domingo, 13 de septiembre de 2015

LA SANIDAD



LA SANIDAD

 

Amables lectores: Uno de los principios para ser feliz, sabemos los médicos, es poder disponer de una mala memoria, pero ante el cúmulo de situaciones que últimamente nos toca vivir, viendo tanta y tanta contestación sanitaria al intento por reordenar la cada vez más caótica y arruinada Sanidad Pública y sufriendo como sufro, mientras veo a tanto sanitario por nuestras calles bailando danzas maoríes, cuando no haciendo payasadas para reivindicar un planteamiento serio de todo el hecho sanitario, no puedo por menos de desenterrar este articulo, publicado hace ya muchos años, pero que cobra aún mucha más modernidad y vigencia, mientras la calle arde contra la sanidad privada y el Rey yace recién y felizmente operado de cadera en  la Clínica de la Milagrosa, una de las muchísimas privadas de Madrid.

 

 

En “El País” del treinta de diciembre del  dos mil uno y en la sección de cartas al director, el Dr. D. Diego Reverte confiesa ser un sanitario con cuarenta años de ejercicio en la sanidad pública y aprovecha que el Manzanares pasa por Madrid así como que el duque de Lugo ha sido, lamentablemente ingresado en un hospital público, como si de un hecho paradigmático se tratase, para lanzarnos a la cara las excelencias de “La Cosa Pública”.

Pues no, mire Dr. Reverte, y ello porque cuando D. Juan de Borbón, q.e.p.d, tuvo una neo de laringe, fue a la privada de Pamplona. Y luego, sus nietas Elena y Cristina, dieron a luz, también en las clínicas  privadas de Sta. Elena y Teknon. Así es que, tres a uno. Pero es que ya antes, el viejo y sabio profesor Tierno Galván, no de familia real pero sí por que le dió la real gana, acabó tratándose su  mortal enfermedad también en la privada, imitando a la también extinta Pilar Miró, q.e.p.d. también y que se había operado de corazón  en La Concha, porque Julio Feo , ya también antes, se había arreglado su hernia discal en la clínica de La Zarzuela. ¿Quiere que sigamos el resbaladizo hilo de su argumentación?. Ustedes los cofrades de la federación de asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública, siguen como siempre, remisos, con el bísturí presto en la punta de la pluma, siempre dispuestos a anatemizar a la medicina privada, intentando coger el rábano por la hoja más podrida que aparezca, para darle el mayor sabor  posible a sus migas.

Mire, Iván Illich, el personaje de Tolstoi, decía a su familia en su lecho de muerte: “¡Dejad de mentir, vosotros bien sabéis, y yo sé, que me estoy muriendo, con que al menos, dejad de mentir!.

Y uno, no puede ni debe de callarse más, porque eso, hartito de que pretendan demonizarnos de continuo, de que vean nuestra praxis dirigida únicamente a ganar dinero, o que nuestros intereses les parezcan incompatibles con la pureza o nobleza de los suyos, cuasi divinos. Porque estoy hartito de que nos consideren menores de edad a los que elegimos hace ya años el camino de la libertad de elección posible para nuestros pacientes. La defensa del consumidor, en suma, algo que debería constituir el norte de su mente democrática y europea, en donde como sabe mejor que yo mismo, no existe el forzoso  monopolio asistencial nuestro.

Parecen Vdes., si me permiten la maldad, accionistas o herederos del agonizante Insalud,. Tan egocentristas  y todo, sin admitir competencia alguna .¿Pero porqué tanto fanatismo?. Cierto es que entreveo en Vdes. cierto tufillo de actitud ética, que más bien deberían de emplear , a mi parecer, y si me lo permiten, en hacer apología de la ética de la libertad.

Deberían de fijarse más y ver la enorme frustración y desengaño de muchos de sus compañeros, que quisieran y no pueden hacerlo mejor; siempre con prisas, con malísimo humor, sin medios en muchos casos y sin tan siquiera tiempo para oír los lamentos de sus pacientes. Pidiendo como sabe, a estas alturas del siglo, la concesión de la limosna de los diez minutos para la consulta medianamente digna a cada paciente, o la continuada indignación de los médicos de urgencias móviles, subiendo y subiendo escaleras, solos por la ciudad y en la noche, con un  fonendo como única arma defensiva y ofensiva, llegado el caso. El fonendo, el escudo de la vanidad médica, del prestigio, de la autoridad y el distanciamiento.

O si lo prefiere, hablamos de las listas de espera( llame ahora para que le vea el oculista, por ej), o de las camas atravesadas en los pasillos de urgencias, cuando no en las mismas habitaciones…

¡Oiga, que me ingresaron en la Casa Grande de “paciente televisor”, a los pies de las otras tres camas, créaselo!

¿Y por qué no hablar de los enormes agujeros económicos de los hace años transferidos Insalud catalán y andaluz?.

Proclame la libre elección de sanidad pública o privada y pida mientras tanto igualdad de trato económico oficial para ambas, porque si no, seguirán Vdes. diciendo siempre medias verdades, como siempre. Y es que, Aragón, por ej., recibirá aproximadamente unas doce mil pesetas por aragonés/año, mientras que la póliza más alta de Asisa o Adeslas, por ej.,no supera las  seis mil /paciente y mes.

Deje, hombre, que todos nosotros podamos elegir como nuestros vecinos europeos, no sea ludita, oponiéndose al progreso, como ya hizo en su día Felipe II, prohibiendo a sus súbditos en aquél entonces, el estudiar en universidades europeas. Y deje que sus compañeros, al salir del hospital no se amarguen, viendo como ven lo que les cuesta llegar a fin de mes.

Déjelos que se vayan a sus consultas privadas, a ser libremente elegidos por sus pacientes. Su fuente de felicidad más auténtica, aunque luego las aseguradoras paguen como paguen, que eso es harina de otro costal y es lo de menos.

Y el que” más chufle…capador”, que dicen por esta tierra altoaragonesa.  No prohiba la esperanza y la libertad.

Así, nadie tendrá la tentación, llegado el caso, de tener que buscar bastardas recomendaciones entre sus amigos médicos para los atajos en las listas de espera, ante la enfermedad de cualquier ser querido.. Atajos o habitaciones adecuadas cuando lo que  toque sea el tener que soportar, ya por la gravedad o el dolor, a algún vecino no muy deseado.

No sea, en suma, como aquél  médico que lo prohibía todo y que hizo decir al nuevo- rico-constructor local: “Desde que ha venido este médico, no se siente placer en ser rico”.

 

Luis Manuel Aranda González

 Médico- Otorrino





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