Vuelta al cole, a
Getafe, por Navidad
…silenciosas y
calladas, nada sabemos de las almas nuestras (Machado)
¿Y porqué ahora,
porqué al despertarnos hace unos días decidimos que hora era de desandar el
camino de la vida para volver a la patria de la niñez y la adolescencia, la
única patria verdadera?
Porque
posiblemente hemos necesitado los pasados años para liberarnos de todos
aquellos dogmas-drogas que nos había inoculado el padre Borruel y que por su
dañino efecto, nos había distanciado, separado. Por eso, tal vez, y por toda la
ansiedad que nos provocaba Mediavilla, aquél matoncete repartidor de sopapos de
algún curso superior, además y fundamentalmente de tener que soportar la cara y maneras del padre Súarez, q.e.p.d, cuya sola visión nos paralizaba y que
nos ha ocasionado mil pesadillas a lo largo de nuestras vidas. El padre
Superior, al que alguien algún día vió
sonreír y nos hizo pensar a todos que debería de estar volviéndose gravemente
loco. Cosas compensadas, sobradamente, por las miradas y el trato siempre
compasivo, envolvente y cariñoso de los padres Isidro, Clemente o Enrique,
entre otros, auténticos “caballeros con sotana”.
Ahora ya, hemos
vuelto como triunfadores de la vida, mirando hacia atrás sin ira, convencidos
como estamos a estas alturas de que el auténtico triunfo de la vida consiste en
haber creado una fantástica y unida familia , a la vez que pasado por ella sin
haber herido voluntariamente a nadie.
El reencuentro
del pasado once de diciembre lo necesitábamos todos, sin haberlo acordado
previamente. Lo anhelábamos para refrescar y poner en su debido sitio durante
los próximos cincuenta años todos aquellos recuerdos que nos han venido
perfumando y acompañando incluso en los momentos más duros de nuestras
existencias.
Reunión que hemos
hecho en la edad justa, en el momento en que podíamos volver con las mochilas
personales bien aprovisionadas, tanto física, como familiar, profesional y
espiritualmente hablando, y convencidos de que el gran sentimiento cósmico es
la amistad , de que en la vida no hay nada más sincero ni más emocionante que
ver a varios amigos cruzando el país para ir a comer con otros amigos a los que hace la barbaridad
de años que no se ven.
Los médicos,
queridos amigos, sabemos muy bien eso del efecto placebo (del latín…yo te
satisfaré), y a toro pasado, puedo asegurar, con vuestro permiso, que la
reunión fue como una auténtica medicina capaz de quitarnos cualquier tipo de
jaqueca o malestar, algo digno de reconocimiento a nuestra procelosa edad, en
que hemos pasado de las soñadas amantes a otro sueño más prosaico…el de los
calmantes de cada momento.
El día de marras se nos pasó, en suma, casi
como aquél otro en que varios de nosotros, por los sesenta, en pleno fervor
adolescente, salieron al kiosko de la esquina próxima a comprar, para romper a
continuación en las narices del pobre kiosquero, alguna revista con la Elke
Sommer en bikini.. ¡Menudo chutazo de morfina católico-nacional-sindicalista
nos dimos! ¿os acordáis?.
Y nos faltaban
ojos para ver; ojos como de arqueólogo desempolvando mentalmente cada
centímetro de cada rincón de nuestro querido colegio escolapio, tan preñado de
recuerdos y emociones.
Acabamos
preguntándonos como pudimos sobrevivir de internos, tan niños y tan alejados de
afectos y familia, obligados a desarrollar, por imperativo vital, el sexto
sentido, como dicen los neurólogos…el de la propiocepción, posiblemente el más
importante que todos los demás juntos. Algo que nos ha marcado, al extremo de
que aún nos cuesta a algunos de nosotros establecer vínculos afectivos,
integrarnos en la sociedad por completo, e incluso tener fé desmedida en los
demás. Cosas de la más pura y honda psicología profunda.
