A mi querida hija Kuka
Querida hija: Ayer, tras llegar de Zaragoza, tu madre me pasó
tu mensaje de voz y me dijo…toma, contéstale, que quiere saber unas cosas de su
vida. Pero yo venía mal, algo debió de sentarme peor en la comida y acostándome
sin cenar, hoy he podido volver al equilibrio y fuerza necesarios como para
sumergirme en el túnel del tiempo y andar sobre las difíciles olas de la
memoria.
Tiene guasa la cosa, ahora que tanto tu madre como yo,
andamos mucho más preocupados por el futuro( piso, jubilación, salud, etc, etc)
que por el pasado, nos obligas a pararnos un poco para reflexionar.
Ahora, en que nos encontramos un poco “imbéciles”( del latín
imbecillem: débil en grado sumo) y sólo nos quedan apenas fuerzas para seguir
luchando contra las preguntas e inquietudes que nos traemos entre manos.
Mira, Kuka, alguien tiene dicho dicho que lo mejor que se
puede hacer con el árbol genealógico es, no moverlo, en previsión de que nos
puedan caer sobre la cabeza frutos podridos que desconocíamos andaban colgados
en alguna perdida rama. Pues bien, indagar sobre el vínculo familiar, de la
misma manera y a estas alturas de la vida, es ponerse a navegar sobre una ola,
que pudiera dejarnos aún más mojados y tiritando de lo que esperábamos…son las
cosas del psicoanálisis (el intento Freudiano de creer que anestesiando a los
demás, así comenzó él, hipnotizando, podría sacarles confesiones de su vida
anterior que ayudarían a curar la histeria de sus primeras pacientes).
Pero en fin, aunque tú bien sabes que a mí me gusta mucho más
leer que escribir, dejo unos minutos un libro sensacional que me traigo entre
manos…”Imperiofobia y Leyenda negra” y me pongo a reflexionar, a contestarte,
una vez más, obedeciendo órdenes de tu madre, mientras ella, inteligencia
práctica en estado puro, se ha ido a un campeonato de golf.
Te contesto, porque no queremos que el no hacerlo, pudiera añadir
un posible cociente aún mayor de frustración con respecto a nosotros. Y porque
sabemos que aunque en el sicoanálisis no puedan encontrarse todas las
respuestas esperadas, la respuesta a tus preguntas sí que nos obligan como
padres.
Egresar: salir de alguna parte( ¿a que no conocías esta
bonita palabra castellana?), eso era lo que pretendía el padre del
subconsciente, el buscar un posible hilo del ovillo, del que tirar hasta poder
encontrar el fin de la madeja.
Pero resumo, que acabaré perdiéndome en disquisiciones que no
te interesan:
Creo que nos esforzamos por daros una infancia feliz. Aquí,
en Huesca, desterrados tu madre y yo, desde nuestra querida Andalucía de la que
procedíamos, y tras aprobar una dura oposición en Madrid, tuvimos que abrirnos
camino luchando más solos que una almeja. Tu madre dedicada íntegramente a
vuestra niñez, mientras yo, entre hospital militar, consulta de la Seguridad
Social y medicina privada, me encargaba de que .físicamente, no os faltara
nada. Afortunadamente, ella supo suplir todas mis carencias de padre. Era el
viejo reparto de papeles de aquél entonces. Y como tanto ella como yo,
proveníamos de una familia numerosa, decidimos que su reproducción era lo
deseado…y llegaste tú, la tercera de la saga, en un parto que fue el más fácil
hasta entonces, proveniente de una joven y deportista madre que no paró de
jugar al tenis hasta su avanzado embarazo.
Y, ya de bebé, no te ¨llevábamos¨, como preguntas, nos
¨llevabas”. Desde tu más tierna infancia, te rebelaste con un endiablado
carácter capaz de darnos los mejores…y los peores momentos de nuestra
existencia.
Recuerdo como ya, en tu preadolescencia, y no sabiendo que
hacer, recurrimos a los servicios de un amigo psiquiatra infantil de Zaragoza
que entre otras lindezas, te recetaba como “placebo”, un agua imantada en un
frasco para reconvertir tu coco; frasco al que te faltaba tiempo para tirar por
la ventanilla a la salida de la ciudad, mientras decías…”se ha creído este tío
que soy tonta”.
Luego, ya no debo seguir por espacio, nos dejaste, para irte
con la Selección nacional de un deporte de invierno por esos mundos de Dios,
mientras nosotros seguíamos rezando y recordando, desde entonces y aún, hasta
ahora, el viejo aforisma…tener hijos, es como jugar a la ruleta rusa. Eso, y
aquello otro de San Agustin…Ama, ama siempre…que ya saldrá el sol!
Un abrazo muy fuerte, hija entrañable del alma.
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