LA CERTERA EDAD
Para Cristóbal
Mi amigo Pedro lleva
habitando en ella varios años y ha llegado esplendorosamente adonde está, a sus
setenta y pocos años, tras haber pagado el peaje de una vida dura de austeridad
y trabajo, que le permite ahora el poder presumir de haber hecho un patrimonio
muchísimo mayor que el que recibió de su padre. Una de las claves , sin duda,
de su éxito y respeto ajenos logrados en este efímero mundo y ,como ha llegado
a la edad de la sensatez, de la serenidad y en la que empieza uno a sentirse
molestado por demasiadas cosas, él, que sabe transmitirnos siempre la sensación
de hablar desde la reflexión, del pensar antes que hablar, cuando nos vemos ,también
bajo la frustración y la desilusión del constatar que no hemos sabido construir
un mundo mejor de valores que legar a nuestros nietos, me incita, me acaba
siempre animando a ponerle letra a esta pobre música social actual en que todos
podemos, con inmenso pesar, encontrarnos ya a alguno de los propios hijos, laboralmente
explotado o estresado, ya a pobres nietos propios o ajenos semiabandonados
emocionalmente , cuando no a muchos de nuestros amigos, ilustres yayos, tan
explotados como desconcertados, estupefactos ante el infeliz presente de su
maltratada jubilación.
Incitación que me
llega en días de moderno retiro
espiritual vacacional, rumiando precisamente aquella aseveración de nuestro
filósofo Julián Marías…”es deprimente vivir en una época de decadencia cuando
uno ha conocido otras épocas”.
Sí, porque si en
muchas casas las cosas pudieran ir de mal en peor, con situaciones tan
dramáticas como vergonzosas del …”tú, papá, ver, oír y callar”(cosas del zappin
tv maldito de cualquier instante), fuera, en la calle, la situación puede
conducirnos al borde del paroxismo infartogénico cuando al ir al restaurante,
la camarera-veinteañera de piercing mil y oculta bajo un horrible y
generalizado tatuaje(con el que posiblemente pretende ocultar todo su vacío
mental),puede preguntarnos…¿qué queréis, chicos?...¡dime, cariño!, en el mejor
de los casos, cuando no aquello tan patogénico de …¿qué te pasa, abuelo?, en la
urgencias del Salud, y que casi siempre suele llegar a agravar aún más la cosa.
Luis, es terrible
la pendiente en que nos ha colocado la mala-educación-LOGSE de tantísimos años
atrás, a la sociedad en general, habiendo creado un abismo entre unos y otros,
una total falta de entendimiento, suele decirnos Pedro, lleno de asombro,
cuando nos reunimos,. Y lo argumenta con algo de nuestra personalísima memoria
histórica , no por menos sabido, menos olvidado…el recuerdo de aquellas
perdidas normas de urbanidad tan útiles, las “del buen porte y buenos modales que
abrían puertas principales”, por ej. Normas capaces de proporcionar el
necesario empastamiento social para que todos pudiéramos vivir como en un coro
de voces, dentro de una mínima armonía, entendiéndonos, en suma. Era básico eso
y el saber que sin el respeto a los mayores uno, difícilmente podía salir
adelante, cuando ahora, con la pirámide de moda invertida, hasta podemos andar
recelosos, con miedo a que cualquier ni-ni, cualquier chiquilicuatre pueda
llegar a pontificarnos, llegado el caso, en plan de malcriado hijo de Berdolé .
Sí, solemos
decirle los contertulios, esto se está poniendo jodido, entre las situaciones
tan negativas como las anteriores y las otras, las positivas, pero
desgraciadamente desaparecidos ya, aquellos puntuales y fugaces momentos de
felicidad que eran la auténtica sal y pimienta de la vida…la caza, el tenis,
los largos paseos en bici, etc., etc. Las pequeñas pérdidas que sumadas a las
otras, las grandes, las de comenzar a enterrar a familiares y amigos, hacen que
el camino de espinas vital cada día nos resulte más difícil de sobrellevar. Al comprobar,
con más frecuencia de la deseada el que “hoy se nos mueren más gentes que antes
no se morían”, según nos cuenta la sensibilidad irónica del gran García Márquez.
Es lo que hay,
las cosas son como son, aunque no estemos obligados a tener que tragarlas sin
rebelarnos. Que la teoría de la relatividad, aplicada a las cuestiones humanas,
lo habrá fundido casi todo, dejándonos perplejos y confusos, pero debemos de
conservar aún unas mínimas e innegociables líneas rojas en lo que es nuestra
tolerancia y respeto propios que, de sobrepasarlas los demás, supondrían la
puntilla final, el punto de no retorno de nuestra más básica dignidad y
autoestima.
Puñetera
jubilación, en la que un día sí y otro también pueden aparecerse situaciones
tan desconcertantes como frustrantes, ya en el plano biológico, como el
pretender orinar en algún momento sin encontrar la forma de poder hacerlo, u
otras, tan espirituales como fallidas, como cuando comprobamos que cualquier
proposición de negocio, vacación o cambio vital de cualquier índole propios,
son tajantemente criticadas y abortadas por los propios hijos, enfadados cuál rottweileres,
cuando no por la propia esposa, tan situada siempre a su lado, haciendo piña
eterna con ellos.
Al final, Pedro ¿sabes
lo que hacemos los demás para sobrevivir en este valle de eso?, pues recurrir
al viejo y sabio principio filosófico de que “no hay desgracia por muy grande
que sea, en esta puñetera vida, que no se pueda sobrellevar con nuestra más
absoluta indiferencia”. Que lo contrario, el estar pensando siempre en nuestro
perdido mundo de ayer, pudiera acabar en la cara consulta psiquiátrica.
Un abrazo
Luis Manuel
Aranda…Médico- Otorrino
No hay comentarios:
Publicar un comentario