La alargada cuarentena
de mi amigo Ginés
Corren días
de silencio y reflexión, de quietud, de decretada soledad, de confinamiento
para purgar, en parte, los pecados ajenos. Han hecho con nosotros como la
“misericordiosa” Iglesia hacía en la Edad Media en tiempos convulsos, que cogía
a un monje y lo metía en una torre a pan y agua, para que purgara los pecados
de la humanidad, ofreciéndole al buen Dios un chivo expiatorio. Son días que
nuestros políticos quieren que sean de sometimiento y resignación, pero de los
que nos es muy difícil apartar la rabia.
Y, como
dentro de sus largas horas muertas hay tiempo para todo, uno busca y busca
referentes de sosiego en los que encontrar algo así como una brújula que le
ayude a sortear las olas de la soledad, con los menores destrozos posibles,
intentando apartarse de tanto y tanto bufón del dolor como está surgiendo, los
otros ciudadanos del corazón destrozado y sangrante por cualquier ventana y a
cualquier instante. Apartarse, y llevar su tristeza con la misma dignidad y orgullo con la que el Rey puede llevar
todas sus condecoraciones, faltaría más.
Buscando y
buscando referentes, como decía, he acabado en tu casa, amigo Ginés, sabiendo
que a ti siempre te puedo encontrar en ella, conviviendo con la puñetera
parálisis cerebral ( ¿se sigue llamando así?) que el aún más puñetero destino
decidió traerte al nacer por manos de algún descuidado obstetra. He recurrido a
ello, porque de sobra sé de tu sobrado entrenamiento, de que tú, más que nadie,
sabe de aislamientos y de tónicos de voluntad para salir adelante. Las
necesarias medicinas que ahora necesitamos más que nunca. Desde hace casi
cincuenta años, intuiste que la voluntad es la base del carácter más necesaria
para sobrevivir y ni corto ni perezoso, aunque ayudado desde muy niño por la
primera madre Coraje de España que yo haya conocido, aprendiste a mantenerte de
pie primero, para luego ir explorando tú solito la inmensidad del Amazonas… el
otro Continente desconocido, tu cerebro. Y, musculándolo, día tras día, con él has
conseguido, de sobra lo sé, un envidiable estado de conciencia y sabiduría que
ya quisiéramos muchos de nosotros, gentes como el común de los mortales.
He cedido a
la necesidad de estas palabras al sentirme encerrado y más cerca de ti que
nunca. Se me ha aparecido, de repente, tu obligado encierro, ahora que yo
también ando casi solo, ya con los hijos volando por esos mundos de Dios y
mientras puedo hacer no muchas más cosas que acunar todas mis angustias, si no
con vergonzosas lágrimas, sí con convulsos, tranquilizantes y continuados golpes de Guasap, aunque pueda saber, como tú
mismo, que de la quietud y el silencio, como de cualquier situación carcelaria,
haya podido salir lo mejor de cualquier
ser humano. Tras la cárcel , Verlaine nos dejó sus mejores poemas, Cervantes la
obra literaria más grande y Dante su Divina Comedia. Fueron genios que aún sin
poder moverse, no se resignaron nunca, y jamás dejaron de moverse con su
espíritu, porque como dijera el divino Goëthe…”El que no comió nunca su pan en
la tristeza/ el que nunca pasó las horas de la noche esperando/ entre llanto, a
la mañana/ no os conoce, ¡oh, potencias celestiales!.
Ginés, todos
estamos “casi “igual, como tú, amigo, y
tan descolocados ante la nueva vida que nos ha caído encima. Una extraña vida
de encarcelamiento producido por un bichito situado en las propias puertas de nuestras casas,
pero ten eficaz en su efectividad como esas enormes trancas de nuestro pueblo,
y que nos ha dejado a sólo pan, agua y Mercadona, sin los besos y consoladores
abrazos que jamás, guerra alguna antes se había atrevido a quitarnos .
