LAS AGRESIONES MÉDICAS
A estas alturas, a finales de mi vida profesional, me
gustaría, como comprenderán, cantar alegremente sobre las excelencias de mi
Colegio de médicos, como ente capaz a lo largo de sus años de haber hecho cosas
útiles tanto en nuestra defensa personal como profesional, pero por muchas
vueltas que le doy a la cosa, sólo soy capaz de encontrar migajas y lamentos
como los que siguen.
Así es que antes que las telarañas de mi presbicia me lo
impidan, y viendo lo visto, no quiero dejar pasar más mi silencio cómplice,
mirar para otro lado ante este creciente y alarmante problema de las agresiones
a sanitarios tan en auge.
De sobra sabemos, como bien apunta Andrés Trapiello en su
último libro, que en España se ha maltratado secularmente a los libros, a los
niños y a las mujeres, ante la indiferencia de todos. Pero, por el contrario,
los padres, médicos, policías y profesores, hasta los años ochenta, aún
vivíamos como en una burbuja respetable, como en un cerrado paraíso, un hortus conclusus, que diría un clásico, en donde
nuestro esfuerzo y mérito eran socialmente debidamente considerados y
respetados, casi sagrados, vamos.
Pero llegó la mala política, la peor educación y la
degradante Tv con el corruptor mensaje de que la norma moral de los nuevos
tiempos, debería de ser el que casi no hubiera normas morales y comenzó la
confusión mental, cuando no el enfrentamiento y el encono social entre lo
políticamente correcto imperante(…lo del dejar hacer, lo del amiguismo con los
hijos, y lo del aquí nadie es más que nadie, entre otras muchas lindezas) .Entre
eso y lo políticamente incorrecto de los viejos valores aprendidos y heredados
de siglos y siglos de pulimento cultural, filosófico y moral: las cosas que nos
habían venido ayudando a mantener unida tanto nuestra coherencia e identidad individual
como colectiva, librándonos de la desintegración personal y nacional, como F. de
Azúa tiene sabiamente dicho.
La consecuencia del choque de trenes social, está a la
vista: una degradación de la convivencia tanto a nivel personal como regional,
cada día más preocupante.
Y, ¿donde podía conducirnos lo expuesto anteriormente, de
forma sucinta y simplista, tras haber fallado tan estrepitosamente tanto la
buena educación como la nefasta Tv y su peor influencia?
En la India, por ejemplo, las vacas son sagradas y todos
sabemos, y ellos mejor, lo que hay que hacer con ellas, mientras que en España
tenemos que convivir aterrados cada día con una ascendente violencia que
traspasando lo doméstico, se va extendiendo como mancha de aceite a todos los
ámbitos, hasta haber llegado a nuestro ejercicio profesional.
Así es que ahora, y a toro pasado, como suele hacer la
Iglesia ( aunque ella, bien es verdad, ha sabido pedir perdón por haber
preferido mirar para otro lado durante siglos), vemos con tanta rabia como
pena, el que nuestro Colegio de médicos y sindicatos, hayan decidido, al fin,
denunciar y alertar a la sociedad sobre la nueva infección sufrida por los
sanitarios españoles en el ejercicio de su dura, abnegada y cada día menos
respetada profesión.
Y lo hace mediante la simpleza de una pancarta en su
fachada colegial, sin ninguna autocrítica elemental previa sobre su continuado
mirar para otro lado a lo largo de todas las agresiones que sus colegiados
hemos venido sufriendo a lo largo de años, tanto de la Administración, como del
entramado político impuesto, denostador y
ninguneador de toda la fabulosa Sanidad pública que habíamos sabido
construir entre todos sus auténticos artífices, médicos, enfermeros y personal
auxiliar.
¿O es que acaso
recuerda alguien a nuestra estructura colegial batiéndose el cobre y
denunciando, por ej. el escaso tiempo/paciente que dicen tener nuestros
queridos, sufridos y quemados médicos de cabecera…o que cada Autonomía haya
hecho de su capa un sayo en materia sanitaria…etc, etc? Por contra, algo que,
lamentablemente, podemos recordar algunos y no hace tanto, es ver haciendo a
nuestro patético colegio campaña por la
sanidad pública, contra los intereses estatutarios de todos nosotros, médicos
de asistencia privada.
