domingo, 13 de septiembre de 2015

Envejecer




 

     ENVEJECER

                   Jano

       26-spbre-97

 

Dice la ciencia que el promedio de vida de los animales es igual a seis veces el tiempo que tardan en llegar a la plenitud de su desarrollo sexual, por lo que deduzco que escribo desde la claridad del mediodía del mediodía de mi vida, y lo hago antes de que pueda caerme el anochecer de la vejez, de pronto y sin previo aviso, como suele suceder.

La tercera edad, en la que para muchos solamente se limita al norte con el vacío, al sur con los recuerdos, al este con la pensión y al oeste con la salud, la Seguridad Social, y a la que “habrá que resistir con el desdén” (Diógenes dixit), porque de no hacerlo así, la soledad y el aburrimiento echarían raíces y sería muy peligrosa, ya que según dicen, si el plazo normal de nuestra vida son los cien años bien vividos, podría ocurrir que nos muriésemos antes, con el mal ejemplo que eso supondría para los jóvenes.

Miro desde el privilegiado púlpito de observador que como médico la vida me ha dado y contemplo con demasiada frecuencia el naufragio desde la orilla próxima, mientras construyo mi balsa con juncos de existencia útil y alegre familia, para poder atravesar cuando llegue la hora mi propio Aqueronte, el rio del dolor de Dante, antes de que el maldito espejo me indique que estoy llegando al III acto de la función… a “la Certera Edad”.

   “La época en que ya se ha comido y se mira con tristeza comer a los demás (Balzac), en una sociedad en la que la juventud se ejerce como si fuera una profesión, mientras se descalifica a aquello que no es joven, porque no saben los pobrecillos lo que si saben los africanos, que es que cuando un anciano se muere, es como si se les quemase una biblioteca y que también, en la vejez está el mejor reservorio de inteligencia emocional, de añeja sabiduría. Aparte de que en ella, suelen aflorar por demás, cosas muy valiosas, tan escasas como raras en otras edades, como la parte femenina de nuestro carácter varonil…la ternura. El reblandecimiento del corazón, en suma, y la desaparición de los dogmatismos y rigideces.

Es en el envejecer en donde la mujer nos da una vez más la mayor talla de su adaptación al medio, incapaces como son ellas, en general, de recordar su edad debidamente. Por eso, al llegar a los 29, decidieron hace siglos el tardar diez en llegar a los treinta, a la vez que asumieron aquél epitafio famoso…”después de 80 años de belleza, pasó directamente de la juventud a la muerte”.

España es la nación de Europa que envejece más rápidamente y nuestra pirámide poblacional se ha desequilibrado, y ya ni el niño ni el anciano son vistos como regalos o dones del cielo, por lo que deberíamos de armarnos para los nuevos tiempos, habilitando más recursos y más residencias geriátricas en las que los animadores culturales fuesen tan respetados, cuidados y buscados como el carasol en que sentarse.

Y en ellas, nunca debería de despojarse al hombre de la posibilidad redentora de hacerle una paella a sus seres queridos cuando lo visitasen, y deberíamos además fomentar las visitas de los jóvenes, por aquello de que la juventud es contagiosa. Ellos, a su vez, podrían hablarles de todo aquello con lo que habían aprendido y construido los sombrajos de su vida.

Solo entonces dejaría de ser la edad en que solo se está interesado en ayudarse a sí mismo, mientras se podrían ir aparcando un poco las ideas de resentimiento sobre la vejez misma, y se acabaría por asumir el concepto de envejecimiento y todo el dolor de la conciencia por el tiempo pasado, para pensar solamente, entonces, en los aspectos positivos que disfrutan y de que carecemos muchos de nosotros, por ej…

No tener prisa…el principal enemigo de la alegría.

No tener vanidad de la que hacerse cargo.

No tener que luchar por mantener un status social, ni que deslumbrar a los demás.

No tener que ir obligadamente a ninguna parte.

Y, sí tener pagada la hipoteca, algunos incluso criados y hasta situados a los hijos, tras haber conocido las dulzuras de la paternidad.

Aspectos suficientes como para invitar al optimismo, a la satisfacción por la obra realizada y a la lectura inteligente de la vida, convencidos, sin duda, de que la mayor parte de sus desgracias no deberían de deberse a la vejez sino a la enfermedad.

Tendríamos por tanto que poner los medios para conservar las actividades mentales y orgánicas hasta el día antes de morir, sabiendo como se sabe que los seres tristes se mueren antes y que la vejez puede retrasarse cuando el cuerpo y el espíritu siguen trabajando. Pensando siempre que el pesimismo es un lujo que no se debería de permitir y que solo el sabio disfruta de lo que tiene, mientras que el necio siempre quiere tener más.

Se tratará de conseguir el coraje necesario, llegada la hora, para poder subir a la barca de Carón, cuando atraque a nuestro lado, con la frente bien alta.

Coraje del que hizo gala el gran maestro Muñoz Seca en la última carta a su esposa, diciéndole poco antes de ser fusilado…”siento proporcionarte el disgusto de esta separación”.

 

Luis Manuel Aranda

 


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