domingo, 13 de septiembre de 2015

LA FACHADA DEL HOSPITAL DE HUESCA



 

 

       LA FACHADA DEL HOSPITAL DE HUESCA

                                                  Diario del Altoaragón

                                                              21-dcbre-1.995

 

 

Alguien ha escrito que el Hospital de San Jorge parece con sus obras un hospital más propio de Sarajevo que de un país moderno y en paz, con hacinamientos, ruidos, estrecheces y laberínticos pasillos de atracción de feria, vamos, el caos.

Y todo debido a una pobre y lamentable planificación, porque sabido es que cuando un problema se plantea mal, casi siempre todas sus soluciones son equivocadas. Pero lo hemos soportado calladamente porque manteníamos la esperanza de posibles mejoras que aminorarían  lo máximamente posible todo el sufrimiento ajeno, con un contenido futuro más humano y funcional .

De momento, pobre continente, pena de envoltorio. Si, porque ahora que paises más avanzados hablan  con insistencia de una más pronta recuperación del enfermo si este ve algo verde, árboles o el cielo, ahora, va apareciendo una fachada cuya modernidad contaminará sus almas  tanto como aturdirá a sus futuros inquilinos, a todos nosotros, porque en su factura alguien ha olvidado que la luz nos exalta tanto como las sombras nos entristecen.

La fachada, una gran coraza que separará la vida de afuera de la enfermedad de adentro y que constituye, en mi opinión, un gran desprecio de los estados emocionales del paciente, de la misma manera que se olvida con demasiada frecuencia el que si a un enfermo hospitalizado se le coge la mano y se le sonríe, necesita menos días de hospitalización.

Nuestros dirigentes sanitarios no deben de conocer una vieja sentencia árabe…”cuatro cosas producen el milagro: la bebida de la miel, la mirada al agua, la mirada a lo verde y la vista de un bello rostro”.

Es una tragedia porque van a desaparecer los balcones de los largos silencios, de la reflexión y la discreta separación del ser querido ingresado. Los balcones de la oxigenación del cuerpo y del alma, de las confidencias de los familiares visitantes sobre la puñetera y efímera vida. Verdaderas capillas de la meditación y el ensimismamiento; púlpitos de observación para ver pasar la vida por la carretera y desde los que escuchar toda la calma del pico de Guara o percibir la presencia de los espíritus en el  próximo Cerro de San Jorge; incluso para morir con dignidad llegada la hora, coo un bien nacido…mirando sin rencor a las estrellas en la noche.

Nos están haciendo un remedo del Chasse Manhattan Bank y se me ha encendido la pluma, mientras recordaba la vieja fábula de Esopo: “el sapo escupe a la luciérnaga y le dice…si no brillarás no te escupiría”. Una moda de épocas anteriores, cara en construcción y de carísimo mantenimiento, ahora que la arquitectura había decidido pasar la página sobre las frías cordilleras de cristal y hormigón.

Al hacerlo, están mientras clausurando un edificio previo en donde una inteligente ventilación creaba unas condiciones poco propicias al desarrollo de infecciones hospitalarias y de factura aragonesa, realizado por el gran García Mercadal, arquitecto tan racionalista como profundo humanista.

Fachada de cristal oscuro del hospital…”fachada trapera”, que dice mi sagaz y pequeña hija Teresuca y la última megalomanía urbana, para completar el tríptico tras el aberrante y cienmillonario Plan de tráfico y el escudo de vanidad local o Pabellón Polideportivo, curiosamente y como la fachada, de arquitectura no aragonesa.

Elementos todos ellos de crispación social y de comunión ciudadana con ruedas de molino.

De poder hablar, la fachada de San Jorge es seguro que invocaría el articulo 18/I de la Constitución, el que habla al derecho a la propia imagen, porque esseguro que lamenta con su nueva epidermis, su extraña luna- cristal, el no poder poner a nuestro servicio toda la luz y el sol anterior de la vieja fachada con su inmenso poder relajante y curativo.

 

Luis Manuel Aranda

Médico- Otorrino

 

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