Y ahora, ya
lo ves, la que veíamos era como una frívola luna de miel vivida entre todos
nosotros y la modernidad ambiciosa, sin límites, no ha hecho otra cosa que finalizar
como temíamos que pudiera acabar, ante tanta y tanta locura de globalización,
ya de tipo medioambiental, o de otras mil contraproducentes cosas…con una
embarazo y parto como el parto de los montes…pariendo a un feo ratón que nos
tiene paralizados y estupefactos a todos por su enorme fealdad.
Paradigmático Ginés, capaz de construirte tú
solito, y pieza a pieza, un motor de Ferrari dentro de una carcasa de Seat 600,
como con ironía, un buen día me comentabas. Pero no te quedó más remedio que aprender
de las grandiosas lecciones que siempre
se ocultan tras el dolor, el misterioso dolor del que no queremos saber
nunca nada, pero que no deja de ser una revelación si lo sabemos trascender,
porque sólo a su lado se comprenden cosas que nunca antes hubiéramos podido
comprender, según nos pudiera decir en su día Oscar Wilde desde su carcel .
Por eso,
sabiendo ya desde hacía años que el equilibrio que no estuviera dentro de uno
no era equilibrio, te empeñaste en hacerte una cabeza, como dicen los franceses,
tatuándotela por dentro, que no por fuera, como se hace ahora, de forma mucho
más rápida y menos costosa, con las posibles e insulsas cosas con que nos
avergonzamos al verlas por nuestras calles .Poco a poco has ido afinando tu
cerebro como un violín, consiguiendo reconfortantes sonidos con el ajedrez, la
poesía o la psicología.
“Muévete,
que pareces el tonto Mandolio, todo el día ahí, sentado en una mecedora,
leyendo y sin hacer nada”, me decía mi pobre madre en una casa no acostumbrada
a tales rarezas. Y leía, porque aunque pudiera moverme, así podía hacer los
otros viajes que no permitía la economía familiar. Aprendí, como tú mismo, a
viajar alrededor de mi cuarto, porque además, el sentido común y Séneca, me
decían que estando así, sentado y leyendo durante horas y horas, podía llegar a
encontrar un secreto básico de la felicidad : el llegara ser mi mejor amigo,
para así, nunca estar solo.
Pues bien,
aquél entrenamiento en el triatlon de la lectura, ahora, en días como estos, es
seguro que los dos, podríamos decirle a los nuestros que no erramos al elegir
un completito deporte tan descuidado por otra parte en los frenéticos,
angustiados e infelices tiempos modernos.
¿Cuándo
comprenderán los Gobiernos la necesidad de enseñar y educar a sus ciudadanos en
el difícil y barato arte de saber quedarse en casa, quietecitos, felices y
sentados, como tienen dicho muchos sabios?¿ Acaso será la herencia, el único
efecto secundario menos malo, junto al descubrimiento de la “desglobalización”,
que nos dejará el cabroncete bichito?.
Porque el
mundo de ayer, el de hace tan sólo unos días, el de la poca humildad, el
despilfarro y la excesiva arrogancia, ya nos comienza a parecer hasta como
prehistórico. Como de mal gusto. Quedo pensando en todo ello y en que a los
médicos, que están sembrando de mártires este fabuloso país, cuando pase todo
el pánico, deberemos de proponerlos ante los altares o donde proceda, para que
puedan recoger la cosecha de su aval de Santidad social. Ponerlos en el altar
de las cosas sagradas y admiradas, a la
vez que apartemos a tanto y tanto politicastro que se han revelado tan
innecesarios como poco rentables, cuando no peligrosos para todos nosotros. A
los que con el mundo en pleno naufragio, ellos, gerifaltes y epidemiólogos de
cabecera, aún no rendidos ante la evidencia del desastre, no paran de decirnos
desde la frágil chalupa embarcados…tranquilos,
que hay tierra a la vista!
Chateaubriand,
en sus Memorias de Ultratumba tiene dicho…”Lo único que le faltaba a nuestra
gloriosa Patria, para decir que había pasado por todas las miserias, es tener
también un Gobierno de incompetentes y de amigos peligrosos por todas partes”-
Que el buen Dios nos proteja a todos.
Salud para
todas las gentes de buena voluntad
Luis Manuel
Aranda
Médico
Otorrino….Huesca
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