Vaya lo que sigue con enorme afecto y eterna admiración hacía el Dr. García de Yébenes, compañero y amigo desde la infancia.
El que tiene la gentileza de solicitarme unos renglones sobre la
Hipoacusia y los avances tecnológicos en las prótesis auditivas, los
audífonos, pero como el encargo me llega en un momento vital de
“inventario” profesional, y antes de que la cruel jubilación, la
separación de nuestros pacientes/amigos pudiera llegarme, permítanme que
me extienda también en consideraciones humanísticas sobre el tema,
después de medio siglo conviviendo con esta minusvalía, como médico
otorrino. Sordera tan unida, la pobrecita, a las inherentes bromas desde
la noche de los tiempos, por contra de la ceguera,tan trágica,tan
respetada…tal vez por aquello de que “los ojos son el espejo del alma”?.
Vaya Vd. a saber!.
Crecí entre dos sordos con cuya mediación comencé a ver y entender de
que iba la minusvalía y su tan superficial como cruel, cómico y frívolo
entendimiento. Primero fue Pepe “el sordo”, por mi pueblo,allá por
aquellos cerros de Úbeda y, posteriormente, el padre “Bola”, con perdón,
en el lejano internado escolapio de Getafe. Con Pepe aprendí a vivir
entre una de las cosas más inexplicables de mi infancia: el comprobar
como una persona podía tener tanta dificultad para entenderse con los
demás y, sin embargo, tocando el trombón (un gran emisor de graves) y
con ayuda de su partitura, podía sobrevivir empastado felizmente entre
la banda municipal de música, e incluso sabiendo suplir su menoscabo
auditivo con un sentido del humor tan capaz de llenar de anécdotas y
sonrisas nuestra añorada como lejana infancia.
Posteriormente, el padre “Bola”, siguió proporcionándonos mucho
juego. Era el confesor ideal, la envidia de los demás curas, sí, porque
él ,mientras dormitaba confesando, ponía su “petaca”, su audifono de
gran amplificación, delante de nuestras narices, al extremo de que con
cualquier roce era posible apagarlo, dándole a la palanca
correspondiente. Y, el milagro acababa como se esperaba… convirtiendo
los pecadillos mortales en veniales, pudiendo accederse a la tan
socorrida y leve penitencia del padrenuestro y las dos Avemarías que no
ocasionaban mayores problemas.
Posteriormente, la vida me llevó hacia la Medicina para acabar en la
Otorrino, en donde comencé a enfrentarme con la realidad: el triste y
cruel abandono de tantísimo afectado/a por dicha minusvalía auditiva,
por lo que decidí interesarme desde mis inicios por la Audiología, una
subespecialidad que no había tenido en nuestros estudios ni siquiera la
consideración de una “María”.
Y, porque estaba muy sensibilizado, no sólo por las carencias y
padecimientos clínicos que me tocaba ver en la consulta, sino por haber
leído también como el gran genio de Beethoven supo describir tan
magistralmente en su “testamento de Heiligenstadt”,el documento
encontrado tras su muerte, lo que yo comprobaba a diario…”hace seis años
que estoy angustiado hasta la desesperación, agravado por médicos
insensatos…al fin he tenido que afrontar la realidad de una enfermedad
duradera cuya cura quizás sea imposible…sensible a los entretenimientos
sociales, poco a poco me he visto obligado al retiro, a la vida en
soledad…por la experiencia de mi oído defectuoso. Para mí era imposible
decir a la gente: hablad más alto, gritad, porque estoy sordo”.
Así es que harto ya de comprobar como, pacientes irredentos, me
llegaban con el diagnóstico de…”mire,dr. Aranda, no insista en que hay
soluciones, que a mí un compañero suyo ya me dijo,hace años, que lo mío
no tiene arreglo, porque es que tengo el nervio seco”…decidí implicarme
más en ayudarles. La frase entrecomillada anterior,la horrorosa
cantinela que uno tenía que oírse, y cuya lacerante herida, cuál rejón
de picador, me fue motivando a implicarme más y más en su ayuda, tal vez
porque de sobra podía saber como otros mil problemas tan graves, como
“el garrotillo”, la viruela, la tuberculosis o la diabetes, por ej, la
ciencia había sabido encontrar,mucho antes, las soluciones adecuadas.
E inicié un camino de mil gratificaciones lleno y hasta del nivel de
cualquier posible cirugía exitosa, por lo que el boca a boca de los
sitios pequeños comenzó a enviarme tal volumen de pacientes que he
podido comprobar claramente, casuísticamente hablando, las dos formas de
luchar contra este padecimiento que llega a provocar, en general,tanto
grado de inferioridad…
A) Ocultándola a toda costa( negándola… “oiga, no es que yo no oiga,
es que los demás hablan muy bajo”, nos tenemos que oír todos los días).
B) Haciendo alarde de que no importa, como hacía el gran Beethoven,
hasta con el descuido en el vestir, incluso el aislamiento social, con
el consiguiente deterioro de la personalidad y todas las suspicacias
paranoides correspondientes, porque es que “los sordos se vuelven muy
desconfiados”, que dicen por mi andaluza tierra.
Ay!…la pérdida de los sonidos agudos cuando llegando la edad,
comenzamos a perder alrededor del treinta por ciento de las células
ciliadas y las consonantes que hasta entonces nos habían hecho felices
sin saberlo, nos abandonan y todas las palabras ajenas se vuelven
confusas, apareciendo entonces las mil anécdotas divertidas y posibles:
la”braguita podemos confundirla con la bragueta,el barullo con un
chanchullo y hasta a un gordo con un sordo”,entre otras lindezas.
