domingo, 13 de septiembre de 2015

IN MEMORIAM--A JOSÉ LUIS SAMPEDRO




 

 

 


 

 

                           IN MEMORIAM...A LOSÉ LUIS SAMPEDRO


Hoy, Raúl del Pozo, en su columna del Mundo, nos dice que ayer decidiste convertirte en polvo de estrellas para subir, allá donde se encuentre tu amigo Stéfhane  Hessel, para jugar con él a la petanca en el gran green del Edén.

Y yo te debo esta despedida, José Luis. Pero antes de nada, perdóname por esta licencia previa, antes de que gentes mal intencionadas o envidiosas, que de todo hay en la viña del Señor, puedan pensar que este tuteo inicial, de mi parte, pudiera suponer una insana pretensión de igualdad por parte de este pobre mortal, tan alejado de tu grandeza tanto literaria como profesional y humana.

Fue en el puente de la Constitución, allá por el dos mil cinco, cuando mientras mi mujer deshacía las maletas en el hotel del Puerto de la Cruz, en Tenerife, yo, sabiendo que a las puertas se encontraba el mar y el complejo de César Manrique, opté por bajar a reflexionar un poco, y ante él, me acordaba de una frase tuya, perteneciente al discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua…”el mar es como la dulce llama de la chimenea, nos hace soñar…”. Frase que no recordaba por casualidad, sino porque hace ya demasiados años, decidí ponerla sobre la chimenea de mi casa, como Montaigne hacía sobre las vigas del estudio donde escribió sus divinos Ensayos, allá por Burdeos.

Pues bien, en ello estaba cuando al mirar hacía detrás os ví sentados a ti y a tu esposa, Olga Lucas. Comprenderás que me pareció estar viviendo una alucinación. Fue por ello que ni corto ni perezoso, tras presentarme, decidí pedirte que me dejaras darte un pequeño pellizco de confirmación tangible de lo que estaba viviendo.

Sonriente y tras reponerte , me dijiste…”nada, nada, hombre, pellizque Vd, si eso le hace feliz “. Tras hacerlo y agradecerte tu deferencia hacía un simple lector y admirador tuyo, sobrecogido y anonadado, decidí hacer mutis por el foro, incapaz de articular palabra otra alguna.

Pasaron dos años, y en julio del dos mil siete, una amiga del Ayto. de Jaca, en donde te encontrabas impartiendo cursos de verano, me solicitó consulta para ti. Cosa que concedí, no sin antes poner dos condiciones previas: que no podía cobrarte y que además tenías a continuación que aceptar mi comida en el restaurante cercano del Abba. Accediste, y el día de marras ya me encontraba yo preparado con casi toda tu bibliografía de mi propia biblioteca, presta a ser estampada por la amable huella de tus palabras, cuando apareciste con toda tu grandeza moral y sobria elegancia. Y un servidor, que siempre te había considerado un referente moral, profesional y social, no pudo por menos de decirte( tras las presentaciones de rigor y recordarte que, ironías del destino, había sido”el del pellizco” de Tenerife, dos años antes, cosa que aún recordabas entrañablemente)…

Siéntese, D. José Luis,¿recuerdas?. A lo que tú, a botepronto, me respondiste.

Nada, nada…has leído toda mi obra, mi padre fue médico militar como tu y encima vas a devolverme los sonidos del mundo, así es que no, tutéame.

No puedo, D. José Luis, que me cuesta mucho esfuerzo. Que el respeto y admiración que le profeso me lo impide.

Pues está claro entonces, llámame en adelante “José Luis con Esfuerzo”, simplemente.

Y acabamos riéndonos, cosa que luego seguimos haciendo durante las dos horas largas de comida.

Entonces tenías noventa y dos años y aún conservabas unas privilegiadas memoria e inteligencia, propias de los grandes hombres.

Mientras disfrutaba en la sobremesa de vuestra compañía, dando gracias a Dios por el regalo, no podía por menos de recordar a mi gran amigo y compañero de carrera, a la vez que ex presidente de la Soc. Española de Neurología, el Dr. García de Yébenes, que suele decirme cuando nos vemos…mira Luis, sobre el Alzheimer aún no sabemos muchas cosas, pero de las pocas evidencias científicas que poseemos es que si se lleva una vida intelectual rica, es más improbable que nos visite el Sr. alemán ese, aún mucho menos querido que la Merckel.

José Luis Con-esfuerzo, te pregunté ¿cómo alumbraste La Sonrisa Etrusca, que ahora soy abuelo de niños pequeños, como lo fuiste tú en su día y he vuelto a releer los deliciosos y tiernos diálogos que en ella mantuviste en su momento con tu nieto?

Pues mira, Luis, fue mientras estaba una noche en Bruselas con mi nietecillo llora que te llora y yo actuaba de canguro. Para no desesperar, opté por sublimar el momento y alumbrar así toda la estructura de la más famosa de mis obras, hoy llevada felizmente al teatro.

Ha sido posteriormente, en el dos mil nueve, cuando vuelto a revisión, pudo ver una gran foto suya dedicada, que dos años antes una hija nos había hecho en la propia consulta.

Y al ver su sonriente foto, exclamó…

¡Vaya, vaya, como presumes de amigos famosos!

No, José Luis Con-esfuerzo, no te equivoques., que aquí en Huesca después de treinta y cinco años dedicado a mi especialidad, el famoso soy yo. Tú lo serás en el resto del mundo y en España, sin duda alguna, pero ahora estás en my country, forastero. Ja, ja, ja!

Tu foto, la utilizo no con fines vanidosos, sino con intenciones más torticeras. Para testar el nivel cultural de algún paciente del que no conozco bien como respira.

No falla, ante la duda, la pregunto a bocajarro …¿sabe Vd. quién es ese Sr. de la foto?. Y si me responde…su padre!, entonces sigo sin mediar palabra alguna con la aburrida monotonía del diario quehacer. Pero si en abriendo los ojos dice …¡pero anda, bueno, si es José Luis Sampedro!!!, entonces, lo más probable es que acabemos hablando de tu obra y con el alma, ambos, mucho más ligera.

 Tal  ha sido para mí el valor terapèutico de tu obra, por toda tu coherencia humana, en suma,  ya que has sabido hacer de la honestidad en el vivir y el escribir, una de las más delicadas maneras de ser hombre. Descansa en paz

Posdata…Perdona, finalmente, José Luis Con- esfuerzo, que halla desempolvado y profanado el sacrosanto secreto del confesionario de la consulta. Algo ineludible para contar cosas tan entrañables como he pretendido. Legaste tu gran biblioteca a Canfranc y hasta allí subiré cuando desee estar un rato contigo, no lo dudes.

Y por si no la conocías, permíteme que acabe compartiendo contigo esta cita que acabo de encontrar de Kennedy, tan en la línea de toda tu contestación humana y económica…

“Si una sociedad libre no puede ayudar a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus pocos ricos”

Te seguiremos queriendo siempre, que uno solamente muere cuando desaparece de la memoria de los suyos. Un abrazo, querido maestro de las letras y la vida toda.

 

Luis Manuel Aranda

Médico- Otorrino

 
















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