domingo, 16 de diciembre de 2018

EL IBUPROFENO


EL IBUPROFENO

Zapatero, a tus zapatos, dice uno entre tantos y tantos refranes que han configurado nuestro ser, pensar y existir español. Pues bien, nuestro desgobierno actual, el afectado de aluminosis, en lugar de ejercer implorando la vieja sabiduría, ha preferido recurrir al intrusismo profesional más simplón para, primero, hacer un mal diagnóstico: Cataluña está inflamada, y, secundariamente, en función del error anterior, aplicarle un pobre e inútil tratamiento.
Nos lo ha dicho el otro día el ministro Borrell, que como catalán debe de conocer mejor que nadie las enfermedades de su tribu. Por eso habían decidido él y los suyos tratarla con el consabido Ibuprofeno e incluso con diálogo, el otro parche Sor Virginia. Y eso, aun sabiendo que el gobierno anterior y hace bastante poco, ya había aplicado sin mucho efecto, una medicina ligh, un genérico de a 155 efectos secundarios, en la creencia de que el edema cerebral, tan extendido entre los enfermos de egotismo nacionalista, sobre todo en los más graves, los CDR (los cascados de la razón), iba a ser un tratamiento definitivo, cuando los médicos sabemos mucho mejor que nadie, el que los placebos pueden detener la angustia y el miedo, pero que con ellos jamás se pueden vaciar las cabezas que están o llenas de odio o de nanas con las que acunar a  cualquier hijo pequeño sobre el “fet diferencial”. Sí, esa enfermedad que les produce el creerse diferentes, más altos, más honrados y vaya Vd. a saber si hasta a ser más guapos que cualquiera de nosotros, tal es su desvarío.
Sr. Borrell, pero que cabreados nos tienen Vdes., si creemos lo que les han dicho en Andalucía, por su mala política de paños calientes, mientras todos los demás vemos hundirse a su tierra en las arenas movedizas de su maloliente Procés. Pero qué error, tratar tan bisoñamente el totalitarismo de allá, casi un conflicto religioso, con su fanática fe y todo en el cielo particular inventado y por llegar!
Hasta un R-1, médico residente de primer año, les habría dicho que, dada la clínica, el Procés es más bien como una gangrena, como una obstrucción de la vida social catalana, que está pudriendo su economía, amistades, familia y ancestral convivencia. Una enfermedad grave ,sin duda,que está pidiendo a gritos la amputación con una contundente cirugía, de esas en las que los médicos tenemos que poner lo mejor de nuestra testosterona y arrojo, aunque haya que hacerlo con lágrimas en los ojos .
Mire, otra cosa que los médicos conocemos mucho mejor que todos Vdes, es que en la fase de exaltación más delirante, en un ataque de histeria cualquiera, los antiinflamatorios no sirven para nada. Así es que el tratamiento, cuasi homeopático impartido por su gobierno no ha sido otra cosa que una pérdida preciosa de tiempo, tan grave como ocurre en medicina. Confundir el diagnóstico, por su parte, huele a vergonzante retórica barata o a pardillez aguda, más propia de gobernantes que hasta pueden dejarse escupir por sus amigos-aliados.
Vuelvan a considerarlo con mayor objetividad, a los nacionalistas hinchados de ego y odio, de desamor, no se les puede dispensar ni esa vulgar medicina ni tan siquiera la otra, la del amor. Simplemente porque son alérgicas a esa terapia que a casi todos suele curarnos.
Los demás, lo tenemos claro, a los hijos mayorcitos que se quieren ir de la casa paterna, no se les debe nunca dar ibuprofeno, para deshincharles las ganas. Sencillamente, se les abre la puerta de la salida. El problema surge, es más grave, cuando quieren irse con las joyas de todos, o quedarse, por el contrario, a vivir en ella, mientras, ingenuos, ambiciosos o insensatos, invitan a irse a los demás, a probar a ver si cuela.
¿Qué haría la sociedad con nosotros, los médicos, si ante un proceso obstructivo vascular, una gangrena como la comentada, propusiéramos a la familia el tratarla con palmaditas en la espalda y diálogo más que con radical y salutífera amputación?. Dejen ya de seguir humillándonos a todos nosotros con su mefítica, maloliente, política de pactos y actuaciones contra natura , mire que van a acabar, ya lo han visto en Andalucía, como aquellos de la caída del  Álamo, que ni tan siquiera eran sus ochenta y cuatro componentes de la Cámara Baja, sino unos ciento cincuenta héroes de los que no quedó ni uno para contarlo. Tiempo al tiempo.
Y termino acordándome de un referente y universal catalán, el gran Serrat, al que un buen día oí decir el que todos deberíamos intentar el pasar por la vida con un único mandamiento: el de intentar querer siempre a los demás para poder llegar a ser luego queridos. Acordándome de él y de otro refrán, como empecé…”díme con quién andas y te diré quién eres” .
Acabo pensando, finalmente y con tristeza, en todas sus malas compañías, sus aliados necesarios, y en todo el porqué de la gran desafección nuestra hacía la clase política, mientras me viene a la cabeza un poemita del gran Walt Whitman…”¡quién permite que alguien humille a los demás/ me humilla a mí”. Pues eso.

Luis Manuel Aranda
De la Sociedad española de médicos escritores