domingo, 13 de septiembre de 2015

LA AUTOESTIMA



                                                                      LA  AUTOESTIMA         

Qué tiempos, madre mía. Aún no hemos salido del asombro de que una famosa aficionada al flamenco haya llegado a ser ministra y llamado miembras a nuestras esposas e hijas, cuando nuestro alcalde, en pleno subidón de adrenalina, va y nos dice en la prensa con un cierto tufillo clerical, que debemos estar dichosos tras la inauguración del Palacio de Congresos, porque nos va a poder aumentar así la autoestima. Hace y opina, incansable como siempre, faltaría más.
Y uno, tras leerlo, no ha podido por menos que recordar a Cicerón cuando pensaba: nada puede decirse de manera tan absurda que no lo diga algún filósofo. Pero hombre, Sr. Elboj ¿Qué tendrá que ver la autoestima con un palacio, aunque sea de congresos? Creáme que me siento humillado como ciudadano y persona con sus frivolonas palabras. Afirmación que no me cabe la menor duda, nos rebela el verdadero talante de su subconsciente, un acto fallido, sí señor, y que nos muestra el que se encuentra a gusto, vamos, en la línea moral de estos tiempos, los del “tanto produces, tanto vales”, cosa que no va conmigo ni con muchos de Uds., estoy seguro, que hemos crecido en otra escala de valores que nos han venido aportando sentimientos más o menos gratificantes de bienestar psíquico y que tienen que ver más bien con rasgos corporales, familiares, mentales o espirituales en suma. Aunque como médicos sepamos también, tal como Pearsall, un neuropsicólogo nos enseñó, que un exceso de autoestima puede ser un tanto perjudicial, porque puede conducirnos al narcisismo, tan conocido por Ud., y que tan negativamente afecta a nuestras relaciones sociales. Una de las claves culpables, sin duda de la formación del gran valle o gap, cada día más profundo entre algunos de Uds., representantes políticos y nosotros, sencillo pueblo llano de Dios, ¿no le parece?
Y tras esta disquisición inicial, voy al corazón del tema que verdaderamente me ha impelido a mandarle estas líneas. Verá, Sr. Alcalde, he asistido como ciudadano en ejercicio y médico interesado por la vida al parto de ese remedo de Saturno o Palacio de Congresos, el terrible monstruo que ya incluso antes de nacer ha mutilado los presupuestos municipales hasta el 2011, según cuenta su oposición. Recuerde como Saturno mutiló a su propio padre para que no tuviera más descendencia y fue matando a sus propios hijos para que no le hicieran sombra.
Y lo que más me asombra aún es como viviendo en esta tierra de montañeros, en donde se dice que no se hace un pico hasta que no se ha vuelto al campamento base y se acaba todo felizmente, Ud. nos hace creer que ya ha hecho cima cuando aún no está ni en el primer campamento hacia el ascenso. Pero si sólo sabemos, hombre, que la expedición palaciega de marras comenzó por siete millones de euros y se ha gastado Ud. al final treintayuno. Y eso que aún no nos ha dicho lo que va a suponer su gasto anual, del que dicen los expertos que se llevará del 6 al 10% de la inversión total. ¿Cuánto tiempo pasaremos sin saberlo? Estoy seguro de que será el gran arcano o secreto político más bien guardado del futuro por nuestro Ayuntamiento. La otra tarde fui a verlo, al dios Saturno, y allí me encontré con algunos conocidos tan desagradablemente sorprendidos como yo de sus ciclópeas dimensiones, porque no es sino más que una gran estructura-caja de feo y frío hormigón hecha para albergar un gigantesco salón de actos y un gran mural: un cualificado grafitti de una aún más cualificada e ideologizada artista local que pretende estar a la altura del arte. Arte que ha olvidado lamentablemente, a mi parecer y como diría un célebre pensador y ensayista catalán, que “incluso en el arte lo más bello sigue siendo la verdad”. ¿Se imaginan si en lugar del feísmo del dichoso muro, se hubiera colgado por ejemplo, una reproducción ampliada del famoso cuadro de Casado del Alisal, la Campana de Huesca, mucho más barato, más nuestro y de mucha más enjundia histórica?
Y siguiendo con las preguntas, si su paciencia me lo permite ¿pero que hijos o sociedad mercantil, permitirían al padre o al consejero delegado de turno el comprarse un coche muy por encima de sus posibilidades reales a costa de mantener la nevera vacía o de hundir la cuenta de resultados de todos los accionistas?
Mire, Sr. Elboj, los médicos sabemos lo difícil que es hacer predicciones, porque las reacciones individuales del organismo son imprevisibles y como organismos vivos son tanta la puñetera y esquiva realidad como los otros dos palacios de congresos, tan en el mismo territorio mágico, incluso más que el que Ud. nos regala, el de Jaca, con su solera y el de Barbastro, con su agresiva juventud y sus naturales ansias de buscar negocio, no es difícil de imaginar las inminentes guerras fratricidas interprovinciales de carácter congresual que Ud. acaba de propiciar e iniciar.
El gran Goethe, Sr. Alcalde, hacia la primera mitad del XIX, ya decía,  “que la ley, como los gobernantes, deberían pretender siempre la disminución de los males del pueblos antes de arrogarse la obtención de su felicidad”, mientras que por mi pueblo, allá por los Cerros de Úbeda, todavía andan riéndose de uno no muy leído y con falta de algún hervor, que decimos por aquí, que creía que la autoestima no era otra cosa más que la estima al auto.
Disculpe, finalmente y una vez más, mi rancio antipatriotismo, por oponerme a sus optimistas conjeturas y formas de hacer habituales. Ojalá me equivocase por el bien de esta ciudad.

Atentamente,



Luis Manuel Aranda
Médico - Otorrino

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