domingo, 9 de febrero de 2020

BOTELLA DE NÁUFRAGO


BOTELLA DE NÁUFRAGO

Era por la Navidad de 1.999 cuando nuestro querido y admirado vecino y escritor D. Antonio Muñoz Molina nos regalaba su último libro…Pura Alegría, y como uno andaba joven aún sin las suficientes lecturas, me supo a gloria el leer sus disquisiciones esclarecedoras sobre la creación literaria. Posteriormente, otros autores fueron aclarándomelo todo, diciéndome cosas como eso de ”cuando un libro se escribe, es la humanidad entera la que lo hace”, o bien leyendo las cristalinas y sinceras confesiones de Savater, imputando al gran filósofo Ciorán casi el origen y las inspiración de toda su obra.
Tras empaparme de su “Pura Alegría”, no pude evitar el mandarle las palabras que siguen; y lo hice a través de su editorial, en una época en que las cosas de la comunicación no eran como ahora, pero la cosa quedó sin respuesta alguna e imaginando a mi vez que había hecho el canelo…o bien que como un naúfrago, simplemente había lanzado una botella al mar de la vida, pero ahora, limpiando la casa de papeles viejos, aparecen aquellas letras que ,me van a permitir compartir con Vdes, porque hablan de cosas de infancia y agradecimiento, siempre eternas y válidas. Le decía…
         Querido maestro: La lejanía tiene indudablemente sus ventajas, No sólo es la añoranza, sino que mucho más grande es el beneficio del ensueño que nos proporcionan los kms. y kms. de distancia que separan de nuestra querida tierra y nuestra infancia. Y, soñando estaba en esta tierra del Altoaragón, en la que vivo desde hace demasiados años, cuando cayó en mis manos hace tiempo “El Jinete Polaco”. No se puede imaginar lo que agradecí sus memorias. Sumergirme de nuevo en El Sistema Métrico, en donde mi pobre madre comprándome  con mil esfuerzos mi primer traje me hizo entender que había derecho a la esperanza, y volver a pensar en Ramiro el Retratista( supuesta casa Baras) ,visita obligada tras la comunión y desde Sabiote, fue todo un cúmulo de conmovedoras emociones, aunque en su obra no estuvieran los Biedmas, la gran catedral laica y comercial de entonces, en donde los niños pobres de la periferia de su gran y rico pueblo, Mágina, creíamos ver todo el emergente y simpático poderío económico de nuestra querida tierra.
Luego he podido ir siguiendo su singladura literaria con Beltenebros, Un invierno en Lisboa y tanta y tanta obra andantes y felices por mis estanterías .Imagínese habiendo sido servidor un “D.Mercurio “militar, como entendí y me reí con su Ardor Guerrero, después de haberme pasado casi quince años en aquella empresa.
Al acabar la carrera de Medicina en Madrid, tras haber pasado metido en el diario calorcillo del Ateneo sus seis años, la vida me hizo médico militar y caprichosamente me extrusó a Huesca, en donde nos hemos adaptado perfectamente gracias a saber sonreír, en esta adusta tierra de célebres anarquistas, y a nuestra profunda afición a perdernos andando entre el silencio de nuestros maravillosos valles Pirenaicos.
Bueno, gracias a ello y a pequeños trucos que cultivamos para que el destierro sea más llevadero. Todos los años, por Semana Santa, intentamos bajar a comprar orégano y aceite en la plaza de abastos de su pueblo, mientras dedicamos un recuerdo a su padre. Así nos llenamos de sabores infantiles hasta el siguiente año, el desarraigo de cada día.  Entre eso y el poder verle a Vd. en alguna ocasión tomando plácidamente una cerveza con los suyos en el patio del Parador de Úbeda, creemos haber cumplido sobradamente con el cupo de respeto debido al cada día más añorado terruño. Cosas de la edad, dice mi mujer.
Todo este farragoso e inevitable prólogo, no pretende más que acabar encuadrando mi agradecimiento por su obra y por su lúcida sensatez en este desquiciado país, otrora llamado España, en el que por si todos los elementos de preocupación social no fueran pocos, me he encontrado con una minusvalía personal, un menoscabo añadido., con una verdadera angustia. Verá, a mi edad, con cincuenta tacos entonces (…quién los pillara!), tras consolidar mi vida profesional y familiar, y cuando apenas me quedaban placeres por explorar, me aparecieron sin avisar y hace unos años, unos extraños dolores, como de parto, que sólo se mitigaban cogiendo una pluma y echando fuera la rabia por tanta y tanta cosa vivida. Comencé a escribir artículos, en suma, y sin saber por qué, como  Vd. mismo hizo en aquél periódico de Granada en sus años mozos. Y desde entonces, mis días se han ido llenando de un extraño desasosiego, mezcla de sabor agridulce. Dulce por el placer de la letra impresa y el reconocimiento de mis cuatro pacientes que, temerosos de posibles cirugías futuras, siempre procuran halagarme, y agrio, a la vez, por saber que muchas de las ideas de fondo, no eran sino maduros frutos de mis muchas lecturas y la buena memoria, no ajena al posible plagio.
Pero me acaba de caer del cielo su último libro…Pura Alegría y sus divagaciones sobre la creación literaria y todas sus verdades,han acabado por reconciliarme conmigo mismo , extirpándome toda la empanada mental que me zahería. Créame que ha sido el mejor regalo de Reyes que últimamente había recibido..
Sólo me queda decirle que si algún día visita el Altoaragón, en Huesca capital y en Jaca tiene su casa. Avíseme para enseñarle esta preciosa tierra, casi tan bonita como Sierra Mágina y en donde podrá encontrar hasta sabores de aquellos lejanos cerros.
Gracias una vez más por su obra última, todas sus sabias reflexiones y por haberme recreado hace años, profundos recuerdos de infancia y juventud que tenía casi perdidos. De nuevo y gracias a ella, puedo encontrarme  cuando me lo demanda la morriña…como sumergido en “la tienda del Paso”.
Reciba un agradecido y cariñoso abrazo
Luis Manuel Aranda
Médico Otorrino-Huesca



