Mi amigo
Emilio
Ha tenido de
todo, un gabán y un Magán, en cada oportuno momento, ya para soportar con el
primero aquellas noches Toledanas de hace casi dos siglos, como para soñar con
el mañana, lo segundo. Y, poco después, cuando ni sus amigos teníamos nada,
hace también muchos años , le llegó el chivatazo de que el cielo podía estar
lejos, en Majadahonda, casi donde Jesucristo había dado las tres voces. Sin
pensárselo dos veces, y herido mortalmente por el segundo flechazo de su vida (del
primero, la esquiva Mari, recordemos que casi muere)…decidió que allí iba a vivir
en el mundo y por los restos. Y, ni corto ni perezoso, se construyó un
“palomar”, desde donde todas las mañanas y al alba, ha podido mirar por encima
del hombro al resto de los atormentados vecinos de más allá de la Cuesta de las
perdices.
Y allí ha
vivido, hasta hace bien poco, en que aparecieron “cataratas” por su casa,
debidas a que los palos del sombrajo se deterioraron un poco. Recompuesto el
desastre, al volver al peculiar remedo de claustro materno, se ha encontrado
con la visión de un mundo nuevo y con
una “nebulosa y doliente humanidad”, encerrada y engañada, crispada y al borde
del ataque de nervios, de forma que recordando a aquél paciente que relata
Gómez de la Serna en su “El doctor
Inverosímil”, está pensando en hacer lo que aquél mismo hizo…el volver a su
médico a que le devuelva su enfermedad, porque si aquél, acostumbrado a vivir
con ella y de ella, ahora, la echaba de menos porque su vida no tenía sentido,
él, también, se encuentra de igual forma, muy contrariado por todo lo nuevo que
está viendo.
Pero la
familia, porque lo quiere y desea ahorrarle la auténtica visión panorámica de
ese “Madrid con el cielo tan cercano” (según tan malévolamente alguien recuerda
tan en exceso como con mal gusto por estos días), la familia ha decidido
protegerlo bajándolo al primer piso. Que corren tiempos de conformar la
felicidad con la visión sosegante de unos simples árboles, de olvidar y no
mirar lo que pudiera estar cocinándose en lontananza.
No lo tomes
como una bajada de nivel. Todo lo contrario, querido, imagino diciendo a su
doña Aldonza, ante la impiadosa defenestración.
Tómatelo
así, amigo, viendo lo relatado en tu video, porque tu verdadero nivel lo dan
vuestras escenas de Navidad, rodeado de tu maravillosa familia, tan llena de
Infanzones como de bizarras mujeres, capaces de vivir en tan armoniosa
convivencia. Algo que para los desterrados y alejados tanto tiempo del calor
familiar, constituye nuestra más profunda envidia. Que con “los parientes, ya
se sabe…comer y beber, mientras nosotros, con los extraños…comprar y vender”, y
de ahí, no pasar. Es la tristísima diferencia.
Emilio,
“amigo rico (en imágenes y talante) e Infanzón…que no tiene comparación”. Y he
hablado de cataratas , encarcelamientos y de una familia tan exportable como las
naranjas, pero hay también en tu camino algo único, un yerno maravilloso ,casi
tan silencioso y acostumbrado a resolver las ecuaciones de la vida como tú
mismo, aunque el sustituya tus números por personas, colocando a cada uno de
sus acaudalados clientes en el lugar preciso, en el mejor camino en que sus
ostentosos coches puedan proporcionarles la mayor envidia ajena posible… la
envidia capaz de producirles, con su consabido
y humano feed backs, el priapismo que ya ni kilo y medio de Viagra podría ocasionarles
en cierta “parte bajera”, como decían por Sonseca.
Estamos en
una edad difícil, amigo, en que un día sí y otro también nos puede sorprender
con alguna desagradable sorpresa, pero miro para atrás y acabo, como me
descuide, siempre con Jorge Manrique y su lamento… con aquello de que
“cualquier tiempo pasado /fue mejor”, aunque a fuer de ser justo, también puedo
quedar pensando en que nosotros y aunque nuestros hijos pudieran tenerlo
olvidado o no lo sepan, somos casi la primera generación de españoles que se
pudieron duchar todos los días con agua caliente.
Enhorabuena
de nuevo por “tu documental”…el culpable de este parto de los montes, en esta
tarde tan fría como triste…con
trescientos mil tigres aguardando en nuestras puertas.
Un abrazo y salud
para todos vosotros, desde el Prepirineo . De vuestros amigos Teresa y Luis
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