DE
MÉDICOS Y MEDICINA
“Tengo lo que he
dado”, es una vieja y sabia máxima. Viene al hilo de lo que sigue, porque los
médicos preocupados y ocupados casi únicamente por la profesión y nuestros pacientes,
tenemos lo que tenemos por haber mirado desde siempre hacia las cosas más
trascendentes, que nada tenían que ver con los vulgares aspectos sindicales o
económicos, convencidos con Hipócrates de que la medicina es una misión, no una
mercancía.
Y ahora,
enfrentados a nuestra patética realidad profesional, no deja de hacérsenos
presente de continuo en la memoria aquél Boabdil al que sólo quedaban “ganas de
llorar como mujer…”.
Verán, hace unos
días recibí una carta certificada de ASISA, una compañía de seguro médico a la
que he prestado mis servicios profesionales desde hace la friolera de treinta y
seis años, e ingenuo de mí, la abrí
ilusionado, creyéndola una felicitación de Navidad o de acción de
gracias por tanto y tanto año de servicio sin mácula ni queja alguna de nadie,
convencido desde siempre, entre otros méritos y con perdón, de que listas de
espera y dolor debían de ser en mi praxis cosas tan antitéticas como
inasumibles. Pues bien, nada de eso contenía, sino una bajeza…me daba de baja,
sencillamente, en su cuadro médico desde el próximo enero.
Sí, queridos
pacientes y amigos, así como lo leen, sin causa alguna, haciéndome víctima de
una decisión arbitraria y aún más, siendo como soy
socio-cooperativista-accionista de “la Cosa”. Carta de cese sin previo aviso,
como Franco cesaba a sus ministros, y enviada por su delegado provincial el Dr.
Fierabrás( un hombre versátil, tan capacitado para el sindicalismo médico como
para ejercer en la patronal) y que manifiesta elocuentemente como la ética
médica, a veces, no siempre sabe distinguir entre los negocios privados y el
hacerle un feo a un compañero. Ay, las viejas formas!. Bien es verdad que
aunque me apartan de sus asegurados de Isfas y Muface, dicen seguir
permitiéndome atender a sus pólizas privadas, algo así como el chocolate del
loro y dejado a guisa de compasiva limosna, a la que al echármela sólo les ha
faltado la apostilla final del …”que Dios le ampare, hermano”.
Pues bien,
preguntado el Sr. Delegado, por cosas como la anterior y otras desafecciones
anteriores, uno lo encuentra siempre y sin dimitir, echando balones fuera,
hacía Madrid, recordándonos con su actitud aquello de un pobre concejal al que
su mujer al enfadarse, solía decirle…”pintas aquí en casa, menos que en el
Ayuntamiento”.
En este asunto
personal referido, podría resumirse toda la tristísima y vergonzosa precariedad
laboral en la que andamos sumidos los médicos. Y en estas cavilaciones propias
andaba al recibir el detonante de todo lo dicho: una encuesta de la
Organización Colegial que nos habla de que el 42% de los médicos españoles
viven y trabajan con un trabajo precario (algunos incluso con contrato día/día),
así como que el 27% de ellos en desempleo ni tan siquiera están apuntados al
paro, tal es su falta de esperanza.
Es quizás
políticamente incorrecto hablar de todo esto en público, pero así es realmente
nuestra vida profesional, dentro y fuera de las Instituciones públicas. Y lo
hago, además, porque el art. 26 de nuestro Código Deontológico me lo exige…”si
el médico que trabaja al servicio de alguna entidad privada no dispusiera de
toda su libertad…deberá informar de todo ello al paciente”. Que lo otro, lo de
pensar que lo que le va bien al gallo (cía de seguros), le viene bien a la
gallina (paciente), con perdón, no deja de ser un planteamiento que tiene que ver
más con la veterinaria que con el mantenimiento y defensa de lo que debieran
ser las libres y sagradas relaciones médico-paciente, cosa ya inventada por
Hipócrates y vigente en la vecina Europa desde hace años. Algo que echamos de
menos debería de haber luchado, en esencia, nuestra vieja y caduca Organización
Médica Colegial. Tal vez, entonces, no habríamos quedado a los pies de los
caballos.
Luis Manuel Aranda
Médico- Otorrino
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