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IN MEMORIAM--A JOSÉ LUIS SAMPEDRO
IN MEMORIAM...A LOSÉ LUIS SAMPEDRO
Hoy,
Raúl del Pozo, en su columna del Mundo, nos dice que ayer decidiste convertirte
en polvo de estrellas para subir, allá donde se encuentre tu amigo
Stéfhane Hessel, para jugar con él a la
petanca en el gran green del Edén.
Y yo te
debo esta despedida, José Luis. Pero antes de nada, perdóname por esta licencia
previa, antes de que gentes mal intencionadas o envidiosas, que de todo hay en
la viña del Señor, puedan pensar que este tuteo inicial, de mi parte, pudiera
suponer una insana pretensión de igualdad por parte de este pobre mortal, tan
alejado de tu grandeza tanto literaria como profesional y humana.
Fue en
el puente de la Constitución, allá por el dos mil cinco, cuando mientras mi
mujer deshacía las maletas en el hotel del Puerto de la Cruz, en Tenerife, yo,
sabiendo que a las puertas se encontraba el mar y el complejo de César
Manrique, opté por bajar a reflexionar un poco, y ante él, me acordaba de una
frase tuya, perteneciente al discurso de ingreso en la Real Academia de la
Lengua…”el mar es como la dulce llama de la chimenea, nos hace soñar…”. Frase
que no recordaba por casualidad, sino porque hace ya demasiados años, decidí
ponerla sobre la chimenea de mi casa, como Montaigne hacía sobre las vigas del
estudio donde escribió sus divinos Ensayos, allá por Burdeos.
Pues
bien, en ello estaba cuando al mirar hacía detrás os ví sentados a ti y a tu
esposa, Olga Lucas. Comprenderás que me pareció estar viviendo una alucinación.
Fue por ello que ni corto ni perezoso, tras presentarme, decidí pedirte que me
dejaras darte un pequeño pellizco de confirmación tangible de lo que estaba
viviendo.
Sonriente
y tras reponerte , me dijiste…”nada, nada, hombre, pellizque Vd, si eso le hace
feliz “. Tras hacerlo y agradecerte tu deferencia hacía un simple lector y
admirador tuyo, sobrecogido y anonadado, decidí hacer mutis por el foro,
incapaz de articular palabra otra alguna.
Pasaron
dos años, y en julio del dos mil siete, una amiga del Ayto. de Jaca, en donde
te encontrabas impartiendo cursos de verano, me solicitó consulta para ti. Cosa
que concedí, no sin antes poner dos condiciones previas: que no podía cobrarte
y que además tenías a continuación que aceptar mi comida en el restaurante
cercano del Abba. Accediste, y el día de marras ya me encontraba yo preparado
con casi toda tu bibliografía de mi propia biblioteca, presta a ser estampada
por la amable huella de tus palabras, cuando apareciste con toda tu grandeza
moral y sobria elegancia. Y un servidor, que siempre te había considerado un
referente moral, profesional y social, no pudo por menos de decirte( tras las
presentaciones de rigor y recordarte que, ironías del destino, había sido”el
del pellizco” de Tenerife, dos años antes, cosa que aún recordabas
entrañablemente)…
Siéntese,
D. José Luis,¿recuerdas?. A lo que tú, a botepronto, me respondiste.
Nada,
nada…has leído toda mi obra, mi padre fue médico militar como tu y encima vas a
devolverme los sonidos del mundo, así es que no, tutéame.
No
puedo, D. José Luis, que me cuesta mucho esfuerzo. Que el respeto y admiración
que le profeso me lo impide.
Pues
está claro entonces, llámame en adelante “José Luis con Esfuerzo”, simplemente.
Y
acabamos riéndonos, cosa que luego seguimos haciendo durante las dos horas
largas de comida.
Entonces
tenías noventa y dos años y aún conservabas unas privilegiadas memoria e
inteligencia, propias de los grandes hombres.
Mientras
disfrutaba en la sobremesa de vuestra compañía, dando gracias a Dios por el
regalo, no podía por menos de recordar a mi gran amigo y compañero de carrera,
a la vez que ex presidente de la Soc. Española de Neurología, el Dr. García de
Yébenes, que suele decirme cuando nos vemos…mira Luis, sobre el Alzheimer aún
no sabemos muchas cosas, pero de las pocas evidencias científicas que poseemos
es que si se lleva una vida intelectual rica, es más improbable que nos visite
el Sr. alemán ese, aún mucho menos querido que la Merckel.
José
Luis Con-esfuerzo, te pregunté ¿cómo alumbraste La Sonrisa Etrusca, que ahora
soy abuelo de niños pequeños, como lo fuiste tú en su día y he vuelto a releer
los deliciosos y tiernos diálogos que en ella mantuviste en su momento con tu
nieto?
Pues
mira, Luis, fue mientras estaba una noche en Bruselas con mi nietecillo llora
que te llora y yo actuaba de canguro. Para no desesperar, opté por sublimar el
momento y alumbrar así toda la estructura de la más famosa de mis obras, hoy
llevada felizmente al teatro.
Ha sido
posteriormente, en el dos mil nueve, cuando vuelto a revisión, pudo ver una
gran foto suya dedicada, que dos años antes una hija nos había hecho en la
propia consulta.
Y al ver
su sonriente foto, exclamó…
¡Vaya,
vaya, como presumes de amigos famosos!
No, José
Luis Con-esfuerzo, no te equivoques., que aquí en Huesca después de treinta y
cinco años dedicado a mi especialidad, el famoso soy yo. Tú lo serás en el
resto del mundo y en España, sin duda alguna, pero ahora estás en my country,
forastero. Ja, ja, ja!
Tu foto,
la utilizo no con fines vanidosos, sino con intenciones más torticeras. Para
testar el nivel cultural de algún paciente del que no conozco bien como
respira.
No
falla, ante la duda, la pregunto a bocajarro …¿sabe Vd. quién es ese Sr. de la
foto?. Y si me responde…su padre!, entonces sigo sin mediar palabra alguna con
la aburrida monotonía del diario quehacer. Pero si en abriendo los ojos dice
…¡pero anda, bueno, si es José Luis Sampedro!!!, entonces, lo más probable es
que acabemos hablando de tu obra y con el alma, ambos, mucho más ligera.
Tal ha
sido para mí el valor terapèutico de tu obra, por toda tu coherencia humana, en
suma, ya que has sabido hacer de la
honestidad en el vivir y el escribir, una de las más delicadas maneras de ser
hombre. Descansa en paz
Posdata…Perdona,
finalmente, José Luis Con- esfuerzo, que halla desempolvado y profanado el
sacrosanto secreto del confesionario de la consulta. Algo ineludible para
contar cosas tan entrañables como he pretendido. Legaste tu gran biblioteca a
Canfranc y hasta allí subiré cuando desee estar un rato contigo, no lo dudes.
Y por si
no la conocías, permíteme que acabe compartiendo contigo esta cita que acabo de
encontrar de Kennedy, tan en la línea de toda tu contestación humana y
económica…
“Si una
sociedad libre no puede ayudar a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus
pocos ricos”
Te
seguiremos queriendo siempre, que uno solamente muere cuando desaparece de la
memoria de los suyos. Un abrazo, querido maestro de las letras y la vida toda.
Luis
Manuel Aranda
Médico-
Otorrino
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