Brotan
estas líneas, al hilo de mi personalísima memoria personal sanitaria, de las
heridas aún sin cicatrizar y de los agravios recibidos. Verán, por los años
ochenta era, cuando recién destinado uno a esta ciudad tras haber aprobado una
dura oposición de carácter nacional en Madrid, tuve que compatibilizar un
tiempo mi destino con una plaza de Urgencias móviles. Algo realmente terrible, la
medicina que todo el mundo procuraba eludir, en que se trabajaba de cinco de la
tarde a nueve de la mañana del siguiente día, asistiendo a toda la ciudad,
aportando coche y combustible, sin móviles ni buscapersonas alguno que ayudara,
en la más absoluta soledad y desamparo.
Pues
bien, en aquellas circunstancias, una madrugada y por no querer hacer unas
recetas a un personaje sin cartilla de la S. S , pero “con amistades políticas”
según me daba a entender mientras me las exigía, fui agredido. Afortunadamente,
mi corpulencia y preparación física, me libraron de una tragedia mayor. Pero
aunque denunciado de inmediato el hecho, no pude evitar el que a los dos días
apareciera una página entera en El Periódico, sin firma alguna, como firman los
valientes, comunicando a los aragoneses poco menos el que algo así como un forajido-médico-pistolero
andaba suelto por Huesca, mientras yo, echando mano de influyentes amigos de
Zaragoza, llegué hasta la dirección del periódico, para enterarme por fin, que
el libelo había sido escrito a instancias del entonces jefe médico provincial, un
hombre cuyo sectarismo podía caber en un tonel, pero cuya ciencia médica, de
sobra lo sabemos a estas alturas, nunca cupo más que en una pequeña Caja. Y
escrito al dictado, según mi informador, por un escribidor, auténtico “chevalier
servant” y autotitulado periodista sin título,
que aún, muchos años después, sigue dándonos la murga en prensa, sin pudor
alguno, siempre que hay que limpiar de forma periódica, el polvo de las
trincheras de alguna sierra cercana.
Pueden
creérselo, pero es lo que puede llegar a dar de sí la miserable condición
humana. Que eran tiempos de ir desmontando, decían, a la prestigiosa clase
médica imperante, y todo mérito era poco, para el personalísimo alpinismo
social y político tan en boga desde entonces.
Pues
bien,¿creen Vdes que el Colegio de médicos en aras de la solidaridad y el más
básico humanismo para con sus colegiados , tuvo la elemental cortesía y
justicia como para llamarme, consolarme e informarse de lo ocurrido? Faltaría
más. Algo habrá hecho!, debieron de pensar, en aquellos tiempos en que no podía
caber en cabeza alguna el que “un médico casi sagrado” pudiera ser agredido…A
mí se me pudo humillar, pero lo terrible es que no se hizo medicina preventiva
alguna, como para evitar que por aquellos polvos, pudiéramos llegar a todos los
lodos actuales.
¡Ay,
los pecados de acción y por omisión de nuestro pobre Colegio de médicos! En el
tintero dejo, otros varios de acción/omisión, por si se precisase en alguna
defensa y respuesta futura sobre lo antedicho. Que meter la mano en estos
asuntos colegiales, créanlo, es como meter la mano en un cesto de cerezas…que
tira uno de un ramo y te pueden salir tres.
Así
es que, cuando con los recuerdos sangrantes aún, a pesar del tiempo pasado, el
Colegio me concedió hace unos años unos 300 euros por su convocado premio
literario Miguel Servet, decidí no recogerlos, sino dejarlos en forma de unos
diez ramos de flores para los compañeros que pudieran estar ingresados por
algún padecimiento. Por aquello de no hacer aprecio de alguien que no ha hecho
mérito previo alguno. Sintiéndome sólo entonces, vengado por tanto desprecio
suyo anterior. Caprichos del alma .
Posdata:
Me pasa con el Colegio de médicos de Huesca, lo que siempre me acaba ocurriendo
con la lectura del descubrimiento de América…que tras estudiar su proceder y
evaluar sus conquistas, suelo quedar estupefacto.
Luis
Manuel Aranda
Médico
Otorrino
Huesca
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