domingo, 9 de febrero de 2014

Contener la ira



             CONTENER LA IRA

                      24-agosto-2.000

 

    Atentado de ETA en Sallent

 

 

La tópica consigna de los poderes públicos desde hace quizás demasiados años, porque derramándose tanto dolor como fluye de continuo por cientos de supurantes y crónicas heridas, temen que la ira se nos escape y de comienzo a la sempiterna tragedia española del derramamiento cíclico de la sangre, tan típica de nuestro devenir  histórico, tan olvidado el pobrecito.

Pero de consignas así, de inoperancias tanto legislativas como policiales y de oir decir que muchas acciones terroristas vienen justificadas por el estado cuasi agónico en que se encuentran, comenzamos a estar dolorosamente hartos.

Que no nos engañen con cuentos, hablándonos de soluciones policiales como única alternativa contra los violentos; algo que ya lleva 35 años en práctica y que no les ha asustado en absoluto, yendo como van casi a Paradores nacionales tras su detención, sin estar aún ensayada la cadena perpetua, los trabajos forzados ni el aislamiento total del entorno asesino.

El pasado domingo, día 20 de autos, suspendí mi descanso semanal en la montaña, en donde me encontraba rodeado de buenas gentes, vecinos que como otros tantos veranos anteriores hablaban en un extraño idioma diciéndose cosas como aita y agur. Un idioma al decir de Voltaire, utilizado no hace muchos años por casi solamente pastores vascos para hablar con sus vacas.

Pues de parte del polvo de aquellos caseríos, sépanlo todos, nos llegaron los lodos actuales.

Pues bien, a dichos vecinos y en la piscina, a botepronto, les oí pasar del agur a un estruendoso “cabrones, que me inquietó y obligó a preguntarles lo que pasaba.

Así fue como me relataron, mientras las lágrimas corrían por sus caras, lo que acababan de oir por la radio, lo acontecido en Sallent y comprendí aún más su doble tragedia; la de tener que soportar a tanto bastardo vecino, allá en su tierra, en que la famosa calle Barroca o como se llame, les llena diariamente de mierda sus casas y calles, como de vergüenza e impotencia sus almas y por otra parte,la tragedia de tener que salir deprisa y avergonzados de Sallent, en evitación de males mayores, aunque muchos de ellos estuviesen acostumbrados al amigable abrazo salvador de guardias civiles que jugándose cada día la piel y la vida, les tenían salvados de quedar atrapados por barrancos y traicioneras montañas, sin tan siquiera preguntarles previamente sobre su filiación política. Buenos vascos ellos, viviendo en continuada huida de sus otros “salvadores vascos”, tan amantes de las verdades únicas como forofos de la locura y representantes del 16% de su pueblo, pero con el cerebro lleno de arqueología y que han debido de calcular que matando al 84% de la población restante, cuando ya no queden ni monaguillos para celebrar funerales, podrán gobernar al fin, ya felizmente instalados en su genuina mafia política sobre su particularísimo Archipiélago Gulag, pletórico de banderas llenas de serpientes y garrotes. La película de la independencia de la India, viéndose a un Gandhi, con su política pacifista, de no beligerancia, ganando batallas a Lord Mounthbaten y al poderoso Imperio Inglés, permanece aún con demasiado peso en nuestro subconsciente colectivo. Pero aquellos eran comportamientos entre gentes inteligentes y todo fue posible al final, pero en nuestra cultura latina, tal vez podríamos encontrar otro tipo de claves que nos ayudasen a poner luz al final del túnel, mientras podemos acordarnos de aquél sabio pensamiento de Leonardo de Vinci…”el que no valora la vida, no se la merece”. O, tal vez, podríamos acordarnos del poema Vientos del pueblo me llevan de Miguel Hernández…

Yugos os quieren poner/

Gentes de la hierba mala./

Yugos que habréis de dejar/

Rotos sobre sus espaldas.

Posdata: en la manifestación de la tarde del lunes día 21, en la plaza de Navarra de Huesca, decía una espontánea pancarta…”lloremos como niños lo que no sabemos resolver como adultos”. Pues eso, un buen resumen del estado de la cuestión.

 

Luis Manuel Aranda

Médico- Otorrino

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