GOBIERNO DE
ARAGÓN
Departamento DE
VERTEBRACIÓN
Recibo un escrito
de Vdes. hace cinco días, con nº de salida 265.073, en relación con una
reclamación interpuesta por mi contra una mala y peligrosa forma de hacer concreta
de autobuses Alosa. Pues bien, dadas las circunstancias lamentables de la
reclamación y el poco papel disponible para el efecto, lamento no haber podido
ser más explícito como se me exige. Lo haré ahora, públicamente.
Verán, gracias a
Dios, mi situación personal me permitiría sobradamente no tener que utilizar
jamás el transporte público, pero por
encima de ella prima el recordar todos los días aquello de Kennedy…”No
preguntes que puede hacer el país por ti, sino que puedes hacer tú por tu
país”. Así es que aunque entienda que pueden darse situaciones tan lamentables
como la vivida, no por ello dejo de esforzarme siempre que puedo por viajar en
dichos medios de transporte. Por contribuir en primer lugar al ahorro
energético oportuno, en la medida de mis pequeñas fuerzas, y en segundo por disfrutar
viendo cómo van cambiando las cosas dentro de nuestra sociología nacional. Que
ver tanta razas nuevas, clases y condiciones humanas tan diferentes de otros
pasados tiempos , no deja de ser un tema tanto literario como enriquecedor y
sorprendente.
Pues bien, el día
ventisiete de julio, lunes, y estando la familia pasando unos días en Jaca,
decidí coger el autobús de Alosa a las
ocho treinta a.m. para bajar al trabajo. Lógicamente, vi por la hora, como mis
vecinos y yo mismo aprovechábamos para dar la cabezadita de rigor. A los cinco
minutos de salir, la emisora del autobús comenzó con los impertinentes ruidos …
de que si el autobús de Sallent te dejará a seis en Sabi, que si tienes que recoger
tres paquetes, etc. Llegándonos el ruidito y sus interferencias de marras hasta
la octava fila en que intentaba dormitar. Y como la cosa se había producido en
otros viajes en que decidí hacer lo que suele hacer todo el mundo ante las
pequeñas agresiones ajenas ,vamos, eso que de sobra conocemos, lo de mirar para
otro lado, para no complicarnos la vida, ahora ya, hartito, decidí al final
armarme de ciudadanía y levantarme rápidamente(como quién se levanta para pedir
una bolsa ante el vecino que quiere vomitar, por ej) y decirle al conductor…por
favor, baje el volumen que es muy molesta su emisora, a lo que él respondió…ah,
perdone, es que se ha debido de quedar abierta su amplificación. La bajó
inmediatamente, yo volví de inmediato a mi asiento y todos tan felices. Al
llegar a Sabiñánigo, el hombre vino a darme una satisfacción inesperada…mire,
me dijo muy educadamente, perdone, pero es que la empresa nos obliga a ir
comunicados de continuo. Al apearme en Huesca, acabé preguntándole, aun
entendiendo su educación, pero no tanto la obligación empresarial a tenerlo que
distraer forzosamente con la emisora puesta y manipulándola mientras llevaba a
cincuenta personas a bordo, (y más ahora, cuando todos los días nos recuerda la
DGT con sus anuncios, que la más mínima distracción puede costarnos la vida,).¿Puede
caber en cabeza alguna que un cirujano, por ej., en una intervención estuviera
a la vez hablando por tfno. “con o sin manos” o pendiente de información sobre
las intervenciones siguientes?. Acabé preguntándole, decía, dónde podía
escribir en el libro de reclamaciones, a lo que una señora, su vecina del
primer asiento de atrás, con la que había visto durante el resto del viaje intercambiar palabras y sonrisas frecuentes,
vaya Vd. a saber si de amistad o del diseño posterior de lo ocurrido, me
estopó…¡ah, sí, pues si Vd. denuncia yo también lo voy a denunciar a Vd por
haberse metido contra el conductor!. Y, aunque
estupefacto y sorprendido quedé, al ver los recursos que sabe encontrar
la picaresca, el creativo personal hispánico llegada la hora, e incluso con la
antedicha señora pisándome los talones mientras me instaba a no hacerlo, hice
lo que deberíamos hacer todos cuando, no sólo no se nos pone ya la película o
la música ambiental de antaño en aras de un más grato viaje, sino que incluso se nos transporta con medidas que
tienen que ver más con el cuidadoso trato veterinario que con la mayor
excelencia humana posible.
A mediodía, un
conocido de Jaca que viajaba por detrás de mí, tuvo la gentileza de llamarme
para agradecerme el gesto. Lo tendré presente por si hubiera necesidad.
Que oiga y lea
quién tenga la obligación legal de oír y leer lo que digo, en evitación de
otros accidentes o males mayores.
Luis Manuel
Aranda
Médico- Otorrino
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