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LA FACHADA DEL HOSPITAL DE HUESCA
LA FACHADA DEL HOSPITAL DE HUESCA
Diario del Altoaragón
21-dcbre-1.995
Alguien ha escrito que el Hospital de San
Jorge parece con sus obras un hospital más propio de Sarajevo que de un país
moderno y en paz, con hacinamientos, ruidos, estrecheces y laberínticos
pasillos de atracción de feria, vamos, el caos.
Y todo debido a una pobre y lamentable
planificación, porque sabido es que cuando un problema se plantea mal, casi
siempre todas sus soluciones son equivocadas. Pero lo hemos soportado
calladamente porque manteníamos la esperanza de posibles mejoras que
aminorarían lo máximamente posible todo
el sufrimiento ajeno, con un contenido futuro más humano y funcional .
De momento, pobre continente, pena de
envoltorio. Si, porque ahora que paises más avanzados hablan con insistencia de una más pronta
recuperación del enfermo si este ve algo verde, árboles o el cielo, ahora, va
apareciendo una fachada cuya modernidad contaminará sus almas tanto como aturdirá a sus futuros inquilinos,
a todos nosotros, porque en su factura alguien ha olvidado que la luz nos
exalta tanto como las sombras nos entristecen.
La fachada, una gran coraza que separará la
vida de afuera de la enfermedad de adentro y que constituye, en mi opinión, un
gran desprecio de los estados emocionales del paciente, de la misma manera que
se olvida con demasiada frecuencia el que si a un enfermo hospitalizado se le
coge la mano y se le sonríe, necesita menos días de hospitalización.
Nuestros dirigentes sanitarios no deben de
conocer una vieja sentencia árabe…”cuatro cosas producen el milagro: la bebida
de la miel, la mirada al agua, la mirada a lo verde y la vista de un bello
rostro”.
Es una tragedia porque van a desaparecer los
balcones de los largos silencios, de la reflexión y la discreta separación del
ser querido ingresado. Los balcones de la oxigenación del cuerpo y del alma, de
las confidencias de los familiares visitantes sobre la puñetera y efímera vida.
Verdaderas capillas de la meditación y el ensimismamiento; púlpitos de
observación para ver pasar la vida por la carretera y desde los que escuchar
toda la calma del pico de Guara o percibir la presencia de los espíritus en el próximo Cerro de San Jorge; incluso para
morir con dignidad llegada la hora, coo un bien nacido…mirando sin rencor a las
estrellas en la noche.
Nos están haciendo un remedo del Chasse
Manhattan Bank y se me ha encendido la pluma, mientras recordaba la vieja
fábula de Esopo: “el sapo escupe a la luciérnaga y le dice…si no brillarás no
te escupiría”. Una moda de épocas anteriores, cara en construcción y de
carísimo mantenimiento, ahora que la arquitectura había decidido pasar la
página sobre las frías cordilleras de cristal y hormigón.
Al hacerlo, están mientras clausurando un
edificio previo en donde una inteligente ventilación creaba unas condiciones
poco propicias al desarrollo de infecciones hospitalarias y de factura
aragonesa, realizado por el gran García Mercadal, arquitecto tan racionalista
como profundo humanista.
Fachada de cristal oscuro del
hospital…”fachada trapera”, que dice mi sagaz y pequeña hija Teresuca y la
última megalomanía urbana, para completar el tríptico tras el aberrante y
cienmillonario Plan de tráfico y el escudo de vanidad local o Pabellón
Polideportivo, curiosamente y como la fachada, de arquitectura no aragonesa.
Elementos todos ellos de crispación social y
de comunión ciudadana con ruedas de molino.
De poder hablar, la fachada de San Jorge es
seguro que invocaría el articulo 18/I de la Constitución, el que habla al
derecho a la propia imagen, porque esseguro que lamenta con su nueva epidermis,
su extraña luna- cristal, el no poder poner a nuestro servicio toda la luz y el
sol anterior de la vieja fachada con su inmenso poder relajante y curativo.
Luis Manuel Aranda
Médico- Otorrino
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