domingo, 2 de febrero de 2020

LA ESPAÑA VACIADA


LA ESPAÑA VACIADA

La he vivido y disfrutado mucho antes de que se hiciera mayor ahora y anduviera de boca en boca. Hace ya muchos años, cuando tres íntimos compañeros de carrera, viviendo alejados, decidimos que no había mejor terapia para conservar la amistad que el regarla, perdiéndonos anualmente y por mayo en bici, en una región de nuestra increíble, maravillosa y querida España. Así es que, alejados de trabajo, familia y todas las toxicidades de la vida moderna, pudimos recorrerla viviendo experiencias tan constructivas como inolvidables. Y como Magallanes hiciera con sus etapas hasta dar la vuelta al mundo, nosotros pudimos recorrer, vía caminos posibles, desde La Coruña a Valencia y desde Sevilla a Santiago, mientras veíamos por sus mil rincones a sus menguados héroes, viviendo como auténticos Robinsones del medio rural, en aquellas como islas desiertas sin nada ni nadie, en sus paradisíacos pueblos, antaño tan sostenibles y llenos de vida, con casi todos los servicios a su alcance, pero de los que sus vecinos tuvieron que emigrar, porque los políticos de turno, siempre instalados en el cortoplacismo consabido, sólo pensaron en polígonos y más polígonos industriales, en aquellas regiones a las que había sempiternamente que contentar con el “panem et circus” tan necesarios para su amansamiento y doblez social.
La visión corta capaz de generar tanto el monstruo que nos ocupa, de la España vacía, como el del Procés, por haber mirado para otro lado, aunque en otro orden de cosas. Con ello, bien es verdad que llenó las neveras vacías de muchos necesitados españoles, pero como efecto secundario inevitable, iba vaciando nuestros pueblos, en los que han quedado sólo los auténticos y escasos supervivientes de la necesidad y el silencio. Las pobres gentes que apenas necesitan nada para nada.
   Oiga, ¿pero es que no hay mujeres por aquí? Preguntaba en aquellos viajes a dos viejecitos de una aldea soriana.
  No, mire sr. turista, aquí las mujeres están tan claras como los obispos…con una por provincia y no en todas. Fíjese que aquí, por la guerra, hasta ni nos enteramos ni murió nadie, porque es que éramos tan pobres, tan pobres, que es que no teníamos ni ideas, se nos respondía esbozando una picarona y tímida sonrisa. Sentados ellos, dos pobres viejos, en el lado soleado de la tapia, mientras se descuajaban la mandíbula a bostezos, viviendo en aquél silencio ensordecedor, sin tan siquiera tener la suerte de poder disponer de alguien a quién abrazar,  y con la sola compañía del recuerdo de aquellos años en que había médico, maestro , guardia civil y hasta cura para dar el pasaporte. Cosas luego desactivadas por los gobiernos de turno, para dejarlos llenos de la maleza-selva virgen de los mil incendios, como de todos los jabalíes del mundo, tan invasores los unos como los otros.
Pero aquellas espantosas ciudades, nacidas al necesario calor del cuerpo, comidas ya, han caído en la cuenta de que por vivir sólo de pan, su insatisfacción es lamentable y han decidido caer en el neoromanticismo de la vuelta a la tierra, alejarse en suma de toda la pornopolítica e infoxicación actual, tan aburridas como cansinas. Volver a la naturaleza, al relajante alimento espiritual, tan lleno de sosiego, como de calma y silencio enriquecedor.
Había pan en la ciudad, es verdad, aunque algunos tuvimos que buscarlo entre espinas, pero ellas, las ciudades con su falta de alma, han acabado por enseñar el camino de progresar, aunque sea dando un paso atrás, como ha pasado en otros momentos históricos. El paso de salir de la zona de confort habitual, de mirar para otro lado, para constituir como ha hecho Teruel por ejemplo, hasta asociaciones de electores capaces de hacer su propia política. Para ponerse a la cabeza de la moda imperante, en medio de su desierto demográfico, intentando luchar para conseguir una vuelta a la vida sencilla, a fomentar sitios para vivir hechos más a la medida del hombre.
Ellos, los políticos que desvistieron a un santo para vestir a otro que ahora, ni nos gusta ni es capaz de satisfacer todas nuestras necesidades y exigencias. Los que dejaron en los huesos a nuestros montes, aldeas y pueblos para vestir a tanta y tanta periférica Autonomía y ahora, los muy  ingenuos, quieren hacernos creer que lo van a resolver a golpe de latigazos de fibra óptica.
Pero acabarán siendo, no las fibras mágicas, sino las asustadas familias en paro y con niños que sacar adelante, las que están mirando y comenzando a redimir a nuestros pueblos. Puede ya verse por esta despoblada Aragón.
Y es que como dice Julio Anguita en su magnífico libro Contra la ceguera” ante el desencanto de todos por todo, surge la utopía de lo posible, de lo concreto, de lo cercano e inmediato, de lo perentorio y lo real que merece ser cambiado para que la ciudadanía vuelva a vivir de otra manera”. Porque “es feliz aquél que sabe sumergirse bien”, que diría un clásico, aún más clásico que el Califa de Córdoba, el único político español que yo conozca, capaz de haber renunciado a su soldada de exparlamentario.
Luis Manuel Aranda
Médico Otorrino