DE MÉDICOS,
DENUNCIAS Y ÉTICA PROFESIONAL
Terrible
cosa esta, la de vernos encerrados y sitiados por un cabroncete bichito, un
enemigo tan cobarde que ni se deja ver, mientras los demás intentamos reunir
las fuerzas necesarias para librarnos de todos los sentimientos negativos que
pudieran lastrar nuestro buen Karma, tan necesario y terapéutico durante todo
el tiempo que haga falta.
Por eso, ahora,
un servidor, prisionero, sin interlocución directa y personal, necesita ir
sacando las espinas que hayan podido ir quedando clavadas en el alma con
anterioridad para que, liberada la conciencia, quede el necesario sitio en ella
para todo lo positivo, para el crecimiento personal y el cuidado de la familia
y los nietos.
Verán, a mi procelosa edad y casi con la
ilusión e ingenuidad de un jovenzuelo, siempre soñando con un mundo
posiblemente mejor, me integré en una Asociación de mi ciudad, envidiosa ella
de llegar ser como TeruelExiste, su hermana menor, un musculado ente civil de
primer orden, ajeno al mundo político.
Y, un buen
día, tras no haber podido asistir a reunión alguna y lamentándolo mucho, por
ser coincidentes con mi trabajo fuera de la ciudad, aparecí integrado en una
Comisión de Sanidad y Cohesión social. Ambiciosa comisión, pensé, sí señor, aunque la viera
trufada de gentes que vinieran de vendimiar en la política o colegios
profesionales, cuando no de figurar en auténtica tempestad de movimientos o
ambiciones, en otros mil organismos públicos o privados, pero adornados
siempre, eso sí, de un tufillo partidista que podría echar para atrás, mirando
los Estatutos fundacionales. Pero acabé pensando en que, a lo mejor eran como
Lutero, gentes que hartas de ver lo que se había cocido en su Iglesia anterior,
venían arrepentidos y a ayudarnos a acabar con el tráfico de indulgencias e
influencias padecido por ellos mismos en otros ámbitos.
Pues bien,
un tiempo después, el diez de este mismo marzo, cuando aún mucha gente de este
país no sabían nada de la pandemia que se estaba fraguando, cometí “la
temeridad ética” de comunicar tanto a este Grupo como a otro de la urbanización
en que vivo, el que una fuente amiga que, obviamente no podía desvelar, me
había informado que se estaban muriendo demasiadas personas en nuestro hospital
por “Neumonías y otros procesos respiratorios”, eufemísticamente llamados, y
sin tipificar debidamente en su diagnóstico etiopatogénico. A continuación,
varios asociados y vecinos, tras salir de su asombro, no dudaron en darme las
gracias en aras de tomar las medidas necesarias de protección para sí y los
suyos. Y, curiosamente, ninguno de ellos con afiliación política reconocida.
Otros, por el contrario y en menor grado, bien es verdad, también lo agradecieron, aunque dejando el subliminal
tonillo de…venga, venga, Dr. Aranda, no venga de nuevo a tocarnos eso…la
conciencia, pontificando como siempre!
La cosa
quedó así. No hubo denuncia alguna posterior por escándalo o alarma pública y
desde esa noche yo y mi informante, es seguro que conseguimos dormir más
tranquilos. Pero claro, los actos valientes suelen venir acompañados de una
épica y un eco posterior, por lo que poco tiempo después, alguien que había
presenciado algo raro en una Residencia de ancianos de la calle Desengaño, me
lo notificó, envolviéndomelo en un lenguaje que no por ser poco literario
dejaba de ser preocupante, trasluciendo una realidad que había visto, el que
habían sacado un cadáver por la puerta de atrás unos hombres vestidos con un
buzo como de extraterrestres, y que venía de estar confinado en una apartada
habitación, según pudo enterarse posteriormente por una conocida de dicho
centro.
Tras
comunicarlo al grupo, siempre pensando en alertar para que alguien pudiera poner en sobre aviso a los responsables de
tomar las medidas necesarias y
protectoras… de una puta vez, no pasó mucho tiempo en que un politizado
asociado con “Fuentes en el pórtico de entrada” que nunca había dado señales de
vida en mi denuncia anterior, lanzó otro mensaje al Grupo sin resquicio de
consideración ni de piedad alguna hacía quién había alertado sobre el inicio de
“posibles” muertes raras en nuestras Residencias de ancianos. Y lo hizo, como
digo, con unas palabras tan llenas de soberbia y prepotencia como yo sólo
creía posibles en cualquier malcriado
señorito de mi andaluza tierra, con una pretendida ironía tan zafia y mediocre
como su pobre argumentario…”harto de las tonterías de la gente. Estoy como para
que me vengan con treinta y nueve monjas muertas y escondidas”, decía entre
otras indigentes cosas, tan indigentes como su propia indigencia intelectual.
Era lo último que uno podía esperarse al avisar como médico, para intentar,
ingenuo de mí, el que alguien, enterado, se pusiera a poner medidas para cortar
la hemorragia de contagios entre nuestros mayores y, que aterrorizados, vemos
como hora tras hora, está ocurriendo en otras ciudades, por actitudes, entre
otras muchas, tan estúpidas y negligentes como la suya. Ahora, pasados 3/4
días, de infinitas horas de infierno transmisor, sólo sueño con que el número
de los fallecidos futuros puedan
ocasionarle tanto a Vd. como a tanto y tanto político frívolo , el insomnio que
no han llegado a proporcionarles otras cosas más Podemitas que dijeron en su
día.
Tras leer
sus pobres palabras, más de puerta de wáter que de persona medianamente normal,
preferí quedar en silencio, aunque con el corazón muy lleno de desprecio hacia
un hombre con Fuente de malolientes olores. Pero ya, paralizado e inmóvil en
casa, como preso de un hechizo, no podía dejar de responderle y despedirme de
él, aún con mayor desprecio y lástima por tanta incompetencia como nos está
llevando al precipicio sanitario primero y al económico después.
Y porque ”la
vida de la cárcel, le hace a uno ver las personas y las cosas como son en
realidad. Le convierte a uno en piedra. Son los seres de fuera los que están
engañados por un mundo en constante movimiento. Los que giran en la vida y coadyuvan
a la irrealidad. Nosotros, los que estamos inmóviles, vemos y comprendemos”,
que diría el gran Oscar Wilde desde la cárcel a un amigo.
Por todo lo
anterior, Sr. Presidente de HuescaSuena, tú, que te has podido sentir también
alarmado, como alguno de ellos, los separados de la “Logia”, por mi peculiar
proceder, sin ver tan siquiera la otra arriesgada y ética cara de mi moneda, la
ofensa por mí recibida,, concédeme
dentro de unos días la baja en nuestra querida Asociación, dejando las
horas necesarias para que estas palabras sean leídas en justa reciprocidad de
mi réplica, de mi defensa.
Y me
despido, tras acabar de ver el desesperado video de un compañero médico de un
hospital madrileño, el Doce de octubre, sin casi material de protección alguno,
y tan consternado e indignado como él mismo, …con sus mismas palabras, y en su
honor…¡malditos!. Mientras quedo pensando en lo que nos ha dicho y en nuestros
encerrados nietos, al borde de la locura. En ellos y en los hijos de los
sanitarios, que nadie los quiere cuidar
por miedo al contagio… y de lo que tampoco quiere hablar ni solucionar nadie.
Que el buen
Dios, si existiera, siga protegiéndonos a todos los hombres de buena voluntad,
mejor de lo que hasta ahora lo ha sabido hacer.
Salud,
amigos.
Luis Manuel
Aranda
Médico
Otorrino
Huesca
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