Y en cuanto al
colegio físico ¿qué decir?. Quedamos asombrados ante su metamorfosis, ante su
sabia reconversión de crisálida(internado salvador de almas) a mariposa volando
libremente, incardinando una feliz mezcla de bachillerato concertado y una
formidable formación profesional, salvando así a ciudadanos para el futuro y
para todas sus necesidades humanas más elementales. Enhorabuena, padres
Escolapios.
Para terminar, al
saber que el querido padre Isidro estaba felizmente retirado en el Colegio
mayor Calasancio, allá nos dirigimos sin dudarlo. Fue la auténtica guinda del
pastel. Verlo y estar disfrutándolo durante dos largas horas, a él, un
auténtico amante del deporte y experto en el arte de la motivación y la
humanidad bien ejercida, nos dejó tan boquiabiertos con su elefantiásica
memoria como con su eterna y joven sonrisa, mucho más reluciente que todos los
árboles de Navidad juntos. Que el buen Dios nos lo siga conservando por muchos
años, ahora que lo hemos encontrado y que ha pasado a formar parte de nuevo de
nuestras vidas.
Así es que ahora,
cuando los hijos han volado, la casa se nos ha quedado grande y la mujer
empieza no sólo a no darnos nunca la razón, como siempre, sino además y también
a recordarnos en demasía y machaconamente, por aquello del mayor tiempo
compartido, todas las cosas que no hemos hecho todo lo bien que se esperaba de
nosotros en la vida, y sabiendo como sabemos sobradamente de que no hay cosa
que corroa más al alma que el vino solitario, no nos va a quedar más remedio
que desempolvar, reivindicar el viejo colegio para construirnos un nuevo grupo
de amigos en el que todos podríamos seguir entendiéndonos, lejos de las
preocupaciones personales, familiares o profesionales. Hacer de salmones,
biológicamente hablando, para cumplir fielmente con la vida, remontando hacía
el rio de nuestros años jóvenes, el que nos vio nacer tanto moral como
intelectualmente.
Podéis creerlo,
me despedí de todos vosotros, Juan A., Santiago, Emilio y padre Isidro, con
auténtica pena, mientras me acordaba de un viejo dicho de los
rabinos…considerándoos como cuatro de los “36 hombres justos ocultos” cuya
bondad y vida es y ha sido capaz de sostener el mejor de los mundos posibles.
Gracias a todos
por el maravilloso día, un adelantado y grandioso regalo de Reyes, ahora ya que
…”jodidos adultos”, tenemos la desgracia no ya de no creer solamente en ellos,
sino también en la democracia y en tantas y tantas otras cosas. Que algunos,
como dicen por la Málaga de mi señora, ya no creemos ni en ”la paz de los sepulcros”.
Un abrazo y feliz
navidad, así como mejor año nuevo para vosotros y todos los vuestros.
Un deseo ultimo:
Que ojalá este haya sido el primero de otros muchos años venideros con vosotros
y con todos aquellos escolapios que sepamos “reciclar”.
Un abrazo desde
esta Huesca tan lejana
POSDATA: Y
nuestro agradecimiento final hacía el acompañamiento y cariño de D. Alfonso
Arcas, un profesor como deberían de ser todos los profesores, experto en
ciencias marciales en nuestra jungla educativa española.
Al Padre
Alejandro, el padre superior al que tuve la poca gentileza de tutear al
principio. Mil perdones, D. Alejandro
Y por último,
agradecimientos y sorpresa positiva por hacer conocido y sido conducidos por
sus formidables talleres de formación profesional, a Paco Juberías, exjefe de
estudios y un “hombre-árbol”, plantado, crecido y desarrollado en el mismísimo
lugar donde le salieron sus primeras raíces, donde sus padres sembraron la
primera semilla de su existencia, no como un servidor, extrusado por la
caprichosa vida, lejos de afectos y amigos. Cochina envidia, D. Paco, sí señor.
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