La
Catalepsia social o muerte aparente
Así hemos
amanecido, catatónicos y paralizados por mandamiento oficial, por un decreto
que ha acabado con otro estado biológico previo y parecido, el de la Ataraxia,
aunque esta, por contra, sólo definía la total tranquilidad y la ausencia de
deseos o temores que, se podría decir, era la condición natural de casi todos
nosotros hasta entonces, la siempre sufrida, conformada y callada sociedad,
pero que hoy anda muy hartita de que por
la incompetencia y bisoñez de nuestros políticos y epidemiólogos, ahora todos
tengamos que sentirnos como dianas de la arcabucería del Covid- 19, un
cabroncete animalito que parece ser como la antítesis de aquél simpático Cobi,
mascota de las Olimpiadas de Barna 92, pero que tiene de común con él, al
menos, un único efecto secundario positivo: el crear un sentimiento nacional.
El haber hecho por España lo que ni el mismísimo y famoso 155 supo hacer. De
forma que por mi andaluza tierra, tan dada a la chirigota, ya se le comienza a
llamar “el D. Pelayo”, por aquello de la recuperación nacional, de la
Reconquista.
Bromas
aparte, es verdad que está consiguiendo el que “nos sintamos como cristianos
presos, y al remo, de la Armada turca, todos paralizados e inmóviles en casa”,
como diría el Ingenioso personaje, el que decía más a más…”Es común proverbio
que la diligencia es madre de la buena ventura y en muchas y graves cosas ha
mostrado la experiencia que en la tardanza está el peligro”.
Pues bien, es posible que por no haber leído a
Cervantes, o por haber preferido hacer el avestruz, vaya Vd. a saber, ahora el
puto bichito les ha obligado a tener que, aprisa y corriendo, encarcelarnos a
toda España dentro de sí misma, mientras se nos retiene con otro quijotesco
mantra que pretende ser tranquilizador …”Será gran prudencia dexar pasar el mal
influxo de las estrellas que agora corre”, por no haber tenido en cuenta, ni
saber, parte de las enseñanzas anteriores.
Manda esa
cosa, el tener que poner a España de rodillas, incapaz ella de arrodillarse
históricamente ante casi nadie, tras haber inventado, incluso, la guerra de
guerrillas ante casi Dios, el mismísimo Napoleón.
Sí, sí, pero
ponerla de rodillas ante “la pandemia global”, o el poner la albarda sobre la
albarda que dicen los de mi pueblo y que diría anoche el que ni sabe hablar, el
compungido, pobre y aturdido Sánchez. Porque, según comentaba, parece ser que
va a comenzar el final apocalíptico de los tiempos, nos insinuaba con su
asustado rostro. Y, ni corto ni perezoso, sin consensuarlo con base alguna,
algo que tanto la gusta hacer en asuntos aún más frívolos y menores, nos ha
dejado sitiados, como a los Numantinos, aun sabiendo que para las gentes
mediterráneas, amantes del sol y de la calle, su ausencia, les puede conducir a
una peligrosa inmunodepresión, aún más peligrosa que el mismísimo bicho. Y, sin
miramiento alguno, los ha dejado solos junto a la nevera, aburridos quince días
y pegados a la hiriente telebasura.
¿Por qué no
se nos habrá dejado salir de paseo, uno tras otro, cada cincuenta metros,
procurándonos una cadena humana de alegría y de inmunoestimulante euforia, como
la del loco Procés, alrededor de cada pueblo?¿A cuantísimos vecinos no les
estará afectando más gravemente la pequeña muerte psíquica del total y aterrador aislamiento diario?
Bichito,
decía, que por otra parte y con perdón por la frivolidad,, nos ha venido con el
pan bajo el brazo, como un Bálsamo de Fierabrás, haciendo desaparecer como por
ensalmo , tanto al casi mortal y cansino Procés, como a todas las preocupaciones
autonómicas que podían quitarnos el sosiego de cada día.
Menos mal
que el buen Dios permitió el nacimiento del padre del WatsApp, la brujería que
nos permite sobrevivir. Nuestro único y amigable auxilio en estos convulsos y
aislados días, a pesar de todo lo que está lloviendo y de todos los pesares .
Y acabo con
que en esta soleada mañana de domingo, no han parado de pasar por casa tanto
caminantes en grupo como ciclistas mientras, siguiendo con el Quixote entre las
manos, he acabado preguntándome como él mismo…”¿Es posible que sea vuestra
merced tan duro de celebro, y tan falto de meollo, que no eche de ver que es
pura verdad lo que le dicen?
Escribo y
reflexiono sobre las duras cosas que nos pasan, inconcebibles en nuestra prepotente
y soberbia sociedad hace tan sólo una semana, pero me pide el cuerpo acabar con
el Epitafio sobre la tumba de nuestro más célebre personaje literario…
“Aquí yace el
Caballero (o España, permítanme la licencia, en su honor y recuerdo)
Bien molido
y mal andante
A quién
llevó Rocinante
Por uno y
otro sendero”
…Que tan
malo puede ser morir por una puñetera “corona llena de venenosas espinas” que
por la tremenda angustia de asistir a la imprevisión e incompetencia sanitaria
organizada y dirigida por un festivo filósofo, de los de panem et circenses, de
esos de manifestaciones feministas autorizadas en pleno diluvio.
Vaya lo anterior con el deseo final de que los
cielos nos protejan a todos.
Luis Manuel
Aranda
Médico
Otorrino
De la
Sociedad española de médicos escritores
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