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LA SANIDAD
LA SANIDAD
Amables lectores: Uno de los principios para
ser feliz, sabemos los médicos, es poder disponer de una mala memoria, pero
ante el cúmulo de situaciones que últimamente nos toca vivir, viendo tanta y
tanta contestación sanitaria al intento por reordenar la cada vez más caótica y
arruinada Sanidad Pública y sufriendo como sufro, mientras veo a tanto
sanitario por nuestras calles bailando danzas maoríes, cuando no haciendo
payasadas para reivindicar un planteamiento serio de todo el hecho sanitario,
no puedo por menos de desenterrar este articulo, publicado hace ya muchos años,
pero que cobra aún mucha más modernidad y vigencia, mientras la calle arde
contra la sanidad privada y el Rey yace recién y felizmente operado de cadera
en la Clínica de la Milagrosa, una de
las muchísimas privadas de Madrid.
En “El País” del treinta de diciembre
del dos mil uno y en la sección de
cartas al director, el Dr. D. Diego Reverte confiesa ser un sanitario con
cuarenta años de ejercicio en la sanidad pública y aprovecha que el Manzanares
pasa por Madrid así como que el duque de Lugo ha sido, lamentablemente
ingresado en un hospital público, como si de un hecho paradigmático se tratase,
para lanzarnos a la cara las excelencias de “La Cosa Pública”.
Pues no, mire Dr. Reverte, y ello porque
cuando D. Juan de Borbón, q.e.p.d, tuvo una neo de laringe, fue a la privada de
Pamplona. Y luego, sus nietas Elena y Cristina, dieron a luz, también en las
clínicas privadas de Sta. Elena y Teknon.
Así es que, tres a uno. Pero es que ya antes, el viejo y sabio profesor Tierno
Galván, no de familia real pero sí por que le dió la real gana, acabó
tratándose su mortal enfermedad también
en la privada, imitando a la también extinta Pilar Miró, q.e.p.d. también y que
se había operado de corazón en La
Concha, porque Julio Feo , ya también antes, se había arreglado su hernia
discal en la clínica de La Zarzuela. ¿Quiere que sigamos el resbaladizo hilo de
su argumentación?. Ustedes los cofrades de la federación de asociaciones para
la Defensa de la Sanidad Pública, siguen como siempre, remisos, con el bísturí
presto en la punta de la pluma, siempre dispuestos a anatemizar a la medicina
privada, intentando coger el rábano por la hoja más podrida que aparezca, para
darle el mayor sabor posible a sus
migas.
Mire, Iván Illich, el personaje de Tolstoi,
decía a su familia en su lecho de muerte: “¡Dejad de mentir, vosotros bien
sabéis, y yo sé, que me estoy muriendo, con que al menos, dejad de mentir!.
Y uno, no puede ni debe de callarse más,
porque eso, hartito de que pretendan demonizarnos de continuo, de que vean
nuestra praxis dirigida únicamente a ganar dinero, o que nuestros intereses les
parezcan incompatibles con la pureza o nobleza de los suyos, cuasi divinos.
Porque estoy hartito de que nos consideren menores de edad a los que elegimos
hace ya años el camino de la libertad de elección posible para nuestros
pacientes. La defensa del consumidor, en suma, algo que debería constituir el
norte de su mente democrática y europea, en donde como sabe mejor que yo mismo,
no existe el forzoso monopolio
asistencial nuestro.
Parecen Vdes., si me permiten la maldad,
accionistas o herederos del agonizante Insalud,. Tan egocentristas y todo, sin admitir competencia alguna .¿Pero
porqué tanto fanatismo?. Cierto es que entreveo en Vdes. cierto tufillo de
actitud ética, que más bien deberían de emplear , a mi parecer, y si me lo
permiten, en hacer apología de la ética de la libertad.
Deberían de fijarse más y ver la enorme
frustración y desengaño de muchos de sus compañeros, que quisieran y no pueden
hacerlo mejor; siempre con prisas, con malísimo humor, sin medios en muchos
casos y sin tan siquiera tiempo para oír los lamentos de sus pacientes.
Pidiendo como sabe, a estas alturas del siglo, la concesión de la limosna de
los diez minutos para la consulta medianamente digna a cada paciente, o la
continuada indignación de los médicos de urgencias móviles, subiendo y subiendo
escaleras, solos por la ciudad y en la noche, con un fonendo como única arma defensiva y ofensiva,
llegado el caso. El fonendo, el escudo de la vanidad médica, del prestigio, de
la autoridad y el distanciamiento.
O si lo prefiere, hablamos de las listas de
espera( llame ahora para que le vea el oculista, por ej), o de las camas
atravesadas en los pasillos de urgencias, cuando no en las mismas habitaciones…
¡Oiga, que me ingresaron en la Casa Grande
de “paciente televisor”, a los pies de las otras tres camas, créaselo!
¿Y por qué no hablar de los enormes agujeros
económicos de los hace años transferidos Insalud catalán y andaluz?.
Proclame la libre elección de sanidad
pública o privada y pida mientras tanto igualdad de trato económico oficial
para ambas, porque si no, seguirán Vdes. diciendo siempre medias verdades, como
siempre. Y es que, Aragón, por ej., recibirá aproximadamente unas doce mil
pesetas por aragonés/año, mientras que la póliza más alta de Asisa o Adeslas,
por ej.,no supera las seis mil /paciente
y mes.
Deje, hombre, que todos nosotros podamos
elegir como nuestros vecinos europeos, no sea ludita, oponiéndose al progreso,
como ya hizo en su día Felipe II, prohibiendo a sus súbditos en aquél entonces,
el estudiar en universidades europeas. Y deje que sus compañeros, al salir del
hospital no se amarguen, viendo como ven lo que les cuesta llegar a fin de mes.
Déjelos que se vayan a sus consultas
privadas, a ser libremente elegidos por sus pacientes. Su fuente de felicidad
más auténtica, aunque luego las aseguradoras paguen como paguen, que eso es
harina de otro costal y es lo de menos.
Y el que” más chufle…capador”, que dicen por
esta tierra altoaragonesa. No prohiba la
esperanza y la libertad.
Así, nadie tendrá la tentación, llegado el
caso, de tener que buscar bastardas recomendaciones entre sus amigos médicos
para los atajos en las listas de espera, ante la enfermedad de cualquier ser
querido.. Atajos o habitaciones adecuadas cuando lo que toque sea el tener que soportar, ya por la
gravedad o el dolor, a algún vecino no muy deseado.
No sea, en suma, como aquél médico que lo prohibía todo y que hizo decir
al nuevo- rico-constructor local: “Desde que ha venido este médico, no se
siente placer en ser rico”.
Luis Manuel Aranda González
Médico- Otorrino
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