EL IBUPROFENO
Zapatero, a tus zapatos, dice uno entre tantos y tantos
refranes que han configurado nuestro ser, pensar y existir español. Pues bien,
nuestro desgobierno actual, el afectado de aluminosis, en lugar de ejercer
implorando la vieja sabiduría, ha preferido recurrir al intrusismo profesional
más simplón para, primero, hacer un mal diagnóstico: Cataluña está inflamada,
y, secundariamente, en función del error anterior, aplicarle un pobre e inútil
tratamiento.
Nos lo ha dicho el otro día el ministro Borrell, que como
catalán debe de conocer mejor que nadie las enfermedades de su tribu. Por eso
habían decidido él y los suyos tratarla con el consabido Ibuprofeno e incluso
con diálogo, el otro parche Sor Virginia. Y eso, aun sabiendo que el gobierno
anterior y hace bastante poco, ya había aplicado sin mucho efecto, una medicina
ligh, un genérico de a 155 efectos secundarios, en la creencia de que el edema
cerebral, tan extendido entre los enfermos de egotismo nacionalista, sobre todo
en los más graves, los CDR (los cascados de la razón), iba a ser un tratamiento
definitivo, cuando los médicos sabemos mucho mejor que nadie, el que los
placebos pueden detener la angustia y el miedo, pero que con ellos jamás se
pueden vaciar las cabezas que están o llenas de odio o de nanas con las que
acunar a cualquier hijo pequeño sobre el
“fet diferencial”. Sí, esa enfermedad que les produce el creerse diferentes,
más altos, más honrados y vaya Vd. a saber si hasta a ser más guapos que
cualquiera de nosotros, tal es su desvarío.
Sr. Borrell, pero que cabreados nos tienen Vdes., si
creemos lo que les han dicho en Andalucía, por su mala política de paños
calientes, mientras todos los demás vemos hundirse a su tierra en las arenas
movedizas de su maloliente Procés. Pero qué error, tratar tan bisoñamente el
totalitarismo de allá, casi un conflicto religioso, con su fanática fe y todo
en el cielo particular inventado y por llegar!
Hasta un R-1, médico residente de primer año, les habría
dicho que, dada la clínica, el Procés es más bien como una gangrena, como una
obstrucción de la vida social catalana, que está pudriendo su economía,
amistades, familia y ancestral convivencia. Una enfermedad grave ,sin duda,que
está pidiendo a gritos la amputación con una contundente cirugía, de esas en
las que los médicos tenemos que poner lo mejor de nuestra testosterona y
arrojo, aunque haya que hacerlo con lágrimas en los ojos .
Mire, otra cosa que los médicos conocemos mucho mejor que
todos Vdes, es que en la fase de exaltación más delirante, en un ataque de
histeria cualquiera, los antiinflamatorios no sirven para nada. Así es que el
tratamiento, cuasi homeopático impartido por su gobierno no ha sido otra cosa
que una pérdida preciosa de tiempo, tan grave como ocurre en medicina.
Confundir el diagnóstico, por su parte, huele a vergonzante retórica barata o a
pardillez aguda, más propia de gobernantes que hasta pueden dejarse escupir por
sus amigos-aliados.
Vuelvan a considerarlo con mayor objetividad, a los
nacionalistas hinchados de ego y odio, de desamor, no se les puede dispensar ni
esa vulgar medicina ni tan siquiera la otra, la del amor. Simplemente porque
son alérgicas a esa terapia que a casi todos suele curarnos.
Los demás, lo tenemos claro, a los hijos mayorcitos que
se quieren ir de la casa paterna, no se les debe nunca dar ibuprofeno, para
deshincharles las ganas. Sencillamente, se les abre la puerta de la salida. El
problema surge, es más grave, cuando quieren irse con las joyas de todos, o
quedarse, por el contrario, a vivir en ella, mientras, ingenuos, ambiciosos o
insensatos, invitan a irse a los demás, a probar a ver si cuela.
¿Qué haría la sociedad con nosotros, los médicos, si ante
un proceso obstructivo vascular, una gangrena como la comentada, propusiéramos a
la familia el tratarla con palmaditas en la espalda y diálogo más que con
radical y salutífera amputación?. Dejen ya de seguir humillándonos a todos
nosotros con su mefítica, maloliente, política de pactos y actuaciones contra
natura , mire que van a acabar, ya lo han visto en Andalucía, como aquellos de
la caída del Álamo, que ni tan siquiera
eran sus ochenta y cuatro componentes de la Cámara Baja, sino unos ciento
cincuenta héroes de los que no quedó ni uno para contarlo. Tiempo al tiempo.
Y termino acordándome de un referente y universal
catalán, el gran Serrat, al que un buen día oí decir el que todos deberíamos
intentar el pasar por la vida con un único mandamiento: el de intentar querer
siempre a los demás para poder llegar a ser luego queridos. Acordándome de él y
de otro refrán, como empecé…”díme con quién andas y te diré quién eres” .
Acabo pensando, finalmente y con tristeza, en todas sus
malas compañías, sus aliados necesarios, y en todo el porqué de la gran
desafección nuestra hacía la clase política, mientras me viene a la cabeza un
poemita del gran Walt Whitman…”¡quién permite que alguien humille a los demás/
me humilla a mí”. Pues eso.
Luis Manuel Aranda
De la Sociedad española de médicos escritores
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