otorrino
Huesca