Los socorridas frecuencias agudas y las que cuya desaparición
progresiva puede acabar con la convivencia conyugal más cimentada…”es
que no me has oido, Mariano…acaso no has oído el timbre de la puerta?.
¡Qué horror, hijo, vas a acabar como tu padre!”.Por si no lo supiéramos y
no fuera suficiente con mirarnos todos los días en el espejo.
Ya saben,la posible gota a gota de cualquier tormento chino. Sólo
entonces comenzamos a sufrir en carne propia como” el ser mayor y no oir
bien es exponerse a una doble marginación”.
Pero la edad tiene afortunadamente añadidos otros sabios contrapesos:
la llegada de los nietos y la necesidad vital de querer,como ninguna
otra cosa, el llegar a oírlos bien. Ellos son,finalmente, los que nos
disparan todas las alarmas hasta conducirnos hacia el Centro Auditivo
más aconsejable, para buscar ayuda dentro de sus modernas prótesis, tan
capaces ellas de proporcionarnos, hoy día,las tan impensables como
necesarias ayudas.
Los modernos audífonos, los que han pasado de ser una cosa o artilugio
vergonzante,como indiscutible heraldo de vejez, a joyas auténticas,
indicadoras de estatus social. Que llevar colgados en el pabellón
auricular dos como diamantes tecnológicos de a ocho mil euros de vellón
no es cosa baladí !.
Miro hacía atrás y caigo en la cuenta de lo que han supuesto
cincuenta años de ejercicio profesional y ver la enriquecedora evolución
de las prótesis auditivas, desde aquellas “grandes petacas” y cuyo
volumen y cables invitaban más que a recibir inteligibles palabras, a
comunicarnos que estábamos ante alguien que precisaba de nuestros gritos
y mímica oportuna. Los inequívocos signos parlantes y que a semejanza
de los de los ciegos , con sus gafas oscuras y bastón, siempre han
sabido ir por la vida debidamente auxiliados., sin tan siquiera tener
que pedirlo a cada instante.
Ellos,los audífonos vinieron a sustituir a las “trompetillas”de
materiales más o menos nobles y de siglos anteriores. Fue a comienzos
del siglo XX, rebuscando tecnología basada en los estudios previos del
gran G.Bell, el que a mitad del siglo anterior ya había pensado en
ayudar a su muy sorda y querida esposa.
Y para acabar, permítanme una abreviada enumeración de los hitos históricos en la investigación y desarrollo se los Audífonos:
Año 1.900…Surge el primer amplificador en la banda de mil a mil
ochocientos Hz y con ganancias de tan solo diez a quince decibelios.
Año 1.901…audífono eléctrico con micrófono de carbón y un auricular similar al de los primeros teléfonos.
1.920…Aparece el amplificador electrónico de válvulas, con los que se
llegaron a conseguir,hasta los setenta decibelios de ganancia:
amplificaciones muy potentes.
1.947…la llegada del transistor revoluciona su tecnología,
consiguiéndose ,por fin,prótesis mejores y más pequeñas, que se podían
ya incluso integrar dentro del pabellón auricular o en gafas auditivas.
1.964…Nacen los “circuitos integrados”, uniéndose múltiples transistores y resistencias en un circuito o componente único.
1.970…Llega el micrófono Electro-Fet (direccional), de respuestas frecuenciales más amplias, incluso con un tamaño menor.
1.980…audífonos intracanales, totalmente ubicados dentro de la concha
auricular, incluso dentro del mismo CAE y ofertados,lamentablemente,
como “la quintaesencia”para cualquier grado de hipoacusia, supeditando
la oferta estética a cualquier otra consideración.
1.988…Primeros audífonos programables digitalmente.
1.995…WIDEX,el fabricante danés, lanza el fabuloso Widex SENSO,el primer
audífono intracanal completamente digital y con capacidad para realizar
cuarenta millones de cálculos/segundo.
2.006…Audífonos RITE, retroauriculares, pero con el receptor externo
separado del audífono y el auricular dentro del CAE,evitando así el que
sus elementos se acoplaran,y apareciese el efecto Larsen con los pitidos
tan desagradables en los usuarios.
2.017…Audífonos de pilas recargables.
2.018…Widex acaba sorprendiéndonos con su Widex EVOQUE,aderezado de
tecnología machine learning, y tan capaz de proporcionarnos respuestas
auditivas a la demanda y en los ambientes más insospechados,
Vaya mi agradecimiento final a D. Juan Martínez Sanjosé, tan capaz,
allá por el “Jurásico”, de haber columbrado, como ingeniero, la
necesidad de crear en Barcelona la primera escuela española de
Audioprotesistas así como haber creado AURAL WIDEX y cuya Fundación,
tantos problemas de sordera infantil ha sabido resolvernos tan eficaz
como altruístamente en el pasado.
Agradecimiento que deseamos extender también al Audioprotesista de
Santiago de Compostela D. Juan Carlos González, por habernos
suministrado datos tan necesarios de la evolución tecnológica.
Luis Manuel Aranda
Médico Otorrino
Centro médico polivalente
c/Zaragoza,10
Huesca
luismanuel.aranda@gmail.com
Posdata: EL EFECTO BATES: En honor del autor que a comienzos del
siglo XXI estableció como “los usuarios desarrollamos hacía nuestros
audífonos una hostilidad inconsciente que nos induce a castigar a
nuestros artefactos auditivos mediante la negligencia de dejar que sus
pilas se agoten. Por la subyacente no aceptación de nuestra minusvalía.”
Una realidad de diaria y personalísima comprobación en la consulta y que
considero útil acabar compartiendo con todos Vdes, para reclamarles,
con la debida humildad, su más elemental compasión y comprensión hacia
muchos de entre nosotros, los añosos duros de oido.