Campeonato
de España de ciclismo para médicos
Se ha
celebrado en Huesca hace pocos días. Por casualidad me enteré y, porque para un
servidor ciclismo y felicidad siempre han sido términos sinónimos, me subí al
carro sin pensármelo dos veces.
Mi hijo Luis, de valor ciclista acreditado,
certificado incluso por la dura academia
de la Quebrantahuesos, me inquirió al enterarse…¿pero tú sabes, papá, donde te
vas a meter?. Mira que eres desde nuestra más tierna infancia ciclista de los
de cicloturismo, y una carrera es otra cosa; sábete que cuando a un ciclista
moderno nos ponen un dorsal, entonces se nos cruzan los cables y sólo pensamos
en ser máquinas de humillar al enemigo. Qué aparcamos la humanidad y todo eso,
tan hipocrático. Qué nos convertimos, simplemente, en un fin para otra cosa, no
lo olvides.
Pero a
pesar de su cariñoso y sabio consejo, a pesar de que el deporte de la bicicleta
se está convirtiendo en algo cada día más peligroso, de a tres muertos/mes, son
tales sus propiedades salutíferas, que seguí en el empeño, porque llevaba unas
semanas previas de sabores agrios, literariamente hablando, y precisaba de un
antídoto, de un paréntesis vital dulce ante tanta y tanta preocupación
espiritual suscitada. Necesitaba de un bálsamo de Fierabrás, viendo como veía
que a pesar del tiempo transcurrido y desde 1.816 en que lo dijo, el tiempo de
evolución histórico socio- político, parece que no nos ha servido para nada. No
aprendemos.
Decía Larra,
viendo el patio del momento…”tenemos muchos políticos con la altura justa para
darle la mano a los niños”. Con anterioridad, y perdón por los cultismos, leía
a Donoso Cortés, escritor como el anterior surgido tras la guerra de la
Independencia, en la primera mitad del XIX y en su Ensayo sobre el catolicismo,
en una carta dirigida a la reina madre, Dª María Cristina de Borbón, decía…”las
clases menesterosas, Señora, no se levantan hoy contra las acomodadas, sino
porque las acomodadas se han resfriado en la caridad para con los menesterosos.
Si los ricos no hubieran perdido la virtud de la caridad, Dios no hubiera
permitido que los pobres hubieran perdido la virtud de la paciencia”. Todo tan
actual como preocupante.
Así es
que cabizbajo como andaba y ajeno incluso a la puñetera bronquitis que venía
arrastrando, me inscribí ,no sin antes haber pactado con mi mujer en que debería
de esperarme en Monflorite, por si tras su subida, decidía que ya estaba bien.
Así aprovecharía para conocer, al fin, nuestro lastimoso aeropuerto, de tan
triste fama y memoria.
Llegó
la recogida de dorsales la tarde anterior, y como bien comentaba mi hijo, ya
sea por la adrenalina, las endorfinas o vaya Vd. a saber, al recibir el
rutilante número, dejé la tosecilla que venía arrastrando y comencé a sentirme
con veinte años menos, a mirar de tú a tú, vamos, a los cien compañeros
participantes que conocí a continuación
en la recepción que tanto Colegio de médicos como Ayuntamiento nos ofrecieron
en el Casino, en donde el segundo edil, el Sr. Gella, nos dirigió sus amables
palabras de circunstancias, con la consabida coletilla también de …”que
debíamos de perdonar a la señora alcaldesa, porque sus problemas de agenda le
impedían compartir con nosotros tan señalado momento”. Campeonato de España,
sin cámaras, y sin alcaldesa. Para llorar. Bien es verdad que al día siguiente
nos acompañó, dicho sea en honor de ella y nuestro.
Lapsus
aparte, la recepción constituyó como un primer round que nos sirvió para medir
al de la otra autonomía, al enemigo, que en algunos casos venía hasta con
pantalón corto, pierna y cabeza afeitados, en plan intimidatorio total. A mi
lado, tuve un clon de Pantani ¿ recuerdan a aquél” diablo italiano”,
tristemente fallecido?. Un camarada de Bilbao, como un Dr. Infierno, tan
puesto, ciclablemente hablando, que uno
no pudo aguantarse la tentación de espetarle…¡Ayvalahostia, Patxi, con tu
pinta, como no corras con una mano atada a la espalda, aquí nadie tiene nada
que hacer mañana!, a lo que él, con cara circunspecta, cara autonómica, me
respondió…”mira, tobarishi (camarada, en argot de Bildu), uno, con ser de
Bilbado, ya no necesita ganar nada, tiene más que suficiente. Así, con un par.
Luego,
tal vez por aquello de que la elegancia está en pasar desapercibido y más aún
en ciclismo, en donde el factor sorpresa es fundamental, llegó a ganar un
joven, un R-l o R-2 de Pamplona, compañero de leche de Indurain( sí, que sus
madres compraban la leche en la misma lechería, debe ser), y más bien con cara
de angelote mofletudo de cualquier cuadro de Murillo que de
ciclista-de-pañuelo-pirata-con- la-cara-de-matar del anterior.
Bueno,
pues aún visto lo visto, decidí participar aunque fuese como R-43 (médico residente
de cuarenta y tres años tras acabar la carrera), pensando sólo en que llegaría
el último y en demostrarme que mi autoestima, una vez más, estaba no tanto en
tener un buen auto, como creen los de mi pueblo, sino en saber dejar a mis
nietos el regalo de la ilusión, aún a mi procelosa edad.
Y,
acabé la carrera aún con el viento de
cara, valiéndome, bien es verdad, de los trucos que la edad nos va
concediendo, todo sea dicho. Sí, y es que la hermana Cruz Roja, una vez más tan
colaboradora y altruista, decidió asignarme sin costo alguno de mi parte, la
ambulancia escoba. Sólo gracias a ella pude acabar. Sus reconfortantes
acelerones, en los repechos, constituyeron como un aplauso, o más bien como un
auténtico boca a boca espiritual. Gracias, D. Francisco Barreña, presidente de
la Cosa. Le debo a Vd. un cortado cuando nos veamos.
Por fin
acabó todo felizmente, pero viendo la comida final de fraternal celebración,
con médicos de todas las autonomías abrazándose y estrechando vía deporte lazos
de hermandad que luego la política se puede ir encargando de disipar, uno,
lamentablemente, volvía al estado mental agrio, de suspicacia de los días
previos a la carrera, y es que viendo a más de un presidente colegial o
tesorero, incluso con señora/marido incluidos, acompañantes del evento, no
podía por menos de pensar si nuestros queridos colegios profesionales no
estarán aprovechando, vía Junta Directiva, estos acontecimientos tan alejados de la gran masa colegial en
beneficio propio, y más ahora cuando comienza un nuevo tiempo en que Felipe VI
acaba de pedirnos una más estricta ética en todos los niveles posibles y más
aún cuando somos depositarios del dinero ajeno.
Suspicacia,
sospecha o desconfianza que quedaría satisfecha si alguien, privada o públicamente,
me pudiese confirmar lo contrario.
Dicho
sea todo lo anterior con mi más sentido pésame a toda la familia ciclista por
el pasado y trágico fin de semana
vivido. Descansen en paz los compañeros fallecidos por las vías verdes que el buen Dios les debe
de tener preparadas allá por las nubes.
Luis
Manuel Aranda
Médico-
Otorrino
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