LA AUTOESTIMA
Qué tiempos, madre mía. Aún no hemos
salido del asombro de que una famosa aficionada al flamenco haya llegado a ser
ministra y llamado miembras a
nuestras esposas e hijas, cuando nuestro alcalde, en pleno subidón de
adrenalina, va y nos dice en la prensa con un cierto tufillo clerical, que
debemos estar dichosos tras la inauguración del Palacio de Congresos, porque
nos va a poder aumentar así la autoestima. Hace y opina, incansable como
siempre, faltaría más.
Y uno, tras leerlo, no ha podido por
menos que recordar a Cicerón cuando pensaba: nada puede decirse de manera tan absurda que no lo diga algún filósofo.
Pero hombre, Sr. Elboj ¿Qué tendrá que ver la autoestima con un palacio,
aunque sea de congresos? Creáme que me siento humillado como ciudadano y
persona con sus frivolonas palabras. Afirmación que no me cabe la menor duda,
nos rebela el verdadero talante de su subconsciente, un acto fallido, sí señor,
y que nos muestra el que se encuentra a gusto, vamos, en la línea moral de
estos tiempos, los del “tanto produces, tanto vales”, cosa que no va conmigo ni
con muchos de Uds., estoy seguro, que hemos crecido en otra escala de valores
que nos han venido aportando sentimientos más o menos gratificantes de
bienestar psíquico y que tienen que ver más bien con rasgos corporales,
familiares, mentales o espirituales en suma. Aunque como médicos sepamos
también, tal como Pearsall, un neuropsicólogo nos enseñó, que un exceso de
autoestima puede ser un tanto perjudicial, porque puede conducirnos al narcisismo,
tan conocido por Ud., y que tan negativamente afecta a nuestras relaciones
sociales. Una de las claves culpables, sin duda de la formación del gran valle
o gap, cada día más profundo entre algunos de Uds., representantes políticos y
nosotros, sencillo pueblo llano de Dios, ¿no le parece?
Y tras esta disquisición inicial, voy al
corazón del tema que verdaderamente me ha impelido a mandarle estas líneas.
Verá, Sr. Alcalde, he asistido como ciudadano en ejercicio y médico interesado
por la vida al parto de ese remedo de Saturno o Palacio de Congresos, el
terrible monstruo que ya incluso antes de nacer ha mutilado los presupuestos
municipales hasta el 2011, según cuenta su oposición. Recuerde como Saturno
mutiló a su propio padre para que no tuviera más descendencia y fue matando a
sus propios hijos para que no le hicieran sombra.
Y lo que más me asombra aún es como
viviendo en esta tierra de montañeros, en donde se dice que no se hace un pico
hasta que no se ha vuelto al campamento base y se acaba todo felizmente, Ud.
nos hace creer que ya ha hecho cima cuando aún no está ni en el primer
campamento hacia el ascenso. Pero si sólo sabemos, hombre, que la expedición
palaciega de marras comenzó por siete millones de euros y se ha gastado Ud. al
final treintayuno. Y eso que aún no nos ha dicho lo que va a suponer su gasto
anual, del que dicen los expertos que se llevará del 6 al 10% de la inversión
total. ¿Cuánto tiempo pasaremos sin saberlo? Estoy seguro de que será el gran
arcano o secreto político más bien guardado del futuro por nuestro
Ayuntamiento. La otra tarde fui a verlo, al dios Saturno, y allí me encontré
con algunos conocidos tan desagradablemente sorprendidos como yo de sus
ciclópeas dimensiones, porque no es sino más que una gran estructura-caja de
feo y frío hormigón hecha para albergar un gigantesco salón de actos y un gran
mural: un cualificado grafitti de una aún más cualificada e ideologizada
artista local que pretende estar a la altura del arte. Arte que ha olvidado
lamentablemente, a mi parecer y como diría un célebre pensador y ensayista
catalán, que “incluso en el arte lo más bello sigue siendo la verdad”. ¿Se
imaginan si en lugar del feísmo del dichoso muro, se hubiera colgado por
ejemplo, una reproducción ampliada del famoso cuadro de Casado del Alisal, la
Campana de Huesca, mucho más barato, más nuestro y de mucha más enjundia
histórica?
Y siguiendo con las preguntas, si su
paciencia me lo permite ¿pero que hijos o sociedad mercantil, permitirían al
padre o al consejero delegado de turno el comprarse un coche muy por encima de
sus posibilidades reales a costa de mantener la nevera vacía o de hundir la
cuenta de resultados de todos los accionistas?
Mire, Sr. Elboj, los médicos sabemos lo
difícil que es hacer predicciones, porque las reacciones individuales del
organismo son imprevisibles y como organismos vivos son tanta la puñetera y
esquiva realidad como los otros dos palacios de congresos, tan en el mismo
territorio mágico, incluso más que el que Ud. nos regala, el de Jaca, con su
solera y el de Barbastro, con su agresiva juventud y sus naturales ansias de
buscar negocio, no es difícil de imaginar las inminentes guerras fratricidas
interprovinciales de carácter congresual que Ud. acaba de propiciar e iniciar.
El gran Goethe, Sr. Alcalde, hacia la
primera mitad del XIX, ya decía, “que la
ley, como los gobernantes, deberían pretender siempre la disminución de los
males del pueblos antes de arrogarse la obtención de su felicidad”, mientras
que por mi pueblo, allá por los Cerros de Úbeda, todavía andan riéndose de uno
no muy leído y con falta de algún hervor, que decimos por aquí, que creía que
la autoestima no era otra cosa más que la estima al auto.
Disculpe, finalmente y una vez más, mi
rancio antipatriotismo, por oponerme a sus optimistas conjeturas y formas de
hacer habituales. Ojalá me equivocase por el bien de esta ciudad.
Atentamente,
Luis Manuel Aranda
Médico - Otorrino
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